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Zapatero, ese canalla

Me apresuro a constatar que la única acepción a la que se refiere el epíteto del titular, es la segunda -en desuso- que la RAE atribuye en su diccionario

El expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, durante la presentación del libro 'La democracia y sus derechos'.

El expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, durante la presentación del libro 'La democracia y sus derechos'.Europa Press

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No se aceleren los inquisidores de la máquina de fango, ni los sexadores de pensamiento de odio, porque me apresuro a constatar que la única acepción a la que se refiere el epíteto del titular, es la segunda -en desuso- que la RAE atribuye en su diccionario, “perrería”: muchedumbre de perros. Me regocijó en su día, como a mi admirado Jon Juaristi, que los socialistas (y las socialistas) cerraran filas ante el ingenio monclovita de revertir a positivo el direte “perro sánchez”, en la campaña de las últimas elecciones, hasta una especie de jolgorioso “todos somos perros del puto amo”, como vinieron a declarar con fruición unos y otras en decidido y publicitado acto de partido.

Con el debido respeto que merecen partidarios del resto de acepciones que la Academia de la Lengua consigna para el término canalla, es otra la intención de este comentario.

Tampoco deben inquietarse los nostálgicos de la dictadura que recuerden el largometraje dirigido por José Luis Saénz de Heredia en 1964 con el título Franco, ese hombre. Para nada estoy tratando de comparar biografías o circunstancias personales, sino indagando sobre el mismo método de auto encumbramiento.

El largo documental (103 densos minutos; como el conocido brandy español), una suerte de hagiografía laica, perseguía un blanqueo prácticamente imposible mediante el uso de una técnica cuidada y el abuso de no pocos neologismo y eufemismos en la descripción -el relato, hoy- de hechos incontrovertibles. La “agitprop” no ha sido herramienta exclusiva de la izquierda radical o del actual gobierno.

Observadores y estudiosos conocedores del entorno del inefable ex presidente Rodríguez Zapatero, aseguran que acaricia obsesivamente la ambición del Nobel de la Paz. La concesión en 2009 a Obama -con más luces que sombras a criterio de mayorías ideológicamente diversas- anunciada a pocas fechas del encuentro con el mandatario español en la Casa Blanca en el que éste exhibió a sus góticas hijas, pese a los intentos de la agencia EFE de ocultar la insólita fotografía, debió estimular sus neuronas -tal vez algún sueño húmedo también- al respecto. Y en eso sigue.

Su trayectoria tras el relevo, deja un rosario de viajes y estancias opacos, inconfesados objetivos en el grupo de Puebla

Se dijo que José Bono -hipotético ganador, tras la retirada de Almunia o Borrell- no supo intuir en aquél congreso socialista del 2000 que tanto Rosa Díez como Matilde Fernández, con su renuncia, facilitaran el trasvase de votos que haría vencedor al ignoto y aguerrido “penene” vallisoletano, que se pretendía joven independiente de las familias socialistas más rancias con su “Nueva vía”. El contexto político de 2004, en el que ganó las elecciones, tras el execrable terrorismo de Atocha es suficientemente conocido.

La “luz al final del túnel” o los “brotes verdes” no lograron ocultar su incapacidad para prever y gestionar la crisis económica de 2007. Sus profundas reflexiones sobre la tierra y el viento, la libertad y la verdad según San Juan, o su predisposición para aprender economía en un par de tardes, corrieron paralelas a su habitual gesto insustancial de populares y muy cómicas similitudes.

Su trayectoria tras el relevo, deja un rosario de actuaciones extrañas, viajes y estancias opacos, inconfesados objetivos en el grupo de Puebla y raros privilegios como asesor de dictadores. Siempre convenientemente adornado con sus habituales disparatadas y chungas apreciaciones personales. Un poema.

Su aquiescente mansedumbre con Maduro y su comportamiento miserable con Edmundo González, cuya dignidad humana pretende utilizar como talón de Aquiles en beneficio del dictador, desunión de la oposición y descrédito de la democracia, es su último y muy flaco servicio internacional a sí mismo.

En La Moncloa con Albares o en La Mareta con Illa, parece encabezar esa muchedumbre perruna que, a mayor gloria del autócrata nacional, dicta política interna con el prófugo nacionalista y externa con el criminal bolivariano.

No sé yo cómo llevará la candidatura para Oslo y Estocolmo …

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