ESdiario

Olga Avellán: “Cuando una madre ve a su hijo contento, el cáncer se lleva mejor”

La autora del cuento ilustrado ‘Mi mamá no tiene pelo’ destaca la importancia de hacer partícipes a los niños y niñas de lo que le pasa a un ser querido cuando sufre una grave enfermedad

Olga Avellán, autora del cuento ilustrado 'Mi mamá no tiene pelo'

Publicado por

Creado:

Actualizado:

A Olga Avellán le diagnosticaron cáncer de mama en 2019. Tenía 38 años y estaba embarazada de dos meses de su hija Andrea. Decidió seguir adelante y se apoyó en su pequeña para sacar las fuerzas necesarias para afrontar la situación.

Olga también es madre de Alejandro, que en aquél momento tenía tres años. ¿Cómo se le explica a un niño lo que le ocurre a su madre? ¿Por qué ya no juega con él? ¿Por qué está débil y se pasa tantas horas en la cama? Hablarle a un niño de esta situación no es fácil, pero es necesario.

Esta periodista alicantina quiso hacer públicas sus vivencias y compartir sus emociones. Se encuentra en pleno proceso de creación de un cuento ilustrado, elaborado en colaboración con un grupo de profesionales. ‘Mi mamá no tiene pelo’ está inmerso en una campaña de micromecenazgo que le permita recaudar los fondos necesarios para producir una mayor tirada de ejemplares. Su objetivo es ayudar a asimilar situaciones parecidas a los menores, pero también recaudar fondos para destinarlos a la investigación de la detección temprana. La historia la cuenta Andi, un niño cuya madre padece cáncer de mama.

- Olga ¿Quién es Andi?

Andi es el protagonista de esta historia. Es un niño alegre que un día empieza a echar de menos a su madre, que está enferma de cáncer de mama. No entiende nada, porque nadie se lo explica, y esto le hace atravesar por diversas fases emocionales que le hacen encerrarse en sí mismo. Cuando le explican qué es lo que le pasa a su mamá, él encuentra la forma de poder ayudarla a ella y juntos lo asimilan para llevar mejor el proceso.

‘Mi mamá no tiene pelo’ es un cuento ilustrado que está narrado por Andi, con sus contradicciones y sus ilusiones, porque Andi es como cualquier niño o niña que nos podamos imaginar.

- ¿Cómo nace el proyecto?

Nace de la necesidad que yo tenía de poder explicarle a mi hijo lo que estábamos viviendo en casa debido a mi enfermedad. Me diagnosticaron un cáncer de mama muy agresivo, que me llevó a una mastectomía de urgencia y a un tratamiento intensivo que me debilitó mucho. Eso hizo que nos distanciásemos y que él me viese en un estado enfermizo y débil.

Cuando mi marido y yo nos percatamos de lo afectado que estaba nuestro hijo buscamos ayuda para poder ayudarlo a él. Lo hicimos a través de cuentos, como habíamos hecho otras veces en otros momentos de cambio en su vida, con los pañales o la comida. Eso me ayudó a recopilar ideas y a empezar a crear mi propia historia.

- ¿Cómo se le explica a un niño una situación tan compleja como una enfermedad de cáncer?

Midiendo muy bien las palabras. Para eso me he rodeado de profesionales de Salud Mental, como psicólogos, psiquiatras, pero también de pedagogos y profesores de infantil, porque hay que adaptarlo a su lenguaje y a su capacidad de asimilación de las cosas. De hecho, Óscar Amat, coautor del cuento, es profesor de educación primaria especializado en la asimilación del aprendizaje en niños con capacidades diferentes.

Algo fundamental en el cuento son las imágenes, por eso es un cuento ilustrado. Recurrimos a la colorterapia para atraer la atención de los más pequeños. Son ellos los que ponen nombres a las emociones que ven en esas ilustraciones. Están diseñadas por la artista plástica Begoña Amat, que ha empleado la técnica de la acuarela para dotar de mayor intensidad y realismo a los personajes.

- ¿Y lo entienden?

Más que entenderlo, lo asimilan. Se trata de una aceptación de la realidad que viven para darle mayor fluidez en el ámbito familiar. Una vez que el niño acepta que la madre está enferma, empatiza con ella y resulta mucho más fácil para ambos sobrellevar la enfermedad y sus consecuencias.

El 50% de los beneficios obtenidos con este cuento van destinados a la creación de una beca de investigación para la detección temprana del cáncer de mama

- ¿Cuál es la finalidad de esta historia?

