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11ª de San Isidro: De Miranda abre la Puerta Grande y Ureña también el respeto

Tarde de viento en Las Ventas en la que David de Miranda se ganó al público por su entrega y Paco Ureña refrendó su calidad como torero

Puerta Grande de David de Miranda

Puerta Grande de David de Miranda

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El aire, que no otra cosa en los toros que el viento, fue fundamental para analizar la 11ª de la feria de San Isidro, en la que, por otro lado, se puso el cartel de “No hay billetes”.

Este espectáculo que es pasional se da de bruces en ocasiones con el análisis cartesiano. David de Miranda le cortó las dos orejas al sexto, salió por la Puerta Grande de Las Ventas, y punto.

O mejor, punto y seguido. Pues así sucedió en el sexto, un buen toro de Juan Pedro Domecq, el único bueno de la hasta entonces infumable corrida de Juan Pedro, el ganadero, que escondía entre sus manos la cara, probablemente horrorizado por la falta de casta, justo al lado de Enrique Ponce, justo al lado del Rey Emérito.

Lo que importa es la casta, no los kilos

Pero, como digo, salió ese sexto de 605 kilos, - ¡qué tópico el de los kilos! -, un toro encastado, - ¡qué tontería la de los taurinos de huir de la casta! -, que tuvo movilidad y embestía repitiendo, entregado en la muleta de un David de Miranda pletórico de ganas, de ambición, de no dejar que se le fuera la tarde y con un valor a prueba de todo.

Como reza el dicho popular: "del toro bueno líbreme Dios, que del malo ya lo hago yo". Y ese afán fue lo que distinguió la tarde de David. El onubense supo dar la cara con el deslucido y con el bueno, con el encastado y que repetía... también. Tal vez por eso, por sus ganas, se mostró ligero, algo atropellado, -en la lasernina, casi se lo lleva por delante-, y entregado, -con las bernadinas, se jugó el todo por el todo-, actitud que le permitió meterse al público en el bolsillo.

Méritos que, hasta ese momento, propiciaran los dos trofeos. Llegó la hora de la verdad, de la suerte suprema, y el onubense practicó una suerte mezcla de El Juli, -saltito al canto-, y de Curro Romero, -huyendo, no en corto y por derecho-, que no muchos vieron, y entre ellos el presidente que olvidó lo que dice el reglamento en su artículo 82.2, - “la segunda oreja de una misma res será de la exclusiva competencia del Presidente, que tendrá en cuenta la petición del público, las condiciones de la res, la buena dirección de la lidia en todos sus tercios, la faena realizada tanto con el capote como con la muleta y, fundamentalmente, la estocada”.

David de Miranda a hombros tras cortar dos orejas al sexto

Con David de Miranda, orejas y reglamentos al margen, tenemos torero

No es cuestión de ponerse reglamentista, -aunque entonces ¿para qué está el reglamento?-, sino de valorar el mérito del onubense, que para servidor no hubiera sido menos, si solo se le hubiera concedido un trofeo. No hubiera sido menos, pues el valor, la entrega, la disposición desde el minuto uno, -como así ocurrió en el primero-, me reafirman en mi idea de que tenemos torero.

Lo que hace falta es que se lo tengan en cuenta las plazas y le den el lugar que ayer se ganó.

Lo hablé con José Antonio Carretero en el patio de cuadrillas. “Este tío tiene un valor increíble y viene absolutamente mentalizado”, me dijo. Y no se equivocó. Me alegro por él, por San Isidro y por la Fiesta. Ahora, lo que hace falta es que se lo tengan en cuenta las plazas y le den el lugar que ayer se ganó, aunque no hubiera abierto la Puerta Grande de Las Ventas. Oportunidades para triunfar y no para estrellarlo. San isidro, feria de las oportunidades

La emoción y el toreo de Paco Ureña, repiten y convencen al público

Volvía Paco Ureña a su plaza, en la que es muy querido, tras la pérdida del globo ocular en septiembre del año pasado. Fue recibido con una calurosa ovación. Y Ureña fue quien dictó que eran los terrenos del tendido 5 en los que el viento molestaba menos. Fue allí donde subió la emoción por el esfuerzo y la entrega del murciano.

