BLOQUEO INSTITUCIONAL
La deriva del Consell Valencià de Cultura: De Santiago Grisolía a Santiago Calatrava
El prestigioso bioquímico, supo agradar por igual a su mentor, a Rita Barberá o a Ximo Puig. Y mantuvo una productiva pax romana en el seno del CVC, buscando consensos y apoyos cruzados mientras pudo hacerlo. Más complejo resultó el final.
No parece probable que los recientes acontecimientos en la política nacional y su repercusión en la composición del Gobierno valenciano, vayan a producir cambios inmediatos en la errática trayectoria en bucle, en la que inopinada e inoportunamente se ha instalado el Consell Valencià de Cultura. Aunque la aritmética parlamentaria sigue siendo la misma, la política de pactos -el bloqueo admitido por el PSPV- puede cambiar tras la autoexclusión de Vox. En las dos últimas oportunidades este partido no tuvo interés en presentar candidatos para el órgano cultural estatutario. No se han pronunciado sobre esta posibilidad por ahora, para la próxima renovación de aquel. Pero es de cajón que sin el improbable apoyo del PSPV -el de Compromís sería inaudito- sus candidatos no obtendrán la mayoría cualificada exigida. Aun con el respaldo del PP.
Mientras tanto, cada Pleno evidencia esa sensación de que el CVC se ha convertido en el último reducto institucional desde el que la izquierda ejerce con mayoría indiscutible, además de la propia presidencia, una permanente crítica de los actuales gobernantes.
El regreso a sus antiguas responsabilidades en el Gobierno valenciano de la vocal Marta Alonso -nueva Directora General de Patrimonio- deja ya en cuatro (como en el Constitucional) los votos que hipotéticamente discreparán, inútilmente expresados frente a trece, en probables episodios similares.
Esta deriva tóxica, además del daño reputacional a la institución del que ya se hizo eco ESdiario, está provocando no pocos daños colaterales en los propios vocales. Las comparaciones con otras épocas y circunstancias, las características curriculares de los miembros actuales y la irrupción en algunos medios de nombres propios y campanudos, provocan un malestar general. Es cierto que son muy pocos los que carecen de militancia partidaria y muchos los que han ostentado cargos de responsabilidad política. Y también, que esto no es óbice para opacar una personalidad relevante en el mundo cultural, apenas con alguna excepción, ni que los primeros garanticen por su independencia el debido prestigio.
Cuando Eduardo Zaplana eligió contra todo pronóstico a Santiago Grisolía en 1996 para la presidencia del CVC, el prestigioso bioquímico valenciano supo corresponder, tanto como desde la Fundación de Estudios Avanzados y los Jaume I, con una colaboración leal y eficiente. Dieciocho años más tarde sería reconocido por S.M. el Rey Juan Carlos como Marqués de Grisolía. Durante su extenso mandato supo agradar por igual a su mentor, a Rita Barberá o a Ximo Puig. Y mantuvo una productiva pax romana en el seno del CVC, buscando consensos y apoyos cruzados mientras pudo hacerlo. Más complejo resultó el final.
Partidos sin representación representados
La fantasía de que otro prestigioso Santiago, el arquitecto valenciano Santiago Calatrava pudiera ocupar su puesto, no se compadece con la exitosa y activa vida profesional que a nivel internacional dirige desde Suiza. Bienvenido fuere.
El lunes se celebrará el último pleno del semestre con sólo dieciocho vocales y sin que se haya producido la renovación, prevista para este mismo mes de julio, de doce de los veintiuno que conformarán el próximo Consejo. En él, eso sí, se sentarán durante tres años más en cualquier caso, vocales propuestos en su día por Ciudadanos y Podemos, en detrimento de los candidatos de los partidos con representación parlamentaria. Lo que resulta extraño, pero así está legislado.
renovación inmediata, debieran apartar sus diferencias y velar por el prestigio de la Institución estatutaria. Fantasías aparte.
Mientras, tanto la presidencia como el conjunto de vocales, haya o no renovación inmediata, debieran apartar sus diferencias y velar por el prestigio de la Institución estatutaria. Fantasías aparte.