Conseguir en los más pequeños un fortalecimiento emocional, que exterioricen los sentimientos y sus emociones y se liberen de esa sensación de soledad e incomprensión que les genera una situación así. Pero a la vez también sirve de asimilación para la persona que está contando el cuento, ya sea la abuela al nieto o la madre al hijo, como es el caso de este cuento.

- ¿A quién va destinado?

Está enfocado para niños de entre 3 y 7 años, pero también para adultos porque, aunque es un cuento infantil, el mensaje es muy potente y nos hará reflexionar a todos. La relación es bidireccional, es decir, que hay mensaje de ida y vuelta para ambos interlocutores.

- ¿En qué puede ayudar?

Ayuda a reforzar el vínculo entre madre e hijo que se había visto debilitado por la enfermedad. Cuando el niño está mal, la madre está peor todavía. El cáncer es una enfermedad donde el estado de ánimo juega un papel crucial, por eso es fundamental proporcionar los elementos necesarios para esa estabilidad. Cuando una madre ve a su hijo contento, la enfermedad se lleva mejor.

Solo me preocupa no poder ver crecer a mis hijos, eso sí que me da miedo

- ¿A qué procesos emocionales nos conduce esta historia?

Tanto niños como adultos pasamos por fases muy similares. En mi caso concreto fue la negación y la frustración ante las primeras noticias sobre mi cáncer. Después llegó el enfado y la ira. Yo me enfadé con el mundo y él se enfadó conmigo porque no estaba con él. Más tarde nos abordó la tristeza y la pena, que nos hacía encerrarnos a cada uno en nuestro interior. Después llegó el miedo, las pesadillas… hasta llegar a la necesaria aceptación.

- ¿Tú tienes miedo?

Sí, ahora vuelvo a tener miedo y esta vez más fuerte. Tengo una recaída con metástasis en el hígado y ya no es algo que conozco como el cáncer de pecho. Esta vez ya no tengo un plan marcado. Me están sometiendo a tratamiento a la vez que me hacen más pruebas. No hay planning ni fechas concretas, vamos sobre la marcha.

Vivo el día a día, intento ilusionarme con proyectos como este cuento para mantener mi mente activa. Solo me preocupa no poder ver crecer a mis hijos, eso sí que me da miedo.

- ¿Y tus hijos?

Ahora Alejandro tiene cinco años y me ha tocado volver a contarle el cuento. En esta ocasión lo he hecho mejor porque lo he implicado desde el primer momento. Él lo lleva bien y eso me ayuda a llevarlo a mí mejor. Andrea solo tiene un año y es feliz porque lo vivimos con ella con naturalidad. Casi que me ha conocido sin pelo, así que para ella es lo normal.

- ¿Cómo se puede participar en el proyecto?

El cuento ya se puede comprar, aunque se recibirá en casa en el mes de octubre, que es el mes que se conmemora el Día Internacional del Cáncer de Mama.

Estamos en plena campaña de micromecenazgo en la plataforma de Verkami.com donde se pueden reservar ejemplares en distintas modalidades. La editorial La Voltereta es la que lleva todo el proceso de producción y distribución. Han preparado diferentes opciones, como una unidad para recibir en casa, un paquete con varios ejemplares para coles o asociaciones, o una modalidad que hace que el cuento físico lo reciba una mujer que ha sido diagnosticada de cáncer de mama y tenga niños en su entorno. Esto lo hacemos a través de las asociaciones de mujeres con cáncer de mama de toda España.

También ofrecemos paquetes para empresas colaboradoras, que aparecen como patrocinadoras en el cuento y en los actos de presentación, lo que nos permite ampliar el presupuesto para minimizar los costes de producción con una mayor tirada de ejemplares.

- ¿También hay detrás un fin social?

Sí, es una de las bases del proyecto. El 50% de los beneficios obtenidos con este cuento van destinados a la creación de una beca de investigación para la detección temprana de la enfermedad. Será regida a través de la Federación Española de Asociaciones de Cáncer de Mama. Porque cuánto antes se detecte, antes se puede actuar y más probabilidades hay de supervivencia. A mí me lo detectaron por casualidad a los 38 años por un golpe que me dio mi hijo jugando en verano, que me causó un pinchazo raro en el pecho. Lo normal es que la primera mamografía se haga a los 45 años, así lo estipula la Seguridad Social y es lo que queremos cambiar. Si no llega a pasar lo de mi hijo, lo más seguro es que hoy yo no estaría aquí contándote mi proyecto. Se lo debo a él.

tracking