7ª de San Isidro: Rafael González corta una oreja de las cuatro posibles
Solo Rafael Gonzalez suma una oreja de las cuatro posibles que llevaban los novillos del Conde de Mayalde para cortar y que se fueron por la falta de empueje y transmisión de los novilleros.
Se guardó un minuto de silencio en memoria de Fernando Domecq Solís. Tuve una buena relación con este ganadero que lo fue de dos hierros emblemáticos, primero el de Jandilla, y más tarde el de Zalduendo. La última vez que le vi, algo ya tocado, mantuvimos una grata conversación que guardo para mí. Siempre se aprendía hablando de toros con él. Descansa en paz, ¡ganadero!.
Con el recuerdo puesto en Fernando se inició la primera novillada del ciclo. Los del Conde de Mayalde no se comieron a nadie. Entonces ¿cómo fue que se cortó solo una oreja? Es la pretensión de esta crónica analizar lo sucedido en la séptima de San Isidro.
Los novilleros deben estar en novilleros
La primera reflexión es la dificultad que siempre existe a la hora de valorar a novilleros. Obviamente uno baja el listón, pero ¿hasta dónde? Hasta la exigencia que se debe tener con cada cual, según sus particulares posibilidades, en una plaza como la de Las Ventas y en un compromiso, como el de la Feria de San Isidro. Así de sencillo.
Las posibilidades de Rafael González son muchas. Quien viene con 14 novilladas y 17 orejas en su haber debe estar bien. Y a fe mía que el madrileño lo estuvo. Su actitud con el noble primero, -recibido a portagayola-, y el inicio de muleta por alto, ganando terreno hasta los medios y las tandas con la diestra se diluyeron, tras las bernadinas, con el pinchazo recetado. ¿Sólo por el pinchazo? No, también por la frialdad del público. Lo cierto es que el del Conde llevaba una oreja que no se cortó.
Si el novillo no transmite, debe hacerlo el novillero
Empero, González sí se ganó la del cuarto. Por su comienzo de rodillas, y una faena a menos que concluyó con una estocada contundente, tal vez de premio, de gran efecto. La clave del éxito estuvo en que en el primero no transmitió y sí lo hizo en el cuarto. Algo que debe tener en cuenta para el futuro. La transmisión es básica. Por muy bien que se esté o se ponga uno, si no se transmite… nada que agradecer.
Es el caso de Marcos, cuya estatura de alrededor de 1,85 m. desluce lo que hace con el novillo. Con el toro seguro que será distinto. Si a eso se añade la sosería del segundo, -noble, pero parado-, y el poco entusiasmo del fuenlabreño, -técnico, pero mecánico-, se da la conjunción que provoca la falta perfecta de emoción. Por eso, a quien realizó 13 paseíllos el año pasado y sumó 15 orejas y un rabo, le debo exigir más, que no en vano de casta le viene al galgo (al menos por la via familiar ganadera)
La actitud de Marcos en el cuarto
Por eso, cuando en el cuarto se fue a la puerta de chiqueros a recibir a portagayola y siguió, -ya en otro terreno-, por chicuelinas y medias, el ambiente se le puso a favor. A favor hasta que, tras los doblados y tres tandas con la diestra, -algo ligero, es cierto-, se entretuvo en dejar una serie de naturales técnicamente casi perfecta. Los dos pinchazos previos a la entera administrada provocaron, no ya que perdiera la oreja que llevaba el novillo, sino un mayor reconocimiento que el silencio escuchado.
El tercer coleta, Fernando Plaza, -a quien también de casta le viene al galgo, en este caso porque su padre va incorporado a la cuadrilla-, tiene gusto y compone bien. Tras tan solo siete festejos y seis orejas cortadas, tiene buenas maneras, pero le faltó como a sus compañeros la virtud de la transmisión. Y sobre todo en el tercero, manejar mejor los aceros.
Fernando Plaza se crece en el sexto, despacio y con la mano baja
Como sus compañeros, Fernando se creció en el sexto, algo rebrincado, que a medida que se templaba cambió a mejor. Rebrincado en los inicios en parte, pues Plaza dejaba la muleta algo muerta, lo que provocaba que el novillo le alcanzara, le tocara el engaño, le punteara la muleta. Más limpias le salieron varias tandas a izquierdas, al natural, hasta que el utrero le pisó la pañosa, provocando que bajara el ritmo de la faena.
Ritmo que recuperó por momentos al acercar distancias, -despacio, con la mano baja-, e ir así obteniendo muletazos de buen trazo. ¡Ojo a la colocación! Resulta algo perfilero, lo que algunos identifican con el uso del pico, -nada más lejos de la realidad-, pero que desluce el muletazo. Motivos todos por los cuales, Fernando no bajó enteros en Las Ventas, plaza en la que mantiene su crédito, si bien debería llegar y convencer mejor al tendido. Sobre todo ahora, que es novillero.
Tarde de novillos, con orejas para cortar y algo sosos. Y de novilleros, con posibilidades y faltos de garra, de esa que provoca que el tendido se meta en faena, que se empape con las ganas de los toreros, que las tuvieron, pero que no transmitieron.
7ª de San isidro. Novillos del Conde de Mayalde, nobles y con opciones si se les hubiera sabido sacar juego. Rafael González: Ovación con Saludos y Oreja. Marcos: Silencio y Silencio. Fernando Plaza: Silencio y Ovación con Saludos.
Lo mejor:
Las posibilidades de la novillada del Conde de Mayalde por el buen juego de los novillos, cuyas bondades tuvieron si cabe el defecto de la falta de transmisión.
Lo peor:
La falta de emociones derivada por el exceso de técnica y falta de garra por parte de los novilleros. Cuando a los novillos les falta transmisión, son los de luces los que tienen que poner la emoción en el ruedo.