De indultos y callejones estrechos
Los indultos vienen a significar una verdadera quiebra del sistema de división de poderes que alumbró Montesquieu, y una injerencia ofensiva en las labores de los magistrados
Aquellos que aún creen en los milagros es posible que pensaran que los indultos a los independentistas no se iban a consumar finalmente. Sin embargo, ya ven que a Sánchez no le ha temblado el pulso, guiado por una decisión más que controvertida, que ha dejado un regusto muy amargo en las bocas de muchos ciudadanos. Y que puede pasarle factura, si es que cuando le llegue el momento de confrontarse con las urnas los votantes demuestran no tener la misma memoria de Dori, la amiga del pececillo protagonista de la peli Nemo. No sabemos lo que pasará, porque lo de votar es una cuestión que, amén de sometida a multitud de factores ambientales, puede salir realmente por Antequera.
Los argumentos que ha esgrimido el Gobierno para poder justificar su decisión son de lo más peregrino: Ha llamado a los 9 indultados, con Oriol Junqueras al frente, personas "clave" por su protagonismo social y político para "restaurar la convivencia" y normalizar las relaciones entre Cataluña y España”. Se me abren las carnes. Que estos agitadores sociales, que no se han arrepentido de lo que hicieron cuando intentaron reventar el sistema político español, sean considerados personas aptas para intervenir en un proceso de la complejidad que presenta el actual, y más para restaurar ninguna convivencia que ellos solo entienden en un sentido –ignorando a la otra mitad de la población catalana, que no comparte lo de la independencia–, es como poner a los lobos a cuidar de los corderos.
Otra en la frente, lo de hablar de las relaciones entre Cataluña y España, en lugar de decir entre Cataluña y el resto de España. Es dar carta de naturaleza a algo que el Gobierno español no debería en ningún caso reconocer. Ignoro si es torpeza o lo hacen adrede. El Gobierno también reconoce que el indulto no resolverá el conflicto por sí mismo, pero cree que sí facilitará un "clima habitable" para "acabar con la fractura social y política" en Cataluña. Y en este sentido, insiste en que la prisión era un "claro obstáculo" para la normalización de las relaciones y un "escollo para la superación del conflicto que protagoniza la política catalana en la última década". Hay que tener valor para salir diciendo todas estas cosas sin aparentar ruborizarse.
¿De veras hay quien crea que va a ser positivo tener a estos nueve individuos, después de la que liaron?
Considero los indultos una bofetada en plena cara para la mayoría de los españoles, que asistimos impávidos a las filigranas lingüísticas de este Gobierno oportunista, que va buscando el árbol a cuya sombra cobijarse. Le sería perfectamente aplicable el dicho “Dame pan y dime tonto”, pues si con ello puede seguir siendo presidente de España, ¿qué importan unos políticos catalanes presos o sueltos? En este mundo dominado por el cinismo y el oportunismo, el “Juicio del procés” ha quedado retratado en nuestra retina como un ejemplo de mesura, cordura, profesionalidad y buen trato a los acusados por parte del Tribunal. Se los juzgó sin pasión, y fueron condenados en buena lid, con la ley y las pruebas en la mano.
Los indultos vienen a significar una verdadera quiebra del sistema de división de poderes que alumbró Montesquieu, y una injerencia ofensiva en las labores de los magistrados. El principio de división de poderes es consustancial al Estado democrático de derecho y se configura como un sistema de frenos y contrapesos, para que el poder controle al poder y así evitar su concentración. En una situación en que los condenados tenían penas entre 9 años (los Jordis) y 13 años de prisión (en el caso de Junqueras), levantarles el castigo como diciendo “aquí no ha pasado nada, venga, daos un besito”, como si estuviéramos en una guardería, es ridículo. Y ofensivo.
Que la prensa internacional haya respaldado las decisión gubernamental, que califica de “alto riesgo”, pero es vista como un paso previo para acabar con el conflicto en Cataluña, no deja de ser una opinión ajena que tiene su cierto valor, pero no nos tranquiliza en absoluto. ¿De veras hay quien crea que va a ser positivo tener a estos nueve individuos, después de la que liaron y ahora resabiados por la prisión, paseándose por ahí con su carta de libertad debajo del brazo? Siento decir que esta decisión les ha dado un aire que no creo que aprovechen para hacer obras de caridad, precisamente. Tenemos tema para rato y esto, pese a los recursos de Casado ante el TS y sus ataques a los empresarios que tan torpemente se pronunciaron a favor de los indultos; pese a la buena disposición de Arrimadas de unirse al PP en una hipotética moción de censura frente a Sánchez, que a buenas horas, mangas verdes y con las que lleva liadas también Ciudadanos; y pese a las frases crípticas, pero que todos sabemos leer entre líneas, de Felipe González, cuando habla del cuidado que hay que tener con los callejones sin salida. Pues bien, que el Gobierno haya tomado una decisión de estas características, por puro oportunismo y su propia necesidad de contentar a sus socios y permanecer en el machito caiga quien caiga y sin medir sus efectos para nuestro país y especialmente en Cataluña es simplemente desolador. Que se atengan a las consecuencias, porque lo malo de lanzar un bumerán es que te puede volver. Nadie ha de situarse por encima de la ley, esta debería ser la lección número 1 para poder acceder a cualquier puesto político.
Mónica Nombela Olmo
Abogada y escritora