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Un país de traca

¿Qué opinará el robaperas que no tiene una infraestructura política detrás cuando le digan que a estos los ponen en la calle para propiciar la concordia y él se come la condena a pulso?

Los condenados por el procés saliendo de prisión en aplicación de los indultos / Kike Rincón / Europa Press

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A estas alturas de la película ya no sé si emprender la ruta de las pateras, pero en sentido contrario, remando hasta Mauritania, o declararme insumiso a todos los efectos y pegarme fuego a lo bonzo en la plaza de la Montanyeta para protestar por tanta gilipollez como puebla el horizonte patrio y terminar de una vez. Intento examinar con la mayor objetividad posible mi entorno vital, todo lo que me rodea, las perspectivas de futuro – dejando a un lado el éxito editorial “De prisiones, putas y pistolas”, algo que no imaginé ni en mis mejores sueños-: mis aspiraciones son cero. Parafraseando a Dylan Thomas, aquel poeta galés muerto prematuramente, la única obligación que me queda, tras una vida azarosa, es ser recibido con un cierto respeto y consideración en el depósito de cadáveres Ya ni siquiera me invitan a esos desayunos de pro a los que hay que acudir con ropa aparentemente informal – “pero arreglao”, que diría mi amiga Martirio -, con el pelo tintado de modo que parezca natural y con el peluquín bien pegado a la calva por si hay corriente, no nos vaya a pasar como a Fanjul, un futbolista del Sporting de Gijón que rechazó un balón de cabeza y se quedó calvo en mitad del campo. Todo el mundo partiéndose el culo y el tío solo pudo correr – corrido que diría Cervantes, como sinónimo de avergonzado no de otra situación más placentera- hasta el vestuario y refugiarse de la vergüenza pública. Nunca más volvió a usar peluca por más que la calva reluciente le resultara onerosa.

Los periodistas de pro, intrínsecamente famosos, que se decían amigos íntimos, ni me conocen ni les suena mi cara. Los polítiquillos, sindicalistas y asimilados que hacían pasillo, como paso previo a hacer la pelota, ignoran mi existencia. Ya no soy ni blanco de las calumnias y las injurias que todo hombre situado, y en la cresta de la ola, tiene que soportar. En definitiva, he llegado – como Groucho Marx- desde la nada hasta las más altas cotas de la miseria. Soy, por fin, un cero a la izquierda. Con dos cojones. ¿Hay quien dé más?

Le digo al alcalde Barcala que arregle de una puta vez los basureros que rodean los juzgados disfrazados de jardincillos y dice que es competencia de un mandamás autonómico con el pelo color panocha. Le pido que arregle la ruinosa plaza de la División Azul donde reinan los desconchones, las ventanas tapiadas - si el editor me da un vale para un menú del día en algún macdonal,macauto, macpollo o macloquesea, le hago un reportaje fotográfico- la doble fila y los rallies nocturnos con derrapes al estilo París Dackar,… le pido que arregle la escombrera de la División Azul – ahora todo se llama Miguel Hernández para paliar que el pobre muriera solo, tuberculoso y abandonado- y responde que es competencia de la Generalitat. Menos mal, Ciudadanos, antes de desaparecer del mapa, ha hecho una proposición no de ley para que rehabiliten esa plaza cochambrosa en el centro de Alicante. Les garantizo que, como haya otra vida, después del crematorio me apareceré por las noches a quienes sean los responsables de ese pasotismo. La caridad bien entendida empieza por ellos mismos.

No se puede ni leer el periódico si uno no quiere tener ataques de ansiedad, taquicardias y explosiones de tensión. Una sindicalista mejicana – Elba Esther Gordillo, expresidenta del sindicato nacional de trabajadores de la Educación de Méjico- ha intentado meter en la Banca Privada de Andorra, seis millones de dólares y no la han dejado. Es increíble que una honrada sindicalista, evidentemente lista, que se juega el pescuezo luchando por los trabajadores, que pierde el sueño, la vida privada y la salud, peleando incansable por los derechos de los demás, no pueda poner sus ahorros y lo heredado de su madre – véase también Pujol y sus herencias- donde le plazca. Es muy fuerte que ya no se respete la propiedad privada ni el fruto del trabajo propio o de los ancestros. No sé dónde vamos a llegar.

