Quien calla, otorga
Afortunadamente, pese a ellos, el progreso social sigue avanzando, y nuestra consideración moral es cada vez más amplia
Hace apenas un par de semanas, en la Comisión de Cultura del Congreso, el Partido Popular lanzaba una “Proposición No de Ley relativa a la creación de un registro nacional de espacios y festejos taurinos en España y a su impulso como atractivo turístico nacional e internacional” (como si nos faltasen recursos culturales o turistas).
Si en algo estoy de acuerdo con la diputada que inició la exposición de motivos, es que la tauromaquia no va de izquierdas, ni de derechas.
La prueba es que la votación finalizó con 17 votos a favor, 6 en contra y 13 abstenciones (14 de los parlamentarios no estaba presentes en el momento de la votación). Entre las abstenciones, PSOE y ERC. Y es que posicionarse respecto a la tauromaquia va de tener empatía, o carecer de ella.
Va de comprender que maltratar a seres sintientes es algo inmoral, falto de ética y reprobable, o de hacer del sufrimiento y dolor de un animal un modo de diversión.
Va de entender que podemos vivir tratando de causar el menor daño, o de hacer de la prepotencia, la violencia y la opresión hacia quien no puede defenderse, algo de que enorgullecerse.
Los partidos de derechas se equivocan cuando tratan de hacer bandera del maltrato animal. Porque cada vez más gente, incluso quienes que les votan con la nariz tapada cuando consideran estas cuestiones, se posiciona en contra del mismo.
Y algunos partidos de izquierdas, como los que otorgan cuando callan con sus votos de abstención, demuestran no estar a la altura del progreso moral que sí ha alcanzado la sociedad y faltan a la verdad cuando se autodenominan progresistas, al dar la espalda a quienes son más vulnerables, los otros animales. Especialmente aquellos que son humillados maltratados y ejecutados públicamente para diversión de unos cuantos.
No se puede encajar en una misma ecuación evolución, progreso y justicia y ponerse de perfil a la hora de rechazar la barbarie taurina.
Ponerse de perfil ante quienes abanderan la violencia como un valor que enaltecer, promocionar y perpetuar. Porque ese posicionamiento, de indiferencia, es el sí de la vergüenza.
Es votar a favor, por falta de valentía política, sabiendo que es un apoyo éticamente inaceptable, pero que atiende a oscuros intereses, de los que algún día deberán rendir cuentas.
No hacen falta más estadísticas que demuestren que la tauromaquia es una actividad condenada a extinguirse. No hay más que ver el anuario que todos los años se publica desde el Ministerio.
Tampoco son necesarios más números falseados, que hablen de impacto económico, basados en simples reglas de tres y en los que no se cuentan los millones de euros del erario público que se embolsan quienes hacen caja con el sufrimiento de los toros, vacas y becerros.
Esta PNL es una clara demostración de que sin una estructura institucional que lo sostenga, el sector taurino no puede sobrevivir. Es la utilización de las instituciones públicas para dar voz y poder a un modo de vida arcaico, anacrónico y decrépito, que languidece.
Porque la tauromaquia, en cualquiera de sus formas, es una anomalía perversa en la España del siglo XXI, contraria a la evolución moral de la ciudadanía, sostenida únicamente por los intereses partidistas de quienes votan a su favor y de quienes la consienten absteniéndose.
Viendo el panorama actual, cuesta pensar que quienes nos gobiernan y toman las decisiones que nos afectan a todos y todas, vayan a prescindir de sus artimañas, al menos a corto plazo, para seguir rindiendo pleitesía a sus intereses propios.
Afortunadamente, pese a ellos, el progreso social sigue avanzando, y nuestra consideración moral es cada vez más amplia. Y este avance determinará decisiones.
Y quienes parasitan nuestras plazas y espacios públicos y los siembran de violencia y sufrimiento, dejarán de ser influyentes. Y quienes hoy se ponen de perfil, pasarán a la historia como los cobardes que no se quisieron posicionar del lado de los más vulnerables.