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El voto de la escalera de vecinos

Publicado por
Paco Giménez

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Durante cualquier campaña electoral los nervios se hacen presa de las formaciones políticas, no en vano cada cuatro años –como norma general- pasan la reválida de las urnas, que son las que quitan y ponen patrón. Pero esta vez, tanto los comicios del 28 A, -donde Ximo Puig ha unido su futuro político al “okupa de la Moncloa” Pedro Sánchez-, como las municipales del 26 M, arrojan un nivel de incertidumbre de tal calibre que se han disparado el uso de infusiones y tranquilizantes entre nuestros defensores de lo público. Hay mucho temor.

Si acudes a cualquier tertulia, ya sea de bar, redes sociales o de centro cultural, sin mencionar el rellano de la escalera donde tu vecino, que lo sabe todo, te habla del bien y del mal y por dónde debes guiar la intención de voto, observas que uno de los aspectos claves de estas elecciones va a ser la discrecionalidad del voto; más que nunca.

La ciudadanía, como les gusta decir a los socialistas, cada vez tiene menos carga ideológica, lo que puede suponer un hándicap para algunas formaciones que aún están adscritas a un pasado histórico que por más que queramos no va a volver. Solo hace falta fijarse en Albert Einstein; no podemos regresar al pasado, aunque quizá algún día podamos viajar al futuro, por aquello de la teoría de la relatividad, tan sencilla y complicada.

Uno de los aspectos claves de estas elecciones va a ser la discrecionalidad del voto; más que nunca

En mi absoluto desconocimiento de la cosa política, más o menos en sintonía con una gran mayoría de representantes de las instituciones de este país, he realizado una encuesta a los vecinos de mi escalera, cuya principal virtud es la ignorancia. Jugando a ser por un momento José Félix Tezanos, el director del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), me he atrevido a realizar una encuesta a los habitantes del inmueble sobre una población de 25 vecinos, con un margen de error más/menos del cien por cien.

He aquí los más representativos. El inquilino del 4-b, que es el cabecilla de los sabiondos, que en mi bloque son legión, asegura que tanto él como su familia van a votar de la siguiente manera: en las nacionales a Vox; en las autonómicas de la Comunitat Valenciana al PSPV-PSOE; y en las municipales, no sabe, no contesta. Por las europeas, ¡para qué cuestionar más!

Preguntado el ocupante del 2-A, hombre trabajador y culto, su respuesta fue: en las nacionales a Vox; en las autonómicas a Isabel Bonig –madre mía-; y en las municipales a Pedro Sánchez. Interpelado para advertirle de que Pedro Sánchez no se presenta a las municipales, me contestó: “Entonces a Susana Díez”.

El del 8 C, “el vecino okupa”, después de grandes esfuerzos por conseguir una declaración sobre su intención de voto, confesó que votaría a Vox en las nacionales –no sea que otros inmigrantes le quiten el trabajo precario que posee-, a Compromís en las autonómicas –“estoy aprendiendo valenciano, son muy transparentes y están muy preocupados por los servicios sociales”; y en las locales, no sabe, no contesta.

Hay más casos, pero resulta aburrido ser repetitivo. En definitiva, de 25 encuestados, 24 votarán a Vox en las nacionales y uno a Pedro Sánchez; en las autonómicas 11 a Ximo Puig, 7 a Isabel Bonig (PP), 3 a Compromís, 2 a Ciudadanos y 2 a Vox; en las municipales, 23 no saben, no contestan, uno al PP y otro a Susana Díez, pese a no presentarse. Conclusión: si a nivel nacional y autonómico hay un canguelo generalizado en nuestros políticos, no les digo nada si bajamos al terreno local. Por cierto, la encuesta fue baremada, controlada y conducida por nuestro conserje, hombre respetado por toda la comunidad de propietarios.

Vox no necesita hacer campaña, ya se encarga de ello la Junta Electoral Central, hurtando su presencia en el debate de Antena 3, o los independentistas catalanes y vascos, que dinamitan los mítines que organiza legalmente Santiago Abascal

Si a esta baremación la trasladamos a la vida real, podemos predecir que Vox va a sacar unos resultados inimaginables sin hacer prácticamente campaña. Ya se la hacen los demás, tanto la Junta Electoral Central, hurtando su presencia en el debate de Antena 3, o los independentistas catalanes y vascos, que dinamitan los mítines que organiza legalmente la formación de Santiago Abascal.

Y no hay que confundirse. Los partidos de extrema derecha tienen el mismo derecho de existir que los de extrema izquierda. En España hay de los dos. En posesión de la verdad absoluta, de la moral y de la ética no hay nadie. Cada cual, respetando la ley, que vote lo que le venga en gana.

Por cierto, un dato de interés. En mi escalera apenas hay fascistas reconocidos. La mayoría, son gente cabreada. Quizá por eso se explica que Vox vaya al alza, al menos en petit comité. A nadie o a casi nadie le gustan los extremismos, pero es lo que están consiguiendo partidos encabezados por independentistas, populistas y comunistas con chalé.

Pero las discrecionalidad en el voto va a ser un hecho muy a tener en cuenta. Si hay un 30 o 40% de indecisos, yo diría que el mismo día de las votaciones ese porcentaje se va a mantener hasta que cierren los colegios electorales. Toca abrocharse los machos porque vienen curvas, y en cada curva cerrada puede haber una sorpresa desagradable.

La democracia está en peligro y Vox no es más que la consecuencia de esa enfermedad que durante años hemos sufrido en este país. No estaría mal que PSOE y PP se unieran para desterrar a formaciones que se extienden como una plaga por toda Europa. Pero es como pedirle peras al olmo.