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1ª San Isidro: Sección de oportunidades… perdidas

Cuando se ovacionan cuatro toros en el arrastre y los toreros no van más allá de salir a saludar, es que algo ha faltado en el ruedo y que lo realizado no ha calado en el tendido.

Remate por bajo de Javier Cortés

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El coraje que debe dar el enterarse, -juro que nunca supe lo que es eso-, que has tenido un décimo de premio en la mano y no lo has comprado es perfectamente comparable a lo que le pasó ayer a la terna en la primera de San Isidro.

Tres toros, tres. Y si me apuran hasta cuatro de La Quinta, salieron por chiqueros en la inaugural de la isidrada, con orejas para cortar.

El primero era una birria terciada de plaza de segunda. Pero, el segundo, el tercero y el cuarto, e insisto que, si me apuran, incluso el quinto, fueron oportunidades perdidas en la primera de esta feria que vaticiné sería de las oportunidades.

Rubén Pinar, a la silla de pensar

Si Rubén Pinar no tuvo toro con el esmirriado primero, el cuarto, aunque algo soso, fue un Quinta de oreja. El cárdeno, bragado, meano y coletero, -que hasta de capa era guapo-, pedía estar menos perfilero y más ligar.

Noble, repetidor, con fijeza, solo tuvo el defecto de esa imperceptible sosería que requería de un mayor esfuerzo en el arte interpretativo. En la ligazón. En la composición más de medio pecho y menos de perfil. Por todo eso al de Albacete se le fue. No, no como para enviarle a la inquisición, pero sí como para mandarle al rincón de pensar. De pensar en por qué no lo aprovechó hasta el final.

A su lado debería mandarse también a Javier Cortés. A su lado sí, a pensar. Cortés vio claro en los inicios las bondades del segundo que igualmente se le fue en los finales. Faena a menos, como el toro, por larga y repetitiva. “Rápido y en la mano” decía Chenel “Antoñete”. Faena “corta y entonada”, diría Juan Mora. Y por eso se le fue.

"Fogoso" para el caballo, complicado para la muleta

Como se le fue al madrileño el quinto, -“Fogoso” de nombre-, no porque al criterio de este escribidor fuera un toro de cortijo, -que en la muleta se comportó molesto y algo complicado-, sino porque con el público a favor, excitado por la emoción del tercio de varas, a poco más que hubiera hecho, más hubiera recibido.

Si las tandas hubieran sido más largas, de cuatro o cinco, no de solo tres muletazos-, y a lo sumo solo en número de tres o cuatro-, hubieran bastado para haber recibido esa oreja a ley que llevaba el de La Quinta.

Tercio de varas en el que se lució el varilarguero Juan Francisco Peña. Que a juicio de quien esto relata se lució, pero solo… a medias. Aguantó Peña bien la vara cual caballero en el segundo encuentro, pero le faltó ese rematar en el tercero.

Bien el presidente Trinidad López-Pastor por no conceder el cambio, pese a ser solicitado por el coleta. Bien, digo, por dejar ver el espectáculo del toro yendo, repitiendo en el caballo. Que a poco que se hubiera encelado, cierto que no de tan largo, probablemente hubiera sido posible el espectáculo.

Espectáculo bochornoso que vimos en otros tercios de piqueros, al señalar traseros y excederse en el castigo.

El bello y noble arte de torear y picar a caballo

Ese irse más allá de la Puerta de Madrid. Ese torear, llamar, encelar, embrocar, torear a caballo. Cuando el toro no va, hay que hacerle venir. Sí, algo que no es fácil, lo sé, pero a quien puede presumir de ser uno de los mejores picadores de la actualidad, hay que exigirle como tal.

Me quedo con la sensación de que, bien por prudencia, -siguiendo los deseos exteriorizados por parte de su matador a la presidencia-, bien por inercia, aquello se desinfló, no acertó y la emoción se desvaneció.

Largo, demasiado largo, se le puso al toro al caballo, es cierto, pero de haber ido y de haberlo conseguido el piquero, su actuación hubiera sido de premio. De aquellos premios Mayte, tan codiciados y desde hace años desgraciadamente desaparecidos.

Dufau tampoco lo vio, tampoco lo aprovechó

Como se le fue a Thomas Dufau el tercero de La Quinta. Se le fue porque cuando un toro repite, se entrega y pide jarana, no se puede estar ligero, dar las tandas a medias y terminar dejándose enganchar los “habíos”. Con el boyancón sexto, poco se le pudo pedir al monsieur.

Cuatro toros ovacionados y ningún trofeo obtenido refrendan bien a las claras que la primera de San Isidro fue una tarde de oportunidades. Oportunidades perdidas, se entiende.

1ª de San Isidro. Toros de La Quinta, segundo, tercero, cuarto y quinto bien presentados. Primero terciado y sexto pasado de romana. Rubén Pinar, silencio y ovación con saludos. Javier Cortés, ovación con saludos y silencio. Thomas Dufau, silencio en los dos.

Lo mejor:

La emoción que transmitió por unos segundos la embestida firme de "Fogoso" y el acierto de Juan Francisco Peña al recoger con su vara al quinto de La Quinta.

Lo peor:

La oportunidad desaprovechada por Rubén Pinar, Javier Cortés y Thomas Dufau al no hacer méritos suficientes como para obtener ningún trofeo de los buenos segundo, tercero y cuarto de La Quinta.

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