Fue en el cinco donde a un toro manejable, pero con complicaciones, le inició Ureña una faena con doblados por alto, - para no obligarle por su justeza de fuerzas-, y seguir con la diestra, con esa composición vertical tan característica, tan propia, tan suya. Tras las trincheras dejó un pinchazo en lo alto, -insisto, en lo alto-, y una entera de buena factura que el usía no consideró suficiente para el corte de un apéndice y dar, a petición, una triunfal vuelta al ruedo.

Las dificultades del quinto, -justo de fuerzas, frenándose y quedándose corto, cabeceando y midiendo con media embestida-, no le impidieron a Paco Ureña dar la cara y, pese a la entera baja, cortar una oreja. Entonces me vino a la cabeza lo sucedido en el tercero. Entonces, no entendí nada ni al palco, ni a la plaza.


Paco Ureña, se reafirma y lleva el respeto en su reaparición.


Enrique Ponce lo vió desde la barrera: El Juli no tuvo toros

Aún recuperándose de la grave lesión que le ha impedido estar en Madrid, Enrique Ponce veía desde la barrera a El Juli, que aceptó sustituirle, -aún no se sabe cuánto le ha costado esta sustitución al fondo suizo que sostiene Plaza 1 y la de conversaciones que tuvieron que hacer desde la empresa para convencerle-, en una tarde en la que el viento y el lote sorteados no permitieron a Julián estar a la altura que se espera de él.

Digno de devolverse el segundo, aunque finalmente se mantuvo, nada pudo hacer El Juli por su comportamiento, descastado y deslucido. El cuarto, devuelto ya en el tercio de muleta dio paso a un sobrero de Algarra, no menos inválido que el titular, ante el que expresó voluntad y pasaportó de un bajonazo.

Lo que dice el reglamento y la potestad del presidente para devolver un toro

Análisis aparte merece la decisión del presidente Trinidad López sobre la devolución tras haberse iniciado el tercio de muleta. Y de nuevo debemos consultar el reglamento que en su artículo 84.1 dice: “El Presidente podrá ordenar la devolución de las reses que salgan al ruedo si resultasen ser manifiestamente inútiles para la lidia, por padecer defectos ostensibles o adoptar conductas que impidieren el normal desarrollo de ésta”. Y sigue: “En tales casos, elevará al Gobernador civil propuesta de incoación del expediente a fin de depurar las responsabilidades en que se hubiere podido incurrir”.

El reglamento establece la potestad, pero ni dice desde cuándo, ni hasta cuándo puede y debe tomarse tal decisión durante la lidia. En ese caso, es de aplicación una norma no escrita, que surge de la interpretación del artículo 40, que viene a establecer que el presidente puede tomar cualquier decisión en evitación de la alteración del orden público. En consecuencia, la devolución fue un acierto de Trinidad López.

Dicho lo cual, normativa al margen, uno se queda con la disposición de Ureña y De Miranda que, pese al viento y al deslucido juego de los de Juan Pedro, lo dieron todo. El uno fue premiado con vuelta y oreja y el otro con dos orejas y Puerta Grande, que ojalá le sirvan para entrar en muchas plazas, si las figuras le dejan.


11ª de San Isidro: Toros de Juan Pedro Domecq, deslucidos, salvo el sexto, encastado y con bondad. Julián López “El Juli”: Silencio y Silencio. Paco Ureña: Vuelta y Oreja. David de Miranda: Palmas y Dos Orejas.


Lo mejor:

La actitud, entrega y disposición de los diestros Paco Ureña y David de Miranda, que lo dieron todo.

Lo peor:

El juego de los toros de Juan Pedro, de lo que se salva tan solo el sexto


Cartel de la 12ª de San Isidro:

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