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Una mujer en la España del siglo XIX

La historia se repite y ahora vemos cómo muchos grupúsculos de poder dentro de los partidos políticos, hoy son un calco de la camarilla del rey nefasto Fernando VII

Imagen de un cuadro de Fernando VII en la exposición 'El viaje del rey. Fernando VII desde Valencia a Madrid. Marzo-mayo 1814'

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Los griegos tenían una concepción cíclica de la historia: vueltas y más vueltas para pasar mil veces por el mismo sitio. De ahí la afirmación “no hay nada nuevo bajo el sol”. Todo se repite y el que no sabe historia está condenado, sí o sí, a repetirla. Los judíos, por el contrario, debido a su imaginación exuberante como colectivo y a la creencia, instaurada potentemente, de que era un pueblo elegido por Dios para desarrollar sus planes en el mundo, tienen un concepto distinto de la historia. La ven como un camino lineal que progresa – evocan su peregrinación por el desierto del Sinaí y el fin de la misma, alcanzando la tierra prometida- hasta llegar al final al Paraíso que Dios tiene preparado a quienes lo adoran - ¡qué manía tiene Dios con ser el único adorado!-, le sirven y le son fieles. ¿Qué es ser fiel? Cumplir todas las normas que dictan quienes se proclaman depositarios de su mensaje e intérpretes únicos de su palabra. Un instrumento de poder inmenso, una utopía, un sueño, una irrealidad, un modo de alienarse, una neurosis de inseguridad, que así definía Freud a la religión: la necesidad de estar colgado de ese ser omnipotente que hemos inventado. También lo decía Ludwig Feurbach –uno de los genios más grandes de todos los tiempos-: no es Dios el que ha creado al hombre, sino el hombre el que ha creado a Dios inventándose un ser en el que proyecta todas sus carencias y necesidades.

Francis Fukuyama, en 1992 recién caído el muro de Berlín, publicó un libro que, el devenir de los acontecimientos han demostrado falso: El fin de la historia y el último hombre. Como habían caído los comunistas y dejaba de haber dos grandes bloques en guerra fría, creía Fukuyama que la historia había terminado en tanto que lucha de ideologías. Queda pues un mundo ausente de guerras y revoluciones sangrientas en el que triunfan las democracias liberales económicas y políticas. Hay un pensamiento único que es esencialmente económico y las ideologías han dejado de ser necesarias.

Menudo patinazo pegó el señor Fukuyama, salvo en lo del pensamiento único pendiente de la pasta. No previó, por ejemplo, la auténtica guerra mundial –ideológica y económica- preparada por Al Qaeda y seguida por todos los movimientos satélites inspirados en ella, con la pretensión de imponer en el mundo, no el paraíso comunista, sino el estado islámico con la sharía como ley universal e inapelable. Tampoco previó Fukuyama la epidemia que nos ha jodido a todos y nos tiene maniatados de cara a la pared. No paran ni un solo día las teorías conspiranoides y lo cierto es que, sea un virus chino, este propiciado por los grandes poderes fácticos o sea una plaga bíblica por nuestra mala conducta, estamos encerrados, sin poder tomar un café y sin poder ir a ver a esa amante que vive en Calasparra, a la que llevo dos botellas de Rioja y un bolso del corte inglés para mojar de extranjis y volverme rápido y despistado, porque hay cierres perimetrales.

No paran ni un solo día las teorías conspiranoides y lo cierto es que estamos encerrados, sin poder tomar un café

¡Lo que me ha pasado a mí no le ha pasado a nadie! He oído decir mil veces y lo que le ha pasado a usted le ha pasado a otros trescientos mil más. La historia se repite y como nos gusta, nos hemos dedicado a estudiarla y a escribir sobre ella, novelando que es mucho más divertido.

En noviembre de 2018 comenzamos el primer Taller literario de Novela Histórica en la Sede de la Universidad de Alicante en Canalejas. Nadie se creía que de ese taller –como me propuse desde el primer momento- saldría un libro escrito por muchas manos. El Barbero de Godoy vio la luz y todos estamos orgullosos de él y de su andadura por el universo literario. Trabajé, en ese curso y en ese libro, como solo puede hacerlo un anciano jubilado, por amor al arte y entregando los beneficios a Felinos Lo Morant, para esos pobres gatos que malviven abandonados y, a veces hasta torturados por hijos de puta, que no merecen llamarse personas.

