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Diez razones por las que el alcalde socialista de Alicante tiene que dimitir

El alcalde socialista de Alicante se aferra al sillón. Abandonado por sus socios de Compromís y Guanyar, Gabriel Echávarri quiere gobernar con seis de 29 concejales.

Gabriel Echávarri, alcalde de Alicante.

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Enrique Bolland

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Aunque no existiera ninguna causa judicial abierta contra Gabriel Echávarri (PSPV-PSOE), sus propias declaraciones de los últimas días, sumadas a las de los líderes políticos que en junio de 2015 pactaron con él un documento que le permitió obtener el respaldo de una mayoría de ediles para ser alcalde de Alicante, serían suficiente motivo para plantearse si su presencia al frente del Ayuntamiento de Alicante debe mantenerse.

En resumidas cuentas, lo que Echávarri, Miguel Ángel Pavón (Guanyar Alacant) y Natxo Bellido (Compromís) le han dicho a la perpleja ciudadanía alicantina, una vez rotas sus relaciones debido a la negativa del primero a dimitir, es que el pacto no se ha cumplido en sus aspectos más relevantes, que varios departamentos fundamentales para el correcto desarrollo de la ciudad han funcionado fatal, que durante dos años y medio los unos se han dedicado a poner palos en las ruedas de los otros y que todo esto ni han sabido explicarlo ni han tenido la menor intención de resolverlo. Por si fuera poco, de cara al futuro el alcalde pretende gobernar con seis concejales obligados a gestionar ocho delegaciones cada uno, frente a 23 ediles de la oposición. Echávarri anuncia además que no se hace responsable de nada de lo que ha sucedido hasta ahora y asegura que de ninguna manera su partido volverá a gobernar con una fuerza de izquierdas que obtuvo el mismo número de concejales y pocos votos menos que la suya en las últimas elecciones. Mientras el propio Consell y ciudades como Valencia o Elche mantienen gobiernos de coalición no exentos de problemas, pero razonablemente armoniosos y en los que no se cuestiona la figura del president y los alcaldes, el tripartito de Alicante mostró desde la primera semana de gobierno una absoluta falta de empatía entre los socios y una escasa voluntad de entendimiento que han lastrado desde entonces su gestión. Y aunque Echávarri pretenda encastillarse, hay al menos 10 razones por las que el alcalde de Alicante tiene los días contados.

(1) Por coherencia con su propio criterio. No vale que diga ahora que se equivocó con Llorens, concejal del PP cuya dimisión exigió por activa y por pasiva. ¿No se ha dado cuenta de su error hasta que él mismo se encuentra en una situación similar? Qué causalidad. Más llamativo es el caso de Nerea Belmonte, que nunca ha estado imputada. "Los que debían dimitir están aferrados a los sillones. Es la nueva política”, dijo Echávarri de ella.

(2) Por falta de apoyo. Echávarri fue candidato por el PSPV, pero ese respaldo no le bastaba para ser alcalde, no lo sería si no le hubieran apoyado Guanyar y Compromís, que ya no lo hacen. Y desde colectivos vecinales y sociales el goteo de voces que se suman a la exigencia de dimisión es constante. Aunque sorprenda el silencio de algunos colectivos, como el empresarial.

(3) Porque si no lo hace perjudica las posibilidades futuras de su partido. El PSPV debería aprender de la experiencia Sonia Castedo, que podría haber limitado el castigo electoral sufrido por el PP si se hubiera marchado a tiempo, al día siguiente de reconocer una amistad y una relación con el principal contratista del Ayuntamiento (Enrique Ortiz) incompatible con la necesaria neutralidad de un dirigente municipal, incluso aunque no existiera responsabilidad penal, algo que está por determinar.

(4) Porque la razón que aduce para no hacerlo (no entregar el gobierno al PP) no se sostiene: el PSPV podría abrir una negociación que le permitiera mantener la alcaldía con otro candidato. Además, ¿por qué esa razón es legítima? El PP tiene más votos y más concejales que él. Que no le guste no significa que no tenga derecho a gobernar si lo consigue legalmente.

(5) Porque ha fracasado en lo que él mismo considera su mayor éxito, limpiar la imagen de Alicante. No parece que estar doblemente imputado y haber roto con sus socios de gobierno sirva para tal fin. Que una asociación de jueces se permita la -a mi juicio intolerable- descortesía de vetar al Alcalde en un acto celebrado en Alicante, habla a las claras de que la imagen de la Alcaldía se parece mucho a la que tenía en los últimos meses de Castedo, es decir, una insostenible fuente de descrédito. La crisis catalana ha impedido, de momento, que el escándalo llegue a las portadas y los debates de la tele nacional. En cuanto lo haga, Echávarri será historia.

(6) Porque mejorar la limpieza era su principal prioridad y todo el mundo, incluido él mismo, coincide en que Alicante está tanto o más sucia que antes. Respecto a su proyecto estrella, peatonalizar La Explanada, basta recordar que su idea, erigir un puente en terrenos portuarios, no llegó viva a la rueda de prensa.

(7) Porque él mismo admite que el departamento de Urbanismo está colapsado y ya no hay tiempo de cumplir la promesa de redactar un nuevo Plan General. Recordemos que Pavón, responsable de Urbanismo y últimamente de Limpieza, se ha ido él. Si tan mal lo estaba haciendo, ¿por qué lo mantenía?

(8) Porque asumió el área de Comercio y ni ha resuelto el asunto de los horarios, ni ha avanzado en la negociación con IKEA y ha terminado por ceder la delegación tras enredarse en un escándalo judicial.

(9) Porque su temperamento resulta incompatible con la templanza y amplitud de miras que cabe exigir en un cargo de tanta importancia. En menos de dos años, se ha peleado con sus socios, ha perdido a su equipo de confianza (jefa de gabinete, jefe de prensa, jefe de protocolo), y han sido frecuentes sus encontronazos con colectivos diversos -vecinos, plataforma anti-desahucios, medios de comunicación- a los que a menudo trata con un desdén impropio de un líder político.

(10)Porque no ha logrado reducir significativamente la presencia de las empresas de Enrique Ortiz en el Ayuntamiento, pretende incluso pagarle más por mejorar la limpieza, y el empresario sigue controlando el Hércules, un asunto que no debería ser de la incumbencia del alcalde, pero que Echávarri utilizó en campaña como si él mismo fuera a marcar los goles que llevaran al equipo de vuelta a la Primera División

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