La digitalización se retrasará en España por las tasas “Google” y Tobin
Ambas entrarán previsiblemente en vigor en 2021 tras su aprobación hoy por el senado con 134 votos a favor, 101 en contra y 28 abstenciones. Es un error por su carácter unilateral sin la UE.
El Pleno del Senado ha aprobado definitivamente este miércoles los proyectos de ley del Impuesto sobre Determinados Servicios Digitales ('tasa Google') y del Impuesto sobre las Transacciones Financieras ('tasa Tobin'), sin introducirse cambios, por lo que previsiblemente entrarán en vigor a partir de enero de 2021. Se han rechazado tanto los vetos del PP y Vox como las enmiendas de los distintos grupos, quedando ambos proyectos aprobados definitivamente en las Cortes Generales.
El pasado 30 de julio, la Comisión de Hacienda del Congreso ratificó las ponencias y validó sendos proyectos de ley, remitiéndolos directamente al Senado y contemplando autoliquidaciones mensuales y su entrada en vigor a los tres meses de publicarse en el BOE, de forma que previsiblemente verán la luz en enero de 2021.
Se trata de las dos primeras modificaciones fiscales contempladas en el plan fiscal del Gobierno de cara a los Presupuestos Generales del Estado (PGE) de 2021. La intención es que los nuevos impuestos entren en vigor el próximo 1 de enero y la Ley de Presupuestos Generales del Estado podrá modificar el tipo impositivo y las exenciones del impuesto.
Con la ‘tasa Tobin’, el Gobierno prevé recaudar 850 millones de euros anuales, al gravar con un 0,2% las operaciones de adquisición de acciones emitidas en España de empresas cotizadas cuya capitalización bursátil sea superior a 1.000 millones de euros. No se gravará la compra de acciones de pymes y empresas no cotizadas.
Por su parte, la ‘Tasa Google’ gravará aquellas empresas con ingresos anuales totales de, al menos, 750 millones de euros y con ingresos en España superiores a los 3 millones de euros, dirigiéndose a servicios de publicidad en línea, servicios de intermediación en línea y la venta de datos generados a partir de información proporcionada por el usuario durante su actividad o la venta de metadatos.
Aunque Hacienda tenía prevista una recaudación inicial de unos 1.200 millones de euros (antes de la pandemia), posteriormente la rebajó a 968 millones. Y la ministra Montero sabe que es una utopía. La tramitación de este nuevo impuesto se ha producido en medio de las amenazas de Estados Unidos a España, Francia, Reino Unido e Italia sobre represalias con nuevos aranceles sobre estos impuestos digitales, llegando a fijar aranceles sobre Francia.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, aseguró recientemente que no se escatiman esfuerzos para alcanzar un acuerdo sobre la tasa ‘Google’ en el marco de la OCDE o el G20, pero aclaró que, si no se logra un acuerdo internacional este año, la UE aprobará una propuesta propia a principios de 2021.
La senadora del PP Elena Muñoz Fonteriz ha criticado que la tramitación se haya hecho «con prisas» y «ajustando plazos al máximo» para no admitir cambios, y ha tildado de profundo error la implantación unilateral porque generará un «agravio comparativo» con otros países y no procede crear y subir impuestos con nuevo tributo que es «el primer plato del aperitivo del sablazo fiscal» que prepara el Ejecutivo, tras el nuevo cuadro ‘macro’ que empeora las previsiones.
Fonteriz ha apuntado que el PP no está en contra de la naturaleza del impuesto, pero sí de su adopción en solitario, al margen de los países de la OCDE y la UE que trabajan en esta fiscalidad para antes de final de año, por lo que cree que se producirá un «perjuicio» a empresas y consumidores y no se conseguirá la recaudación prevista y que pronto será «papel mojado». Ha cifrado el impacto del impuesto en 600 millones por el retraso de la digitalización, con una economía «menos productiva, innovadora y competitiva».
Jacobo González-Robatto Perote, senador de Vox, ha denunciado la «mala fe» del Gobierno al proponerse «llevar a España a la ruina» y reconocer incluso que hace falta una respuesta global a la imposición de la actividad digital, en vez de unilateral, con unos objetivos de recaudación «completamente irreales». Perote ha augurado «represalias» de EE.UU. a empresas y mayores costes de bienes y servicios a los españoles, así como un «retraso» en la digitalización.
Al igual que el PP, Ruth Goñi (Cs) no se ha opuesto a un gravamen coordinado internacionalmente, pero también ha rechazado la unilateralidad del impuesto al ser «más restrictivo» que el comunitario, lo que afectará a la competitividad, creará distorsiones en el mercado, tendrá efectos en la recaudación y se cargará a los consumidores.
La oposición también ha rechazado el nuevo gravamen a las transacciones financieras han aludido al coste de su implementación que será repercutido en el cliente y han incidido en que supone una subida de impuestos porque gravará las transacciones que también están vinculadas a los fondos de pensiones.