El barbero quería contar la historia del siglo XIX, un siglo convulso, atribulado y lleno de personajes rijosos, peculiares, interesados y hasta criminales.

La hija del Barbero. Una mujer en la España del siglo XIX, continúa la tarea de su padre y nos hace ver cómo era este país en esa época. Es un libro alicantino, es un libro madrileño y es un libro de viajes porque en esos ámbitos se desarrolla toda la historia.

Hemos conseguido el más difícil todavía. Muchas manos y muchas cabezas se han puesto a trabajar a pesar de la maldita epidemia que nos está amargando la vida. Pudimos dar muy pocas clases presenciales en Alicante y en Elda. Hemos tenido que recurrir a los artilugios modernos de comunicación, pero hemos conseguido acabar el libro. También por amor al mismo arte, que los emolumentos del curso han sido para Remavida, un grupo de mujeres valientes que, remando, luchan contra el mazazo personal y familiar que supone el cáncer de mama.

Parece que hay una asesora de la ministra que tiene, entre otros cometidos el de ser niñera. Si eso es cierto, hemos entrado de lleno en la casta. Estamos metidos hasta las trancas en La rebelión en la granja de Orwell

Estoy agradecido a la Editorial Club Universitario y a su gerente López Vizcaino, generoso y volcado con la cultura. Gracias a las sedes universitarias de Alicante y de Elda. Gracias a Jorge Olcina que fue el primero que prestó oídos a mi idea de escribir con los alumnos. Gracias a Carmen Castaño, excelente pintora que ha hecho la portada. Gracias a Emilio La Parra, catedrático de Historia de la Universidad de Alicante que ha enriquecido el libro con sus correcciones y comentarios y al Rotary Club de Elda, siempre dispuesto a arrimar el hombro en cualquier proyecto interesante para las personas y la literatura.

La historia se repite y en La hija del Barbero vemos cómo ya Fernando VII, experto en dar golpes de estado contra su propio padre y en venderse y vender al país, vivía como Dios a costa de los súbditos crédulos que estaban convencidos de que era el propio Dios, y su voluntad indudable, el origen de su poder que no admitía discusión –con la impagable colaboración de la Iglesia que abonaba y predicaba esa teoría-. Vemos incluso, estudiando ese periodo de la historia, cómo muchos grupúsculos de poder dentro de los partidos políticos hoy, son un calco de la camarilla de ese rey nefasto. Si repasamos los personajes que casi son de vodevil: Ugarte –un ministro ruinoso que compraban barcos a Rusia que apenas flotaban-. Chamorro – un aguador analfabeto que contaba muy bien los chistes y buscaba apaños para el refocile del gran traidor-. Ostolaza – un cura sinvergüenza que acabó procesado por un asunto de niños en un hospicio-. Tadeo Calomarde – el ministro que, en medio de las peleas por la ley sálica, recibió el hostión de una infanta y dio a la posteridad la frase… “señora, manos blancas no ofenden”.

He disfrutado, hemos disfrutado con la historia y la literatura y hemos visto cómo los aprovechados, los que usan el dinero público para su beneficio y enriquecimiento, los pelotas, los arrastrados, los chivatos que se chivan de sí mismos cuando no tienen otro de quien hacerlo y los que son capaces de vender a su madre por un plato de lentejas o un puesto en la tarima de los aplausos, siguen siendo legión. No hay nada nuevo bajo el sol. La hija del Barbero lo sabe y lo dice bien claro.

PD.-

Me revuelvo en mi colchón hinchable del descansillo, me entran palpitaciones y me tengo que tomar otro tranquimazin. Oigo que entre las denuncias de Mónica Carmona y Manuel Calvente – ex abogados de Podemos a los que se le ha puesto la cruz- parece que hay una asesora de la ministra – nivel treinta de la administración- que tiene, entre otros cometidos el de ser niñera. Argumentan que es un asunto privado. Si eso es cierto, hemos entrado de lleno en la casta: chaletazo, escoltas que cortan la calle para que no molesten, instalados en las élites económicas…. Estamos metidos hasta las trancas en La rebelión en la granja de Orwell.

La directora del hospital de Alcalá de Henares quiere quitar el móvil a los pacientes. Esta mujer se cree que en lugar de dirigir un hospital dirige una cárcel. “Me quedao to muñeco”.

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