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Los verdaderos monstruos

La mujer tuvo que ser ingresada en el hospital con un ataque de ansiedad, tras encontrar el cuerpo sin vida del pequeño

Lolo, un burrito al que encontraron con el abdomen rajado.,

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Lolo era un burrito bebé de sólo cinco días de vida. Todavía era amamantado por su madre, de quien no se despegaba. El pasado lunes desapareció y al día siguiente lo encontraron con el abdomen rajado, las vísceras fuera y una oreja mutilada. Su madre todavía hoy lo busca. Rebuzna por toda la finca con la esperanza de que su pequeño vuelva a su lado, sin saber que nunca lo hará. La finca está en Valdemorillo (Madrid).

Samuray era un precioso gato blanco y negro que vivía en una colonia en las calles de Aldeire (Granada). Su cuidadora lo encontró hace apenas una semana colgado de su balcón, muerto. Lo habían matado a palos al parecer unos jóvenes a los que el día anterior había recriminado que atacasen a los gatos de la colonia. La mujer tuvo que ser ingresada en el hospital con un ataque de ansiedad, tras encontrar el cuerpo sin vida del pequeño.

Hace unas semanas pudimos ver un vídeo en que unos chavales reventaban a patadas a unas gallinas a las que utilizaron como si fuesen balones de fútbol. Los actos fueron grabados, difundidos y jaleados por otros jóvenes que los presenciaron. Es más, amenazaron a quienes intentaron detenerles. Ocurrió en Los Quintos de Villamediana de Iregua, en La Rioja.

Estos casos han trascendido recientemente a la esfera pública por su extrema crueldad, y porque, de algún modo, han tenido impacto en las personas (los responsables de Lolo, la cuidadora de Samuray o quienes fueron amenazados por tratar de salvar a las gallinas).

Sin embargo, no son casos aislados.

Todos y cada uno de los días del año en nuestro país miles de animales son víctimas de atrocidades por parte de humanos que ejercen sobre ellos una violencia extrema, aunque sólo algunos de estos actos de barbarie aparezcan en los medios.

Quienes son capaces de ocasionar tanto sufrimiento a alguien y, no sólo no sienten empatía ni compasión, sino que continúan ejerciendo su violencia, pese a los gritos y los forcejeos, son monstruos.

Estos monstruos en ocasiones cometen actos sádicos contra los animales con el objetivo de dañar y amedrentar a otras personas, a través de lo que se conoce como violencia vicaria.

A veces la única finalidad es la diversión. El hecho de hacer sufrir a alguien se convierte en un entretenimiento placentero. Otra motivación suele ser su necesidad de castigar y mostrar dominación sobre alguien a quien consideran inferior. Los hay que simplemente reproducen la violencia que han normalizado desde la infancia, sin cuestionarse por qué lo hacen.

En cualquier caso, nos encontramos ante individuos sin escrúpulos que son capaces provocar un sufrimiento inmenso a alguien que es capaz de sentir y sufrir, hasta provocarle la muerte y acto seguido volver a casa, cenar y dormir plácidamente.

¿De verdad alguien cree que esa violencia va a quedar en hechos aislados?

Por supuesto que no. Existe una probabilidad nada desdeñable de que un día, en lugar de a un animal de otra especie, esa crueldad se vierta sobre su pareja, sus hijos, sus padres, una anciana, un vecino,...quien sabe si sobre ti.

Las violencias están correlacionadas y esto supone que el maltrato animal y la violencia interpersonal muchas veces van de la mano. Esto no es algo nuevo. Hay numerosos estudios que lo demuestran. Pueden encontrarse algunos de ellos publicados en la red, como los que elabora CoPPA (Coordinadora de Profesionales por la Prevención de Abusos).

De hecho, no es casualidad que el FBI lleve años registrando de forma detallada los casos de maltrato animal, con la finalidad de detectar patrones que permitan prevenirlos y evitar también daños a personas.

Sin embargo, en nuestro país, pese a ser ya tantas las evidencias que correlacionan las violencias y señalan la importancia de una detección temprana, no sólo seguimos subestimando lo que hacen los monstruos a los otros animales, sino que los alimentamos.

Y lo hacemos cuando normalizamos la violencia hacia los animales.

Cuando les justificamos diciendo “son cosas de niños”.

Cuando aplaudimos sus actos de barbarie.

Cuando callamos y no denunciamos sus crímenes.

Cuando no cambiamos las leyes para penalizar su violencia y disuadirles para que no la viertan sobre nadie.

Cuando subestimamos su peligrosidad y no les perseguimos.

Los verdaderos monstruos no son los que aparecen en nuestras pesadillas.

Son de carne y hueso y viven entre nosotros.

Torturan a quienes no tienen voz para pedir auxilio, los otros animales.

En ocasiones, no se conforman con ello y también agreden, violan y matan a personas.

Sabemos que estos monstruos, además de provocar un inmenso sufrimiento a los otros animales, son un peligro social.

¿Hasta cuándo vamos a seguir alimentándolos?

La asociación Empatía ha iniciado una recogida de firmas para exigir que el crimen contra Lolo no quede impune. Si quieres apoyarles con tu firma, puedes hacerlo a través del siguiente  enlace: https://asociacionempatia.es/firmas/firma-justicia-para-lolo/