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16ª de San Isidro: El último Victorino, un toro para congraciarse con el pasado

El último toro de la corrida de Victorino fue un digno heredero de la casta transmitida por sus antepasados los albaserrada que ayer cumplieron 100 años.

Natural de Emilio de Justo

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Como antaño, se verificó la segunda de las tres que conmemoran los 100 años del encaste Albaserrada. Aquella inaugural de hace un siglo, según cuentan las crónicas, fue dura. Sé que no se pueden comparar, pues corren tiempos y gustos distintos. La de Victorino en el decimosexta de San Isidro, como antaño, no defraudó en el caballo. No así los varilargueros que, en ocasiones por señalar traseros y bajos, y en ocasiones en exceso, distaron mucho de aquellos “brazofuertes” de hace cien años.

La plaza, -casi lleno-, venía con los ánimos en alto tras las emociones del día anterior con la corrida de José Escolar. Ánimos para ver otra de suspense. Pero, no fue para tanto hasta que salió el sexto, que se reivindicó por sí y por todos sus hermanos.

Octavio Chacón destacó como director de lidia

Se midió la terna con distinta suerte. Por delante, Octavio Chacón. Torero revelación el año pasado, no tuvo suerte, ni estuvo a la altura de lo que se esperaba en esta su segunda tarde en Las Ventas.

Imposible el primero por su genio y peligro, con el que lo intentó el gaditano, lo cierto es que el victorino tuvo casta y terminó echándose en los medios. Más de uno del tendido, entregado con la causa y olvidando el resto de su comportamiento, le ovacionó en el arrastre. Aún no me explico el porqué.

A partir de ahora, habrá que decir que no hay sexto malo

El cuarto escuchó palmas. Palmas por su nobleza sí, y por su humillada embestida, también, Pero ¿palmas por buscar, por quedarse corto, por reponer y mostrarse pegajoso? No, el cuarto no fue tan fácil. Fue importante, cierto. De cara o cruz, es verdad. Pero, exigente. Muy exigente. Lo cual no tiene por qué ser un defecto para el ganadero.

Tengo la impresión de que le desbordó el cuarto a Octavio Chacón, que hizo todo un ejercicio de colocación perdiendo pasos para reponerse y volver a “ocupar sitio”. Un sitio excesivamente al hilo, casi fuera de cacho. Algo que en Madrid es pecado mortal. Tengo la impresión, que le faltó acoplarse al gaditano.

Daniel Luque no bajó el listón pese a llevarse lote más deslucido

No quiero olvidar, en cualquier caso, los detalles de director de lidia: quites, cuidado en el orden… Chacón estuvo pendiente de todo, lo que considero a su favor, por mucho que se le viera apagado con respecto a otras tardes, y en concreto con sus actuaciones del año pasado.

Pidió estar, o casi, Daniel Luque en la corrida de Victorino. Tuvo mérito el de Gerena en el segundo que lo intentó por ambos lados luciendo en una tanda por el derecho y en otra por naturales. Y todo, pese a la sosería de Mingano.

Otro toro fue el quinto, que no se entregó en ningún momento. Iba y venía, soso, no transmitía y este tipo de toro en Las Ventas, al igual que el primero de su lote, no dicen nada.


Emilio de Justo da la vuelta al ruedo tras su triunfo en el sexto


Completaba la terna un torero muy querido en Madrid, Emilio de Justo. El tercero fue complicado y deslucido y Emilio dejó muestras de voluntad, que poco más pudo hacer. No sucedió así en el sexto. Va a haber que cambiar la frase y decir “no hay sexto malo”.

Un buen toro para un buen torero, Emilio de Justo, que supo aprovecharlo

No hubo sexto malo en la de Juan Pedro, toda ella aburrida hasta que salió el sexto. La de Victorino iba por los mismos derroteros. Pero, salió el sexto que, tras cumplir con el equino, fue noble en la muleta, repitiendo, humillado, muy despacio, transmitiendo, con buen son, cualidades todas ellas que Emilio de Justo supo aprovechar cambiando la faena de ritmo y de pitón. Una faena medida, quedándose a veces descubierto por el viento, lo que incrementaba el mérito y la temperatura de la emoción.

Por su esfuerzo, por saber estar y disfrutarlo, por el toro que tuvo y por el espadazo, cortó una oreja, que pudieron ser dos. Oreja a ley a un Victorino que, fiel a sus orígenes, tuvo humillación, casta y transmisión, secretos bien guardados de una familia dedicada a la cría de ganado bravo, que en la 16ª de San Isidro con el último pudo, por fin, congraciarse con el pasado.


16ª de San Isidro. Toros de Victorino Martín. Bien en el caballo, desiguales de juego, destacando el sexto por su seriedad y transmisión. Octavio Chacón: Silencio y Silencio. Daniel Luque: Ovación con Saludos y Silencio. Emilio de Justo. Silencio y Oreja. Los tres diestros brindaron su primero toro al Rey Emérito, presente en la meseta de toriles.


Lo mejor:

La humillación, casta y transmisión del sexto victorino que recordó a los mejores de esta ganadería por sus virtudes de siempre.

Lo peor:

La inexplicable actitud de algunos presentes, empeñados en vociferar de forma irrespetuosa al torero, cuando no faltona, sin ningún acierto.


Cartel de la 17ª de San Isidro

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