¿Quién protege a los niños?
Este mes de agosto, con apenas quince días de diferencia, dos chavales de 15 años, resultaban heridos, uno de ellos de gravedad, como consecuencia de su participación en actos de 'bous al carrer' en Meliana y Villamarxant.
Otra vez se pone de manifiesto que no es algo extraordinario el incumplimiento del propio reglamento que regula estos actos. Centrándome sólo en cuestiones de menores (porque en este espacio es imposible tratar todas las infracciones habituales) el Decreto 31/2015, de 6 de marzo, del Consell, por el que se aprueba el Reglamento de festejos taurinos tradicionales en la Comunitat Valenciana (bous al carrer) en el Artículo 36 indica:
“1. En un festejo de bous al carrer:
a) No se permitirá la participación de menores de 16 años, que, únicamente, podrán acudir como espectadores.”
Calificando como infracción grave tanto la participación de menores de 16 años en festejos taurinos, como permitir que participen.
Por otra parte, la LEY 26/2018, de 21 de diciembre, de la Generalitat, de derechos y garantías de la Infancia y la adolescencia, de rango superior y además posterior al reglamento de bous al carrer, prevaleciendo por tanto las directrices de la ley a las del reglamento, en su Artículo 70 indica:
“1. Las personas menores de edad no podrán participar ni asistir a competiciones deportivas o espectáculos cuyo reglamento contemple la producción de daños físicos o psíquicos sobre personas o animales o puedan implicar riesgos para la salud o seguridad del menor.”.
Esta ley, que entró en vigor hace más de 5 años, ha sido continuamente vulnerada en lo que a este artículo se refiere, con la total connivencia de las administraciones valencianas de todos los colores políticos.
Tampoco el “progresista” Gobierno de España ha incorporado las recomendaciones que ya en 2018 el Comité de los Derechos del Niño de Naciones Unidas instaba a realizar respecto a la tauromaquia:
“Para prevenir los efectos nocivos para los niños del espectáculo de los toros, el Comité recomienda que el Estado parte prohíba la participación de niños menores de 18 años como toreros y como público en espectáculos de tauromaquia".
Durante todo este tiempo seguimos viendo cómo los y las menores continúan accediendo a plazas y calles donde tienen lugar actos de bous al carrer, a cosos taurinos como espectadores y a clases prácticas en las escuelas taurinas.
Como ejemplo, el “Palco infantil” que habilita la plaza de toros de Valencia, dependiente de la Diputación de Valencia y cuya actividad depende del Ayuntamiento de la ciudad, donde se da acceso gratuito a niños y niñas de hasta 16 años para ver cómo se torturan animales y visitar el resto de instalaciones, como el matadero.
¿Qué mensaje les estamos lanzando cuando normalizamos la hostigación, persecución y linchamiento de quien se encuentra solo ante la multitud y sin posibilidad de escapar?
¿Qué les enseñamos cuando permitimos que de la mano de sus padres, asistan a la “fiesta” de desollar a una animal que previamente ha sido torturado, mientras sus gritos de dolor se mezclaban con los pasodobles y los aplausos de quienes encuentran en la sangre y muerte de un inocente un motivo de celebración?
¿Qué educación les damos cuando permitimos que haya “escuelas” de tauromaquia en las que obtienen el título de “matador”, en las que el material escolar lo forman espadas y todo tipo de armas blancas, afiladas, cortantes y punzantes, y cuya formación pasa por desprenderles de cualquier ápice de empatía y enseñarles cómo torturar hasta su agónica muerte a quien consideran objeto de su propiedad y que en realidad se encuentra en situación de inferioridad?
Les exponemos a las consecuencias emocionales que supone la normalización de la violencia, haciendo de ésta motivo de orgullo y celebración, pese a las recomendaciones de los expertos.
Además de exponerles a un riesgo físico que puede tener consecuencias terribles, como en el caso de Villamarxant, en que el niño tuvo que ser ingresado en la UCI.
¿Cómo es posible, no sólo la indiferencia, si no la complicidad y dejación de funciones por parte de quienes nos gobiernan, a todos los niveles, ante la ilegal exposición a la violencia física y emocional de quienes son más vulnerables, nuestros niños y niñas? ¿Dónde está el principio del interés superior del menor, ante la irresponsabilidad de sus progenitores o los intereses económicos, a corto y medio plazo, de quienes hacen de la tortura taurina un negocio?
Algún día nos tendrán que explicar qué hay detrás de tanta genuflexión ante los intereses de quienes hacen del maltrato animal una bandera y por qué tanta indiferencia ante la continua suma de muertos y heridos, algunos de ellos menores, a las sangrientas estadísticas taurinas.