¿Un gobierno inútil?
Nadie condenado a trece años sale tan rápido en tercer grado si no se llama Junqueras. ¿Cuáles serán los argumentos del indulto que se rumorea dependiendo de las elecciones catalanas?
No puedo evitar que vengan a mi memoria historias del abuelo Cebolleta. Durmiendo en el colchón a la entrada de mi casa expulsado del dormitorio –hasta me he buscado a un electricista que por doscientos pavos me ha colocado una antena para que pueda ver la tele- me dedico a ver programas deportivos, ori tertulias a la vez y a las ensoñaciones como Rousseau, pero acostado, sin pasear.
Era yo joven. No necesitaba tomarme diariamente la tensión, ni viagra, ni insulina, ni pastillas para dormir y para despertarme. No tenía jodida la próstata y leía las chuletas en los exámenes con letra minúscula y los papeles en el suelo sin necesidad de gafas de los chinos.
Era subdirector de gestión de la cárcel de Fontcalent y sustituía al director mientras estaba de vacaciones. Llega un día al despacho una instancia de un etarra que se llamaba Beloki Kortajerena –reconocía ser psicópata a voz en grito porque alguna vez le oí exclamar: tengo una mala hostia que no me aguanto ni yo-, signo evidente de psicopatía que los grandes psiquiatras Rivera y Doncel definían como “un tío con muy mala leche, que nadie sabe por qué es así y que no tiene cura”. En la instancia pedía que el demandadero le comprara, con cargo a su peculio, jamón de york. Lo que propició mi encontronazo fue el encabezamiento. Se definía como prisionero político vasco.
Contesté a la instancia, con una pluma con tinta roja que me ha acompañado treinta años y no sé quién me habrá mangado, diciéndole: “en este país no hay presos políticos, esto no es el Irán de Jomeini ni el Chile de Pinochet”. Y me quedé tan campante. A los pocos días me llamaron para que me presentara en Madrid. Creía que me iban a meter un puro por el peor de los sitios y fue cuando me ofrecieron la dirección de Nanclares de la Oca. Nunca debí haberla cogido y ahora tendría dos o tres hijos más, catorce centímetros más de perímetro abdominal y muchos quebraderos de cabeza menos.
Me equivoqué con Beloki Kortajerena. Sí hay presos políticos. No en el sentido de que haya delitos políticos sino en el sentido de tratar políticamente a los penados, o sea de distinta manera según sea su condición.
Dudo que todos estos penados hayan cumplido la cuarta parte preceptiva y desde luego todos están muy lejos de haber cumplido la mitad de la pena
He estado unos cuantos años, en mi oficina, haciendo cuentas de cumplimiento de condenas. Sin calculadora ni programas informáticos, con la cuenta de la vieja, con lápiz y papel y borrando con la misma goma de los chiquillos en la escuela. Veo sorprendido, que después de varios intentos, los presos del llamado Procés –nada que objetar con las peticiones de independencia, que los catalanes llevan más siglos que los vascos dando la lata con la misma matraca-. El Procés, digo, en realidad fue según sentencia un delito de sedición y malversación, y los condenados ya andan pisando calle.
No tengo los expedientes en mi mano, solo faltaba, que hace algunos años me ofertaron dirigir la prisión de Ponent en Lleida y la señora Nuria de Gispert – mal encarada, radical e interesada- se negó rotundamente argumentando que había estado dedicado a asuntos etarras y no quería riesgos con esas historias. No tengo los expedientes, pero saben que leo prensa y me trago tertulias de todos los colores. Dudo que todos estos penados hayan cumplido la cuarta parte preceptiva y desde luego todos están muy lejos de haber cumplido la mitad de la pena – requisito que entró en el código penal en una de las reformas aznarianas para todas las condenas superiores a cinco años-. Su tercer grado solo es equiparable en velocidad al que la derecha –impulsada por la señora Aguirre- regaló a un tal Carromero – líder de Nuevas Generaciones- en la cárcel de Segovia. Cumplía un delito cometido en Cuba con ocasión de conducir un coche y en él hubo dos muertos. Nunca se vio un tercer grado a esa velocidad: 13 días en la cárcel y… a la calle. Eso sí, estudiado vertiginosamente por todo el equipo de tratamiento que no sé qué llamadas recibiría. Desde luego, nadie condenado a trece años sale tan rápido en tercer grado si no se llama Junqueras – del que me dicen mis funcionarios que lo han tratado que es un señor correctísimo y educadísimo-, ni sale, como he oído decir a Turull en un mitin que “lo hicimos y lo volveremos a hacer”. ¿Dónde está esa premisa del tratamiento de vivir respetando la ley penal? ¿Cuáles serán los argumentos del indulto que se rumorea dependiendo de las elecciones catalanas?
