"Las iglesias están vacías, son empresas subarrendadas de floristerías"
Unas declaraciones suyas en su muro de Facebook en las que exponía la situación actual de la iglesia como consecuencia de los casos de pederastia y corrupción han levantado un gran revuelo.
Miguel Ángel Schiller, de 52 años, es el cura párroco de la iglesia de Alfaz del Pi. Lleva 27 años de servicio religioso y 12 en esta localidad. Siendo un gran conversador como es, no se le recuerda hasta ahora envuelto en ninguna polémica. Sin embargo, sus expresiones en su muro de Facebook hace un par de días, le han situado en el epicentro informativo de la zona.
Considera que la iglesia como institución “ha perdido su credibilidad” como consecuencia de los casos de pederastia, pedofilia y corrupción conocidos en los últimos años en nuestro país y en todo el mundo y se pregunta abiertamente “hacia dónde estamos yendo”.
Lo dicho en la red social le ha colocado en primer plano. Expresiones como “sólo he conocido un obispo al menos bueno, Murgui. Todo lo demás… maricones, enfermos afectivos y desequilibrados” o “pido la baja. Me quiero ir de este negocio de corrupción que es la iglesia” han tenido el lógico eco en los medios de comunicación.
“Cualquier persona que se apropie indebidamente de algo, sea lo que sea, no basta con confesarse o hacer una novena. Ha de confesarse y devolver lo quitado al dueño” continuaba entre otras respuestas a comentarios en su perfil.
En declaraciones a ESdiarioCV, Schiller ha recalcado en varias ocasiones la “pérdida de credibilidad” de la iglesia y de los curas hasta el punto de que “no se fían de dejar a los niños con nosotros”.
También ha insistido en que el uso que ha hecho de las redes sociales para expresarse y decir lo que piensa “tal vez no ha sido el más correcto”, pero aclara que “todo el mundo sabe que hay corrupción en la iglesia, hasta el Papa Francisco lo dice”. Acerca del vocabulario empleado, con frases como “tengo el culo blindado”, reconocía que en ningún momento pensó que iba a tener tanta repercusión “porque cuando escribí eso lo hice hablando con un grupo de amigos”, pero ello no es óbice para insistir que “hay un problema de pederastia y homosexualidad, como en todos los sitios”.
Sin embargo, para evitar malos entendidos ha aclarado que “una cosa es una abominación y la otra una inclinación sexual, pero no se puede utilizar el alzacuellos para aprovecharse de nadie” y se ponía a sí mismo como ejemplo al admitir que “a mí me gustan las mujeres y me aguanto de la misma forma que a otro le gustarán los hombres y también tiene que aguantarse”.
Todo aquello que escribió en su muro ya ha sido borrado, aunque no lo ha hecho por temor a nada sino porque tras el aluvión de llamadas y la presencia de medios de comunicación ha entendido que esas palabras escritas “se sacan de contexto y pueden ser mal interpretadas”, pero en absoluto se retracta de nada de lo expuesto “Tal vez en la forma, pero no en el fondo. Si no me la tendría que coger con papel de fumar cada vez que hablo o escribo”.
Pero ni siquiera después del alboroto se detiene en las críticas. Miguel Ángel Schiller dice lo mismo delante del periodista que del teclado del ordenador o el smartphone. Abunda sin tapujos en la falta de credibilidad de la institución eclesiástica al subrayar que “las iglesias están vacías”. A ello, no duda, ha contribuido el hecho de haberse convertido “en empresas subarrendadas de fotógrafos y floristerías”. “¿Qué nos está pasando?” se pregunta.
Igualmente se ha mostrado “avergonzado” por los casos de pederastia, pero eleva el tono para subrayar que “yo no tengo que pedir perdón”.
“No podemos tapar estas cosas, hay que decirlas en voz alta y poner soluciones” y para ello opina firmemente que “no sólo es necesaria la expulsión inmediata de la iglesia de los culpables, sino que caiga sobre ellos todo el peso de la ley”.
El sacerdote alfasino va más lejos y reivindica la realización de una revisión psiquiátrica al clero “aunque sea con un especialista ateo”. Un examen que determine si una persona es apta o no para el servicio religioso “porque estamos tratando con menores, con niños”. En este aspecto apuntaba que “a nadie se le impone el celibato, el celibato se acepta”.
Miguel Ángel Schiller, pese a todo, no descarta que sus manifestaciones le puedan costar algún tipo de represalia desde alguna instancia eclesiástica. “Podría ser” decía. Ante esa posibilidad argumentaba que “en ese caso me tendrían que decir en qué me he equivocado y también tendría que explicarme yo”. De momento ni siquiera ha recibido una llamada del Obispado, aunque sí del anterior obispo, Rafael Palmero, quien “más que darme su apoyo, me ha dicho que está ahí para lo que yo necesite. Como si a mí me pasara algo o estuviera enfadado, que no es el caso. Yo sólo digo algo que todo el mundo sabe”.
Según Schiller, buena parte de sus parroquianos también se han dirigido a él para mostrarle su respaldo porque “muchos lo entienden y dicen que estas cosas ya las sabían. He recibido apoyos, pero que quede claro que no he llamado maricones a los obispos”.
Esdiario se ha puesto en contacto con el Obispado de la Diócesis Alicante-Orihuela, pero éstos han señalado que “de momento” no iban a realizar ninguna valoración de las expresiones de Schiller, aunque posteriormente han informado de que emitirían un comunicado más tarde.