Actualidad, historia, confusiones y… Marta Robles
Si por cantar mal te metieran en la cárcel, en mi antiguo colegio de los claretianos, tengo un listado de gente que no pagaba sus desafinos ni con cadena perpetua
Si el rap es música y sus composiciones son poesía, yo soy el obispo auxiliar de Cañizares y la madre abadesa de las monjas de la Santa Faz a la vez. Si por cantar mal te metieran en la cárcel, en mi antiguo colegio de los claretianos, tengo un listado de gente que no pagaba sus desafinos ni con cadena perpetua, empezando por un cura famoso, al que bautizamos como “El fantasma de la ópera”.
En este país no cabe un tonto más. Veo manifestaciones que piden libertad mientras rompen escaparates de comercios glamourosos y salen corriendo, con la capucha tapándoles la cara, y arramblando con manojos de camisas perchas incluidas. Todo de marca, claro. Confunden, en su analfabetismo enciclopédico, la libertad y el robo con fuerza. Echenique, desde su trono mecánico, confunde al antifascismo –que él no conoció porque cuando otros nos manifestábamos contra Franco vivo él, o no había nacido o estaba en Argentina cursando la enseñanza básica-. Confunde, insisto, a los antifascistas con gente con ganas de marcha, de litronas y de agenciarse un chándal de trinca sin pasar por caja. En la vida que tengo he visto a un miembro cualificado del gobierno –lo invistió, le aprobó los presupuestos y lo sostiene- haciendo oposición y alentando las manifestaciones callejeras porque este estado –en el que él manda y cobra bien por ello- no es democrático del todo. De todos los déficits democráticos y de gestión, que pueda tener el estado hoy, señor Iglesias, es usted responsable dado el puestazo que ocupa.
El señor Ribadulla –Hasél para sus seguidores- no ha ido al trullo por un delito de expresión o de opinión. Yo, que no soy monárquico –desde antes de que ustedes dos nacieran, pregúntenle a Pérez Tapias el de Socialismo y República- he revisado el curriculum de Rivadulla y sus antecedentes, y hay reincidencia a mogollón porque nunca he conocido a nadie que vaya a la cárcel con una única pena de nueve meses si antes no ha acumulado otras cuantas vulnerando los más distintos artículos del código penal. No es opinión pedir un tiro para un señor, aunque tenga peluca, por ejemplo. No hay proporción entre el hecho, casi delictivo, de la peluca y el tinte negro azabache o panocha desvaído que te pone en evidencia ante el menor chaparrón, y pedir que lo tiroteen o le pongan una lapa en los bajos. No cabe un gilipollas más en este país intentando darse un barniz intelectualoide so capa de anarquismo.
Creo que los socialistas –las elecciones se preparan pausadamente y en episodios de largo recorrido- van soltando amarras de los podemitas y quieren distanciarse de ellos a la chita callando, dejándoles que se estrellen y recuperen a sus bases marginales porque ellos venden la moto de una socialdemocracia civilizada, europea, donde no sea una contradicción tener varias casas y colocar a la parienta donde quepa. No confundan el gobierno y las coaliciones con la incoherencia.
Creo que los socialistas van soltando amarras de los podemitas y quieren distanciarse de ellos a la chita callando
Casado también está confundido. El domicilio no es el culpable de la actividad “trincante” porque uno puede tener un piso modesto, de apariencia austera, y dedicarse en él al cultivo de la marihuana –por ejemplo-. Cambiar de casa no necesariamente conlleva cambiar de hábitos o de actividad porque la casa no es la culpable. Hay que filtrar mejor los nombramientos para no llevarse las manos a la cabeza cuando te salen ranas por todos los sitios, que los Ratos, los Bárcenas, los González, los Granados, los Zaplanas, los Matas, los Fabra…. no nacieron en Génova trece.
La prueba de que no hay nada nuevo bajo el sol y la historia se repite machaconamente está en un libro recién aparecido con el que disfruto todo el fin de semana. Me redimo leyendo a falta de no tener ni la menor posibilidad de poner en práctica sus enseñanzas.
“Pasiones Carnales”, de Marta Robles que de escritora de novela negra y directora de la colección Sin Ficción en la que está mi “De prisiones, putas y pistolas”, se ha transmutado, camaleónica ella, en una consumada autora de novela histórica. Estoy por pedirle matrimonio porque domina a la perfección mis dos pasiones literarias, la novela negra y la histórica.
