… o la España dividida
La sensatez del pueblo, su demostrado esfuerzo no puede malbaratarse con un discurso ruin en la búsqueda prematura de las responsabilidades, que las hay, cuando la de los desaparecidos es prioritaria
No me atrevo a introducir adverbios paliativos en el titular, como “potencialmente” o “pretendidamente”. Ni siquiera el socorrido “presuntamente”, pues se sabe de la maldad de los sembradores de cizaña y de la facilidad de contagio o pérdida de la mies sana. Pero lo cierto es que si -como parece probado- la primera alarma roja en la mañana del martes no surtió efectos ni mayor preocupación en la población, otra clase de alarma, de espurios intereses, surgió de forma casi simultánea. Pobreza de miras o bajeza moral. Tal vez ambas cosas.
Las voces más sensatas (quisiera incluirme en mi modestia entre ellas) rechazan hoy cualquier tipo de confrontación política. Tiempo habrá para que los interesados lo hagan -ojalá- con el debido rigor. Pero no costará concluir y compartir, que ahora es momento de duelo y acción. La población así lo ha entendido y está en ello.
Países, como la India y tantos otros en Asia, África o América, que bien saben de este y otro tipo de tragedias humanas con origen en tremendas causas naturales, ofrecen el testimonio histórico de catástrofes similares. Tal vez por razón de la distancia, siempre me ha parecido observar como primera reacción una firme unidad social. Y a su servicio, la administración y el gobierno. Los gobernantes.
También sé que no siempre ha sido así en nuestra resistente piel de toro. La historia más reciente evoca situaciones críticas gestionadas con intereses muy distintos y abonadas con el veneno de la duda, la desconfianza, la indignación y la protesta en un perverso proceso de inciertas consecuencias, letal para la dignidad humana.
No debe ocurrir esta vez así. Y así lo espero.
La sensatez del pueblo, su demostrado esfuerzo no puede malbaratarse con un discurso ruin en la búsqueda prematura de las responsabilidades, que las hay, cuando la de los desaparecidos es prioritaria. Es preciso que no se quiebre la mutua confianza entre la ciudadanía y sus dirigentes. Y que éstos no olviden que su trabajo, su misión, es servir a aquella.
Por muchos hipotéticos condicionales que se puedan esgrimir, el pasado no se deja corregir, pero sí contiene importantes enseñanzas de futuro
He sido siempre más partidario del “nunca es tarde” que del inútil “a buenas horas”. Por muchos hipotéticos condicionales que se puedan esgrimir, el pasado no se deja corregir, pero sí contiene importantes enseñanzas de futuro. Es factible que la gestión real de un problema, incluso de un horror como el que estamos viviendo, aporte tanto o más conocimiento que el contenido de investigaciones o ensayos previos. Y es seguro que la investigación inmediata de lo acaecido reportará información relevante. No sólo para el esclarecimiento de los hechos, sino para futuras investigaciones que profundizarán en las causas y ensayarán nuevos métodos predictivos y preventivos. La Ciencia.
De ello pudieran derivar leyes, normativas, enseñanzas y conductas que, aun sin garantía de éxito, ayuden en nuevos e impredecibles fenómenos naturales.
La tarea es tan acuciante, como de largo aliento. Y las precipitaciones desaconsejables.
Es un clamor popular, compartido por corporaciones, empresarios y profesionales, y enunciado en manifiestos de la Sociedad Civil por sus representantes, que la unidad y la coordinación son referentes imprescindibles.
Naturalmente también entre los diferentes niveles de la Administración. Es absurdo y aberrante todo aquello que circule por vía diferente.
No creo contradecirme con lo expuesto hasta aquí, si afirmo que pretender poner en la picota a Carlos Mazón*, o ridiculizar su actitud con respecto a la (tardía, es así) colaboración del Gobierno, hacen flaco servicio a la Comunidad Valenciana en su conjunto.
* Después de escribir he conocido su comparecencia de hombre de estado. No cambio ni una coma de lo escrito.