Hay presos políticos en España. Presos , mejor dicho penados para hablar con propiedad, que son tratados políticamente, con decisiones que no están basadas exclusivamente en el código penal, ni en el penitenciario, ni en el saber de la Criminología o la Psicología, sino en las decisiones de políticos – y en los marcajes estrechos que se llevan- que, sin saber nada de eso, las adoptan con otros criterios: la conveniencia, la repercusión en las urnas, el atender a las expectativas partidistas, o los pactos para requerir el voto en otras cuestiones parlamentarias.
Idéntico caso es el de los etarras. La dispersión se ideó para luchar contra la banda terrorista, una banda que ya no existe por lo cual la dispersión carece de sentido. Sin embargo, se la cogen con papel de fumar para que estos delincuentes cumplan conforme a la ley penitenciaria para evitar que la derecha se les tire encima. Los mandan con cuentagotas y ahora, en marzo, darán las transferencias penitenciarias al Gobierno Vasco para que haga tabla rasa con el asunto, en pago por el apoyo a los presupuestos del PNV y Bildu. Es decir, se hace política con los presos. Yo no digo que sea bueno o malo, que se deba o no, simplemente digo que es así y que eso no pasa con los chorizos robaperas, con los tironeros ni con los atracadores vulgares que llevan tatuado “Amor de madre” en el antebrazo y “Kie 13” en el dorso de la mano.
Si no solucionan los problemas de los ciudadanos y además nos mandan boletines que son jeroglíficos ¿para qué sirve el gobierno?
Cuando Isidro Etxabe y Jon Urrutia criticaron en el año 91 que ETA atentara y matara al niño Fabio Moreno e hiriera gravísimamente a la niña Irene Villa, la banda los expulsó, los estigmatizó como traidores y ellos fueron – con riesgo personal evidente- quienes pusieron la primera piedra que luego han seguido otros: el fin de la organización y los presos saliendo al grito de ¡maricón el último! Pura política.
Dejo a los catalanes y a los vascos y empiezo con los valencianos. ¿Hay alguien en su gobierno que sepa escribir? Sueldos y gente colocada hay para parar un tren, secretarios autonómicos y directores generales de todo pero… ¿alguien ha estudiado la gramática aunque sea por encima?
El Diario Oficial de la Generalitat del 25 de enero, con motivo de la limitación reuniones familiares y de personas en espacios privados, normas motivadas por la pandemia – que no se cumplen, ya les hablaré algún día de la obligada ventilación en edificios- dice: “las personas que viven solas, que podrán formar parte de otra única unidad de convivencia formando una unidad de convivencia ampliada. Cada unidad de convivencia ampliada solo podrá integrar a una única persona que viva sola. Y la persona que viva sola podrá formar parte exclusivamente de una unidad de convivencia ampliada durante todo el periodo de vigencia de la medida”.
¿Han entendido algo? Yo tampoco. ¿Han contratado como redactor a Groucho Marx? ¿Ha dimitido alguien?
Si no me dan claras las normas de comportamiento, si no me vacunan pese a ser persona de riesgo, si llamo al centro de salud y no cogen el teléfono – puede haber y hay más patologías además del covid-, si andan pendientes de si el gobierno va a ser tripartito, bipartito o monopartito, todo el día pendientes de estrategias para mantenerse… si no solucionan los problemas de los ciudadanos y además nos mandan boletines que son jeroglíficos ¿para qué sirve el gobierno?