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Corre la sangre en Madrid... en medio de la pandemia

Margarita Robles ha tenido un rifirrafe con Marlaska por mandar a la UME a petición del alcalde de Madrid. No conozco a Marlaska, pero si discute con Robles, estaré de parte de la ministra

Margarita Robles y Fernando Grande Marlaska

Publicado por
Manuel Avilés

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Tranquilos. No hablo de ningún asesinato ni del linchamiento de ningún político. Hablo de buena literatura, lo único que nos salva en estos tiempos atribulados, que tal parece que se cumplen las profecías de la ‘Escuela Ioannea’ en el alucinamiento del Apocalipsis con tanta catástrofe que se nos viene encima.

La pandemia está desatada y no se puede ni comer viendo un telediario como acostumbramos los ancianos. Todo son muertos, contagiados, hospitales colapsados y Unidades de Cuidados Intensivos que se instalan hasta en las cafeterías. Los médicos desbordados y víctimas primeras, la hostelería arruinada, la administración que no funciona, el SEPE que manda mensajes automáticos que no resuelven nada. Magnífica atención. Los centros de salud no cogen ni el teléfono. Hay colas en todos los sitios como en los tiempos de las cartillas de racionamiento y el estraperlo. Los empresarios y los autónomos se quejan de que sus negocios no marchan ni cara al viento y, en cambio, tienen que seguir haciendo frente a gastos imposibles. Todo es un despropósito que ha hecho falsa la verborrea política de que vivimos en un “estado de bienestar”.

Las críticas al gobierno son generalizadas y no solo desde medios declaradamente de derechas, porque todo hace ver que la gestión ha sido y es manifiestamente mejorable. Por la parte que me toca –grupo de riesgo de jubilados con algún achaque, que no hace botellón ni sale de noche, que no participa en saraos ni acude a eventos multitudinarios- desde que empezó esta historia en marzo, no he recibido ni una llamada de nadie, ni una citación de nada ni tengo idea de si la vacuna he de pedirla a Amazon y que me la ponga el repartidor porque seguro que va más rápido. Yo quiero ponérmela, pero dicen las malas lenguas, que me tocará para el verano. Está la cosa jodida.

En mitad de esta catástrofe llega Filomena para terminar de arreglarlo. Media España colapsada. Los que criticaban la gestión de Rajoy –me cae como una patada en los mismísimos- en enero de 2018, lo imitan en imprevisión y publicidad. Bajo urgentemente al trastero y saco los calzoncillos de felpa de la mili largos hasta el tobillo. Leo que Margarita Robles ha tenido un rifirrafe con Marlaska por mandar a la UME a petición del alcalde de Madrid. No conozco a Marlaska, pero si discute con Robles, siempre estaré de parte de la ministra. A ella sí la conozco desde que era Secretaría de Estado de Interior con un magnífico biministro: Juan Alberto Belloch, que podría dar más de una clase al actual gabinete. Del roce con una tal Belarra no digo nada. No le llega a Margarita ni a la alpargata.

Tan pronto llegan al poder y tocan moqueta y sueldos oficiales, un proceso interior irreversible tiene lugar

Veo en redes sociales –ese invento diabólico sin el que hemos vivido siempre y ahora parece imprescindible- no menos de veinte vídeos en los que la propaganda de Podemos clama, una y otra vez –para que los voten, como yo mismo hice en dos ocasiones-: “solo nosotros podemos hacer que baje la factura de la luz…no somos perfectos, pero a nosotros no nos compran”. La excusa ahora es muy fácil: “Somos el partido minoritario del gobierno. No podemos imponer”. Lean La rebelión en la granja de Orwell. Tan pronto llegan al poder y tocan moqueta y sueldos oficiales, un proceso interior irreversible tiene lugar. No he visto a don Pablo ni a doña Irene llevando a cabo una sola crítica de ese 30% de subida. No la he visto ni oído y eso que duermo en un colchón en el descansillo con el pinganillo de Onda Cero en la oreja. Mi mujer me ha echado del dormitorio por ver siete u ocho telediarios al día, oír cuatro a cinco tertulias y leer todos los periódicos digitales a mi alcance. Cosa de jubilados ociosos con la curiosidad viva y las hormonas arruinadas.

