Banyeres de Mariola a Roma: ida y vuelta
Nada más sentarnos a la mesa Ana Esteve nos ofreció una focaccia de patata con tomate pera deshidratado, que no estaba mal pero tampoco hacía presagiar las sorpresas que vinieron después
Hace tiempo que venía leyendo sobre este relativamente nuevo Restaurante Alba a críticos y comentaristas gastronómicos, pero sobre todo a esa marabunta de blogueros que son legión disonante porque cada cual escribe sobre lo que le rota, aunque lo que más suele afectarles es el precio de la manduca.
Hace un par de semanas recibo llamada de un matrimonio íntimo amigo nuestro, excelentes gourmands y sabios gourmets, enraizados en Banyeres de Mariola, pero conocedores del Mapamundi gastronómico, invitándonos a conocer este restaurante que ahora ya anda en toditas las voces.
Y allá que fuimos porque y además tenía dos singularidades: la primera dedicarse por entero a la clásica cocina italiana, esa que tan excelentemente supieron propagar el enorme y pantagruélico músico Gioachino Rossini y el estudioso Pellegrino Artusi; y la segunda, como ya había leído y escuchado a otros colegas del periodismo, Pedro López fue mi primer informante, contándome lo que después la cocinera Alba Esteve me amplió: era oriunda de Banyeres, donde trabajó en el restaurante Pirámide de su pueblo natal, a las órdenes de Ana y Luis Miguel, y después en el santuario de los hermanos Roca y tras conocer a un muy buen amigo en las cocinas del Celler, se trasladó con él a su restaurante en la zona de Abruzzo. En Italia, y gracias a su solvente preparación previa, se le abrieron todas las puertas recalando finalmente en la Antica Fonderia y en Mazapane donde conoció al sumiller y hoy su marido Michel Magoni.
Ya es misterio de la Santa Curia o de Fellini que los romanos reconozcan a una extranjera, española para más inri de idas y vueltas invasoras, como la más sabia cocinera a la hora de encontrar el punto justo al espagueti carbonara, pero así lo confirmaron revistas especializadas y periódicos de esa ciudad abierta en la que confluyen todas las cocinas italianas. Por cierto, y a propósito, todas las pastas las elaboran ellos como no podía ser de otra manera en un Ristorante que se precie de tal, incluidas las enconadas y encendidas discusiones entre el norte, el centro y el sur italianos, por no hablar de los sicilianos que relegan al resto apoyándose en la calidad de sus trigos.
El servicio atento y diligente, son pocas mesas, la decoración no me parece destacada, pero aceptable para un restaurante de esta categoría
Pero como esta popular pasta carbonara (sin nata) necesita su punto y aparte de primus inter pares, la dejamos para otro día. Y preferimos escoger el menú pensado por nuestros anfitriones que ya se lo tenían muy doctamente degustado.
Nada más sentarnos a la mesa Ana Esteve nos ofreció una focaccia de patata, en lugar del pan de levadura plana, con tomate pera deshidratado (me recordó a los de Valle del Belce), que no estaba mal, pero tampoco hacía presagiar las sorpresas que vinieron después. Su ensaladilla con boquerones en vinagre y encurtidos ligeramente ahumados con madera de olivo, era todo un homenaje alicantino a la casa de campo donde la chef vivió una infancia y adolescencia como eventual pinche de su abuela. Deliciosos los boquerones.
Tras este guiño a la Terreta, nos sirvieron un parisino tartar de ternera aliñado con cebolla dulce y el toque nuestro de pebrella, sobrasada artesanal y lascas de queso "Ojos del Guadía". Armoniosa conjugación de sabores. Pasando a su "pulguita" individual, con un pan de mantequilla elaborado por la chef, "porchetta" (cochinillo marinado con tomillo y romero) crema de queso trufada y anchoa del mar cantábrico 0,0. Un mar y montaña que se devora en dos bocados. Por entonces ya entronizada el mantel un Barolo Flori 2017 proveniente de la zona Barolo Langhe Piamontesi, elaborado a partir de una única uva, Nebbiolo, del que hay que reconocer que en Italia han vuelto a hacer muy buenos vinos, sobre todo los pequeños cosecheros.
Y ya hablando de cosas serias mi amigo Vicente Mataix y un servidor compartimos el Risotto con Conejo a la "Cacciatora" (Guiso típico Italiano, a base de conejo, vino blanco, sofrito de verduras, anchoas, aceitunas y romero), con un polvo de aceitunas negras espolvoreado por encima, del que no puedo cantar sino virtudes; y mira que he probado risottos a lo largo de toda la bota itálica. Pude probar de mis compañeras de mesa la Lechola o Pez Limón con una base de Bolets o Setas de chopo recolectadas en Banyeres de Mariola y un velo de panceta por encima. Elegante al paladar, exquisito gusto, y las setas, que ya conocía de algún viaje a la Sierra de Mariola, sencillamente geniales. Aquí nos escanciaron un tinto del que soy conocido admirador: Quinta del 67 de Bodegas Volver vino D.O. Almansa, monovarietal a partir de Garnacha Tintorera (o mejor escrito Alicante Bouchet) se lo recomiendo.
Terminamos en postres con los higos, al igual que las setas de chopo serrano, contrastadas e italianizadas con una ricota con un toque de canela y nueces garrapiñadas. Rematando con una original una tartaleta de limón, aromatizada con yuzu.
El servicio atento y diligente, son pocas mesas, la decoración no me parece destacada, pero aceptable para un restaurante de esta categoría. Un café stretto y una grappa Nonino acompañaron excelente sobremesa charlando sobre las tan diferentes Italias gastronómicas.
Alba restaurante
C/Virgen del Socorro 68, Alicante
Teléf.:965819631
Precio medio: 25 a 60 €