El Mesón de la Costa, la Torrevieja infalible
Buen producto de lonja y de matadero.
El Mesón de la Costa
Entre la prudencia y el escepticismo dejamos un tanto abandonada la crítica gastronómica
durante julio y agosto, dado que en los restaurantes cuelgan el “completo”; otros amplían
mesas indiscriminadamente, se doblan y triplican turnos, etc. Y, en definitiva, las cocinas van a
un ritmo que, por incesante demanda, deteriora su acostumbrada y habitual calidad. Si eso
añadimos un servicio de refuerzo en mesa temporero y poco avezado, el resultado no puede
ser más decepcionante en la mayoría de los casos.
Y es que el veraneante español ha cogido como propia la costumbre francesa de la
“gourmandise”, es decir comer varios días en casa, en el hotel de pack completo, o en
asequibles bares cercanos, para invertir, aunque sólo sea un día a la semana o cuanto den de sí
las vacaciones, en esos restaurantes que, o bien porque lucen estrellas Michelin en su fachada,
o por afamados méritos en producto de primera calidad, empezando por el mercado, saltan de
los 100 euros el cubierto.
Trabajé durante un tiempo como asesor en el Ayuntamiento de Torrevieja, y siempre me
apetece retornar para revivir experiencias visuales y gastronómicas, hablar con amigos nunca olvidados, y asombrarme con el crecimiento exponencial (para bien y para mal) de aquel
pintoresco pueblo de pescadores, habaneras y salinas, convertido hoy en una megalópolis
turística donde lugareños y mesetarios conviven con la babélica de urbanizaciones rusas,
ucranianas, británicas y centroeuropeas en la paz que da la obligada neutralidad del territorio
ajeno.
Y como se trataba de remembranzas volví al que hoy se ha convertido en el restaurante de
referencia, no tanto por la cocina, que continúa con un ideario tradicional, sino por un
producto que se paga lo que vale, y vale mucho desde el marisco como entrante, pasando por
pescados que no engañan ni en el ojo ni en la tersura espinal, para llegar al final feliz de unos
postres caseros resueltos con antiguas usanzas: El Mesón de la Costa.
Escaparate de pescados y mariscos
Mi musa ese día no se había ido con “El Nano”, sino que tuvo a bien acompañarme como
asesora y buena conocedora del local y de la familia García Legaz que lo regenta. Empezamos
con unos chipirones encebollados con pasas y piñones, plato bien conocido desde que
Torrevieja formó parte de Al-Ándalus, con ese contraste de sabores que tiene el dulce de los
frutos secos y el salado del pequeño invertebrado. Más normales las gambas rojas al ajillo con huevos fritos de corral. Aunque siempre es una delicia mojar ese aceite, saborizado por “la roja” de caladero levantino y con el huevo roto de “toma pan y moja, perfecto ensamble por tiempos (ajo, gamba, huevos) de la cocinera Enma García.
El pulpo en tempura es aquí versión muy contemporánea, de ida y vuelta con los japoneses del
siglo XVIII a quienes portugueses y españoles enseñamos una fritura que ellos mejoraron en
levedad y delicadeza. La diferencia está en el aceite de oliva, un producto de lujo en Japón, y el
de girasol con el que allí cocinan habitualmente. Aunque desde luego el mayor de los
octópodos no me parece el ideal con este tipo de frito, por otra parte, tan sutil con los
vegetales.
En la bandeja de salazones destaca la hueva mújol, preparada por la madre del clan familiar; y,
¿cómo no? entre barcas y sonrosadas salineras inmediatas, los prensados de hueva de atún y
la deliciosamente prieta mojama el túnido. Para cerrar: marinados con un matrimonio de
boquerones en vinagre, estilo de la casa, tan sencillo como agradable si la textura acompaña.
Llegó después un contundente chuletón de vaca, resuelto a la piedra, o sea convirtiendo al
comensal en su propio cocinero buscando un punto que casi nunca logramos, por algo tan
obvio como que no somos profesionales en esta simbiosis del fuego con la carne, y talmente
me parece una de las mayores horterada de la cocina contemporánea. Mejor pídanselo al
maestro asador que para eso está y sabe tratar los puntos.
Chuletón como mandan los cánones
Y volvimos a la medieval España de las tres culturas con una tarta de higo, por cierto, probé
una estupenda y muy parecida en Jerusalén, debo reconocer que ésta tampoco desmerecía a
las proverbiales murcianas cuya fama también resulta característica de la huerta.
La bodega, constantemente ampliada en cantidades y calidades por el maître y sumiller José
Javier, ahora resulta casi tan interesante como aquella mítica de Cabo Roig. Consecuentemente ha aumentado la oferta, y actualmente lo que resulta más difícil es seleccionar fuera de las tópicas etiquetas. Déjense aconsejar y que le descubra alguno de los novísimos. Optamos por el Jotas de Montelaguna (tempranillo Ribera del Duero) puede calificarse como excelente, y no tardaremos en verlo situado como uno de los grandes de aquella zona tan competitiva.
Y por el champagne William Saintot Roseraie Champagne Premier Cru, donde prevalece la
Pinot Noir, me recordó a uno de los mis má a degustar s amados Laurent Perrier, por el
rompiente y el retrogusto, aunque debo reconocer que soy devoto de la Chardonnay.
Con los cafés, y una charla distendida sobre la autenticidad de las grandes razas vacunas
española y por extensión europea, pude volver a degustar un whisky que para mí ha sido
mítico y ahora prácticamente inencontrable: el conmemorativo Johnnie Walker Blue Label 1.
Pagué una considerable minuta, pero no por eso menos justa, e inmediatamente envié al
periódico para su reintegro en mi modesta cuenta corriente. Hago está adenda en defensa del
profesional de la crítica gastronómica (contratado por un medio de comunicación o editorial),
y hoy analítica de yantares tan invadida por indoctos blogueros, asaltamesas que no han
viajado más allá de sus cantonadas comarcales, y leído menos libros de gastronomía y
alimentación que cabrían en una caja de zapatos.
El Mesón de la Costa. Ramón y Cajal, 27, 03182 Torrevieja
Teléf.: 966 70 35 98
Precio medio 80 a 120 euros
Cierra domingo noche y lunes