Arde Sueca, Valencia echa humo
Lo que desgasta es la oposición, y al ritmo que van los socialistas valencianos bajo la dirección de Diana Morant, se van a quedar para vestir santos de un pasado glorioso
La archiconocida frase de aquel gran mago de la política italiana Giulio Andreotti: “El poder desgasta, pero desgasta más no tenerlo” (o lo que es igual: la oposición). Un aforismo sobre el que debiera reflexionar el PSOE-PSPV de la Comunidad Valenciana, desgastándose cada día más desde que el derrotado Ximo Puig salió por piernas al placentero exilio francés, dejando sus responsabilidades en manos de una ministra madrileña, nacida y crecida en Gandia, de donde fue alcaldesa durante 6 años, finalmente sustentada por Compromís, hasta que Pedro Sánchez, sabedor de las argucias y maniobras de la ingeniera para controlar el sonriente absolutismo de Ximo, la reclama a Madrid para que sustituya a un astronauta, Pedro Duque, que pintaba en el Consejo de Ministros, lo mismo que una cabra en un garaje.
Creyendo doctorarla en el Foro, Sánchez la devuelve a Valencia cap i casal para que recomponga al desabrido e inoperante PSPV que, por estrictas órdenes de Ferraz la nombra Secretaría General; y, ya con el supuesto mando en plaza de la oposición, disponga el asalto final contra el poderoso president de la Comunitat el pepero Carlos Mazón y sus mariachis del Sureste.
Claro que Sánchez estaba acostumbrado a docilidad colaborativa de Baldoví, quien también tuvo que recular forzosamente a Valencia, donde su partido Compromís, entre el “problema Oltra” y su descarriado esposo; Països Catalans o País Valencià como señas de identidad; ¿idioma o dialecto?; pactos y desacuerdos entre una izquierda desestructurada a orillas del PSPV y muy distanciada del dicho al hecho.
Saltan las alarmas cortafuegos en la sede central del PSPV, mientras en Madrid preguntan qué narices ha pasado
Curiosamente Baldoví había sido alcalde de Sueca (2007-2011) donde ahora se acaba de montar el grandísimo pollo de una moción de censura dirigida e impulsada por Compromís, con anuencia de los independientes (Ens Uneix) y dos concejales versos libres del PP, que terminó tirando de sus cabreados dos compañeros sin más remedio que obedecer las directrices de Génova 13, para finalmente y entre todos acabar quitándole la alcaldía al compañero socialista Dimas Vázquez, para entregársela (con condiciones) al “independiente” Julián Sáez, que no se había visto en otra más gorda a 3 bandas.
Saltan las alarmas cortafuegos en la sede central del PSPV, mientras en Madrid preguntan qué narices ha pasado con lo convenido para todos y cada uno de las ciudades y pueblos del País Valencià. “Esa chica mona” Diana Morant no sabe para dónde mirar en el Consejo de Ministros, pues si ni siquiera ha intentado menearle un poquito la silla a Mazón, todavía es más grave la impredecible puñalada de Compromís al costado socialdemócrata del PSOE, mientras el ministro hablador Bolaños deseaba restañar lo que suele llamar “malentendidos” con el partido valenciano y supuestamente de izquierdas.
“A estos no hace falta matarlos (políticamente), se matan ellos solos”, me comentaba una de las cabezas del PP “mejor amuebladas” (expresión original de Alfonso Guerra), y a lo que parece y dije al principio de este artículo, ¡cuánta razón tenía usted, Don Giulio!, como buen vaticanista entre el cielo y el infierno compartidos en una misma persona: lo que desgasta es la oposición, y al ritmo que van los socialistas valencianos bajo la dirección de Diana (todavía no ha hecho una), se van a quedar para vestir santos de un pasado glorioso, pero sin recuperar el poder en varias legislaturas. Alguien debería mover el banquillo y otorgar prejubilaciones entre los socialistas valencianos; no sé qué pensarán las Juventudes Socialistas, pero yo que ellos y como advierten en la Cataluña Norte: “me lo haría mirar”. Sobre todo, con un PPCV en alza y los de Abascal en disolución controlada sin mejor salida que la de volver al partido del que se escindieron y que ahora puede permitirse unas costuras más dúctiles.