Me quedo a cuadros, tras el informe favorable de los letrados del Congreso, los socialistas se niegan a investigar al rey emérito. Si ha cometido delitos debería rendir cuentas. ¿Es una falacia, una milonga lo de la igualdad ante la ley? Hoy me salta otra noticia impactante: sus hijas Elena y Cristina serán las más ricas de España cuando fallezca. Extraordinario servicio al país.

En esta vorágine –nos faltaba el golpe de Estado del ultra fascista Trump y sus numeritos para no dejar el sillón presidencial. ¿Qué tendrán los sillones?-. En este ‘totum revolutum’ me cae en las manos una joya: Libelo de sangre, un novelón de Sandra Aza.

Sandra Aza, en su Libelo de sangre, olvida su ser abogada solo a medias y arma una novela negra, histórica, sociológica y jurídica espectacular

Como Boecio escribió “De consolatione philosophiae” –escrita, por cierto en la cárcel, como un diálogo entre el autor y la Filosofía que lo visita-. Igual que el romano del siglo VI, estoy tentado de escribir un ‘Consuelo de la literatura’ porque ella sirve para escapar de una realidad hortera, vulgar, analfabeta y que busca solo chismes, postureo, acumular cosas y dinero –si quieren hacemos un repaso de nombres de gentes que iban de benefactores de la humanidad y han terminado ricos-.

Sandra Aza, en su Libelo de sangre, olvida su ser abogada solo a medias y arma una novela negra, histórica, sociológica y jurídica espectacular. No voy a reventarla, pueden estar tranquilos porque sería un pecado de los que exigen la reunión de un concilio ecuménico para ser perdonado.

Andamos en el Madrid del siglo XVII. Sus calles son sucias e inseguras y la autora se pasea, y obliga al lector a hacer lo mismo, por el Madrid de los Austrias con conocimiento y disfrute. En un trabajo documental inmenso nos explica el callejero de la época, los conventos, las iglesias, las tabernas, los prostíbulos, los tugurios y el modo de vida. Casi es una novela negra porque en ella vivimos también los abusos que llevan a cabo los dueños de las armas, soldados ociosos y viciosos de los tercios que, flojos de bragueta, sacian sus instintos impunemente.

Hay un matrimonio acomodado, Sebastián Castro y Margarita Carvajal, que son eje de la novela, casi picaresca en ocasiones.

Domina rampante en esta época la Inquisición, una institución siniestra, política y religiosa. Un mecanismo perfecto de control social y de opresión en ese matrimonio interesado entre el trono y el altar. La Inquisición recibe denuncias, premia a chivatos, trepas e intrigantes, tortura, enjuicia y condena para después entregar al ‘brazo secular’, o sea el poder civil, que ejecuta los dictados de los inquisidores porque ambos están perfectamente compinchados en sus orgasmos de dominio y poder omnímodo.

Lo dicen Henry Kamen y Benzion Netanyahu[1] -padre del actual primer ministro israelí- “la búsqueda de herejes era, muchas veces, una búsqueda de propiedades” porque el condenado por herejía era también desposeído de todo.

Los judíos, acusados de causar la muerte de Jesús de Nazaret, han sido un pueblo –digamos peculiar, con un secular sentido endogámico- perseguido desde siempre. Acusados de todo: desde que habían incitado a los moros a conquistar España, que abrían las puertas de las ciudades y entregaron Toledo, hasta de profanar las iglesias cristianas y hacer ceremonias horribles en las que asesinaban niños y bebían su sangre con motivo de su Pascua. A lo largo de la historia hemos contemplado decenas de pogromos desde España, hasta Rusia o la Alemania de Hitler.

He aquí la historia que, con un lenguaje exquisito y riquísimo –me ha encantado encontrar vocablos que hacía mucho tiempo que no leía en ningún otro autor- novela Sandra Aza en Libelo de sangre. La acusación antigua de sacrificar a un bebé cristiano para obtener su sangre es la guía de esta magnífica historia de Sandra. Un libro para disfrutar y aprender en estos días de tribulación, de encierro y pandemia que tienen una estupenda forma de ver la luz con la buena literatura.

[1] La Inquisición española del primero y Los orígenes de la Inquisición del segundo.