No digo que Marta es una mujer guapísima que escribe como Dios. Por afirmar eso con motivo de su obra A menos de cinco centímetros, un director me puso la cruz negra porque unas feministas fueron a protestarle. No se puede llamar guapa a una gran escritora porque eso es machismo, si rapeando dices: “muérete zorra comepollas”, es arte y libertad. Pedí que me pusieran en contacto con las feministas porque la literatura siempre ha avanzado a base de llevarse la contraria por escrito unos a otros. No hubo manera.
Comienza Marta sus Pasiones carnales con una frase antológica de Oscar Wilde: “Todo en la vida trata sobre el sexo, excepto el sexo. El sexo trata sobre el poder”. Gran verdad.
Repasa la autora, dando fe de que la historia es siempre la misma, cómo los poderosos reyes de España –desde antes de que España fuese tal- estuvieron influidos por sus líos de faldas y cómo influyeron estas en el ejercicio del poder y el devenir del reino.
Marta une con maestría la historia y las leyendas y cuenta cómo don Rodrigo violó a Florinda, la hija del conde don Julián, a quien todos acusan de ser el traidor que abrió las puertas de España a los moros
Don Rodrigo, el que perdió en el río Guadalete y dio pie al dominio musulmán en España, revoloteaba –según la autora- en torno a las más jóvenes y deseables e inauguraba vientres por imperativo real. Marta une con maestría la historia y las leyendas y cuenta cómo don Rodrigo violó a Florinda, la hija del conde don Julián, a quien todos acusan de ser el traidor que abrió las puertas de España a los moros, que así se vengó del rey sádico.
Alfonso VI, bravo rey leonés, también era flojo de bragueta y se le contaron siete mujeres, cinco esposas y dos concubinas. Apasionado por una concubina, mora además que no cristiana como exigían las normas, convirtió a la amante en esposa, la hizo cristiana para salvar los escollos eclesiásticos y acabó sentándola en el trono. La belleza excepcional de Zaida –luego Isabel- obró milagros en los derechos reales. Ya sabemos qué es lo que tira más que dos carretas. Si existe el cielo, será como esto, decía Alfonso persiguiendo a Zaida con ojos de cordero degollado. Por primera y única vez en la historia de España se sentó una reina mora en el trono y aún reposa en el monasterio de Sahagún mil años después.
Alfonso VIII, ganador archifamoso de la batalla de Las Navas de Tolosa abandonó a su esposa Leonor por una judía, Raquel. Recogió esta historia el libro Castigos y documentos para vivir bien, en donde el rey Sancho IV advierte a su hijo de los peligros del pecado de fornicación, que llama a la desgracia como le ocurrió a su antepasado. También Alfonso pensaba estar en el paraíso con la visión celestial de la judía Raquel –imagen recurrente la del cielo que todos veían en el refocile y ninguno imaginaba como un sitio aburrido y pacífico lleno de abuelos con barba blanca y angelitos musicales-. Todas las religiones venden la misma falacia, que los musulmanes han inventado los de las setenta huríes por cabeza, permanentemente vírgenes.
El derecho canónico –la Iglesia siempre tan acomodaticia- condenaba rigurosamente los pecados de la carne femeninos pero los masculinos se perdonaban fácilmente con las guerras santas. Leonor de Guzmán, la más bella de las malas mujeres de su tiempo, se exhibió en público con el rey, que le tenía auténtica devoción, incluso en las cortes extranjeras. Se enriqueció de tal forma y ubicó políticamente a todos los hijos habidos con el rey que casi podemos considerarla precursora de Cristina de Borbón, mujer y luego viuda del traidor Fernando VII.
El Católico Fernando –la autora se recrea en su escritura y en la historia- no lo era tanto y tenía a Isabel de los nervios con sus asuntos extraconyugales. Muerta la reina, no tardó en casarse con una francesa buscando un heredero que quitara el puesto a Felipe el Hermoso a quien odiaba cordialmente. Dicen, y Marta lo recoge con puntualidad, que murió de un ataque de cantárida – alas molidas de unos escarabajos- que tomaban a modo de viagra en la época para rendir aquello a lo que la biología se negaba.
Es una delicia leer las Pasiones carnales. María Luisa de Borbón y Parma que avisó a su confesor fray Juan de Almaraz de que la dinastía Borbón terminaba con ella porque de sus catorce hijos, ninguno era del marido bobalicón. Fernando VII, del que no hay que decir nada porque es mejor que se sumerjan directamente en el libro. Isabel II, a la que casaron a la fuerza con un primo cuyo apodo de Paquito Natillas lo dice todo.
Disfruten con esta lectura y olviden las memeces y repeticiones manidas de los políticos. No hay nada nuevo bajo el sol. Hasta las Corinnas son una repetición de la historia.