Mil veces he predicado a los etarras que en España no había presos políticos

En este día de fiesta raro, con Hogueras pero sin ellas – para mí, anciano decrépito son fiesta todos- como mi dermatóloga me ha prohibido ir a la playa en mi calidad de piel roja, veo en la tele cómo salen felices y dicharacheros los presos del Procés de permiso. El director de Lledoners – es una suposición malévola- les habrá colocado la alfombra y les habrá cepillado el traje para que luzcan guapos. Cuarenta años me he pegado en la cárcel. Más que El Lute, más que De Juana Chaos, más que El Chicle y el Asesino de la Baraja. Sé de qué va esta película.

Nunca he visto un indulto colectivo más acelerado y con el informe en contra del Supremo, el Tribunal Sentenciador, en definitiva. Vuelvo a colocarme en la teoría de González y Guerra. Yo no soy monárquico ni de coña. Me gustaría que se cambiara la Constitución, pero, como he predicado a los etarras – en ejercicios espirituales impartidos personalmente- la soberanía reside en la totalidad del pueblo, desde Huelva hasta Girona, desde Coruña hasta Almería y desde Badajoz hasta Alicante. No se puede instalar la autodeterminación con referéndums – sé que el plural latino es refrenda pero no voy a tirarme el pegote clásico- por parcelas: los vascos, los catalanes, los gallegos, el cantón de Cartagena y el de Huétor Tájar. Si unos rompen la baraja y se les permite, el desmadre está irremediablemente instalado.

Ni se me ocurre sumarme a las protestas de Populares y Vox, no obstante, mi larga andadura carcelaria me dice que estos indultos exprés – de personas que se reiteran en lo mismo que ocasionó su entrada a la cárcel- consagran la desigualdad ante la ley. ¿Qué opinará el robaperas que no tiene una infraestructura política detrás presionando, cuando le digan que a estos los ponen en la calle para propiciar la concordia y él, marginado y muerto del asco, se come la condena a pulso? También hay clases en asuntos de concordia y de normalización.

Mil veces he predicado a los etarras – ejercicios espirituales personalizados- que en España no había presos políticos. Aquí los tenemos. Me desdigo porque sí los hay. Una sentencia importante –hasta once años, creo- un delito flagrante, un juicio con abogados y jueces estrella de por medio, una condena con todas las garantías y ni cuarta parte, ni hostias en conserva. Pillan calle echando leches y en loor de multitudes – no en olor que ese fenómeno, en las multitudes, es peligroso-. Se ratifican en sus pretensiones legalmente imposibles tal y como está la Ley hoy y el señor Sánchez habla de diálogo cuando, con la Constitución en la mano, la amnistía y la autodeterminación no son viables. Pepe Asensi, mente magníficamente amueblada, Catedrático de Constitucional prestigioso y Senador porque muchos lo hemos votado, tendría que coger a Sánchez e Iceta – dos iletrados en este terreno- y darles un curso acelerado de este asunto. Votemos un cambio en la Constitución, hagámosla de nuevo republicana y con capacidad de autodeterminación por parcelas, hagámosla federal, pero cumplamos la ley porque la peor ley es aquella que se la pasa por el forro quien quiere y hace lo que le sale de los mismísimos siempre que tenga unos cuantos votos en el parlamento que aten al que quiere estar en el despacho enmoquetado, con la escolta y el avión presidencial. Vuelvo a avisar a los abuelos caóticos ¿queréis pensiones blindadas con subidas estratosféricas? Aprended de catalanes y vascos, en un país de traca, con unos cuantos diputados consiguen lo que les da la gana.

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