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Educación: cuanto peor, mejor

Es el sueño de todo estudiante: aprobar sin aprobar, suspender sin que te pase factura y pasar de curso aunque no se haya dado palo al agua

Educación: cuanto peor, mejor

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Ely del Valle

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La luz verde que se ha dado por decreto ley a la supresión de los exámenes de recuperación y a poder pasar de curso y presentarse a la EVAU con varias asignaturas suspensas llega tarde porque a ver quién es el guapo que en edad escolar no hubiera querido para sí esta tabla rasa. Es más: no se descarta la posibilidad de que el siguiente paso sea dar un título universitario a todo aquel que demuestre haberse visto media docena de tutoriares en Youtube y una medalla olímpica a cualquiera que se haya apuntado a un gimnasio. Al fin y al cabo, premiar el esfuerzo no es más que discriminar al vago que tiene tanto derecho como el que más a llegar al mercado laboral sin tener ni repajolera idea de lo que se trae entre manos.

Esta premisa, que es la que parece iluminar a unos mandatarios más preocupados por lo visto en presentar ante otros países que nos dan sopas con ondas en excelencia, un baremo de aprobados muy por encima de la realidad pero que presentados en cifras quedan muy vistosos, no es más que otro de los despropósitos que se están haciendo con la educación desde hace mucho tiempo.

Dejar en manos de la voluntad de los profesores el pasar o no de curso, provocará un aumento del acoso que ya sufren por parte de padres y alumnos

Sonroja ver esos concursos de televisión en los que los participantes no saben diferenciar un artículo de un verbo, la capital de Francia de la de Portugal y confundir a Platón con un futbolista, pero eso no es más que el resultado hecho carne de haber dicho adiós a la Filosofía, a las Humanidades, a la ortografía como Dios manda y a valores como el mérito, el esfuerzo y la perseverancia.

Dejar que los niños suspendan sin ninguna consecuencia y poner su promoción en manos del libre albadrío de un Consejo Escolar que va a carecer de pruebas objetivas para poder tomar decisiones, además de ser tremendamente injusto para los propios alumnos que tendrán que enfrentarse algún día a un trabajo donde ningún decreto ley les va a sacar las castañas del fuego, es incentivar el acoso contra los profesores, muchos de los cuales se van a ver presionados, cuando no agredidos, por algunos de sus alumnos y de esos padres por civilizar tan amantes de culpar siempre al docente de los desmanes de sus hijos.

Quitarle valor a un suspenso es castigar a quien sigue creyendo en el poder del mérito y el esfuerzo

Se supone que uno va al colegio a aprender, no a pasar el rato. El Estado, o sea, todos nosotros, invierte una gran cantidad de dinero en formar a sus ciudadanos. Eso es lo que reza una teoría que acaba de ser dinamitada a favor de una nuevas generaciones que ni siquiera van a estar preparadas para afrontar la frustración de un suspenso. Lo estamos viendo ya, y lo vamos a ver aumentado.

De siempre se ha dicho que la cultura y el conocimiento eran las armas más potentes para que los pueblos progresaran. Se supone que el socialismo tendría que hacer bandera de ello; sin embargo este gobierno prefiere igualar por abajo, quizá porque siempre es más fácil manipular a quien adolece de una formación sólida, que es de lo que vienen careciendo las últimas hornadas de estudiantes desde que empezaron a sucederse, a gusto del gobierno de turno, leyes educativas cada vez más disparatadas.

Esta última aportación del examen como elemento prescindible de evalución coloca a nuestros hijos, una vez más, en desventaja ante un mercado laboral globalizado donde países como Singapur o Finlandia aportan, eso sí, a base de esfuerzo y mérito, unos estudiantes con una preparación que está a años luz de la que damos aquí. Y lo más trágico de todo, es que esos futuros adultos mal preparados y con carencias básicas son los que nos gobernarán algún día. Aunque visto lo visto, tampoco van a tener muchas posibilidades de hacerlo peor que los de ahora.

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