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Una Semana Santa ausente, pero siempre presente en el espíritu oriolano

Como una suma de arraigadas tradiciones, espectacular escenografía, singularidad y fervor participativo se alza la Semana Santa de Orihuela, de Interés Turístico Internacional

Cofradía de Los Azotes

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Con anhelos de tiempos pasados y deseos de tiempos nuevos, así empieza la Semana Santa. Por segundo año consecutivo los pasos se quedan en los templos, la túnica, la capa y el capirote permanecen en los armarios, las calles resisten frías y sin su perfume a incienso y las almas se quedan en casa, algo distintas, y tal vez más pensativas, aunque no decaídas ni menos devotas, porque a pesar de todo, es Semana Santa.

A modo de corrección humilde de muchos titulares y alegatos, no se suspende la Semana Santa, lo que se suspende son las procesiones. Pese a esta realidad, del todo única, la fe pervive en cada devoto y es posible vivirla y expresarla más allá de cualquier circunstancia, aunque no sea siguiendo las tradiciones, aunque no sea viviendo el folclórico esplendor del arte sacro de la Semana Santa oriolana.

Un hecho inédito para las generaciones vivas diligentes en sus costumbres religiosas ya que estas manifestaciones religioso-culturales solo se habían visto suspendidas por acontecimientos del calibre de una guerra, como la Guerra de Sucesión en 1712 o la Guerra Civil. Porque incluso antes de estas, mucho antes, las procesiones ya conocían las calles de Orihuela. Su espectacular escenografía, su interés participativo y su riqueza artística – con obras de grandes artistas como el escultor Francisco de Salzillo- conoce sus orígenes en el siglo XVI, concretamente en 1536, año en que fue fundada la Capilla del Loreto, cuna de una de las fiestas más profundas y arraigadas del territorio y cuya larga tradición y peculiaridades la han convertido en un evento de Interés Turístico Internacional.

Entre tradiciones y reconocimientos universales

Cada año, el acto del Pregón es el encargado de otorgar el galardón “Na­za­reno de Orihue­la” -símbolo que premia los méritos más relevantes- y de nombrar al abanderado, quien tendrá el honor de portar la bandera de la Junta Mayor de Cofradías, Hermandades y Mayordomías en la Procesión General de Viernes Santo como representación Orihuela, del poder religioso y de las 14 cofradías. Así se anuncia el comienzo de una época casi mágica.

De entre su prolongado itinerario, que tiene como hoja de ruta una guía perfectamente detallada que orienta el camino de los peregrinos llegados a tierras alicantinas atraídos por la pasión, destaca la procesión del Santísimo Cristo del Silencio, que inunda la noche del Jueves Santo con un silencio sobrecogedor, únicamente interrumpido por el Canto de la Pasión, una oración transmitida de generación en generación de forma oral que rompe el silencio de los penitentes, que avanzan al paso del Cristo, en una noche oscura donde la luz de la luna y los farolillos gobiernan tras el apagado del alumbrado público. Al anochecer los desfiles adquieren una gran belleza, y en ese ambiente oscurecido y de profundo respeto, toma protagonismo La Hermandad Penitencial del Silencio con el Cristo del Consuelo (1795) de José Puchol coronando su imaginería.