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Lo que el virus se llevó

Ya no había grandes diferencias en las calles principales de Noruega, Turín, Madrid o Lisboa. Sus avenidas se distinguían por su pequeña tienda de souvenirs o la pastisseria

Un pequeño comercio tradicional con el escaparate 'desnudo' / FOTO: Photogenic/Claudia Alba / Europa Press

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El virus y su tratamiento para proteger la salud basado en el confinamiento, en mantener la distancia personal y el uso obligatorio y continuado de la mascarilla, nos dejará efectos psicológicos y sociales que todavía es pronto para medir científicamente, pero que se pueden predecir. El virus se ha llevado nuestra alegría, nuestros hábitos cotidianos y nuestra forma social de relacionarnos. Nos deja tristeza, pobreza, y nuevos hábitos digitales.

La pandemia dejará efectos psicológicos en esos jóvenes que no se están viendo con sus amigos, que no se acercan o no se pueden abrazar. A quienes no se les permite irse de fiesta, ni bailar, ni cantar, ni reunirse con sus amigos para reírse.

El virus dejará efectos en los más pequeños, los menores de tres años, que pasean en el cochecito de sus padres y que desde él, observan todo y verán los tapabocas de las personas que circulan por las calles frías, verán que las personas no sonríen, que no se les acercan. Antes podías achuchar a un bebé, darle un beso, cogerle en brazos, ahora no puedes ni por supuesto debes hacerlo.

El virus y las medidas adoptadas para frenarlo dejará secuelas en nosotros, los adultos, que nos estamos acostumbrando a estar tristes, a no ser afectuosos, a no ser amables, que nos estamos haciendo insociables y huraños.

Las ciudades cambiarán su configuración y quedarán las grandes firmas que homogeneizan sus avenidas

También el virus va a dejar su poso en nuestras ciudades. De ello dará buena cuenta la Geografía humana, esa disciplina que estudia las relaciones de las sociedades con el medio físico en el que habitan. Después de esto, si llega la normalidad, que a veces ya dudo de ello, no quedarán pequeños comercios, ni bares de tapas, ni agencias de viajes, no podrán resistir el cierre durante casi un año con breves pausas con restricciones de aforos. Los alquileres ya no se pueden pagar, no sale rentable cerrar quince días con la incertidumbre de qué va a pasar al mes siguiente. Las ciudades cambiaran su configuración. Quedarán las grandes firmas que marcan la internacionalización y que homogeneizan las principales avenidas de las grandes ciudades.

Antes de la pandemia, ya no había grandes diferencias en las calles principales de Noruega, Turín, Madrid o Lisboa, por poner unos ejemplos. Esas grandes avenidas se parecían mucho, pero se distinguían por su comercio local, la pequeña tienda de souvenirs, la pastisseria, que vendía pastelitos de Belén o la pequeña cafetería italiana que era típica por su café Morocco. Esta crisis se las llevará por delante y se perderán identidades propias que hacían diferentes unas ciudades de otras y que te permitían también la comparación. La pandemia, no lo duden afectará al diseño de las ciudades. Pero siempre hay optimistas emprendedores que encuentran la oportunidad de las crisis. Posiblemente, emerjan nuevos negocios al amparo del maldito virus. Pero aun así perdonen mi escepticismo. Ojalá me equivoque, pero ya nada será igual que antes y seguramente se cumpla el refrán de que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Victoria Rodríguez Blanco

Jurista y politóloga

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