La vuelta a los puentes en la Oleza dormida
Los ayuntamientos están para dinamizar el comercio existente y promover, estimular, fomentar y promocionar las condiciones óptimas con el fin de despertar nuevas iniciativas empresariales
Copio de Gabriel Miró, Nuestro Padre San Daniel (primera edición, 1921), este vigente diálogo del capítulo IX titulado –ojalá sea premonitoriamente- “Hasta los males pasan”:“Oleza –interrumpió Alba-Longa- se ha dormido hace mucho tiempo acostada encima de ella misma…
-Se ha dormido –dijo don Cruz- sin que la despierte ni una riada. Duerme y goza al amor de su río. ¡De qué modo puede aplicársele: Fluminis ímpetus laetificat civitatem Dei…! (Salmo 46,5: “El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios”).
Pero Alba-Longa no había terminado la perífrasis:
-Acostada encima de ella misma, encima de su gloria. ¡Fue toda gloria!”
Hay más. El fino estilista alicantino, hijo de la oriolana Encarnación Ferrer Ons, recordaba bien Orihuela porque pasó seis años interno con los jesuitas en el Colegio Santo Domingo, tal y como deja cumplida constancia en su novela El humo dormido: “Los domingos se oía desde una ventana el armonium de un monasterio de monjas; pero se oía muy apagado…Y llegó el verano y la hora en que siempre sonaba el armónium celestial: la hora de la siesta; inmóviles y verdes los frutales del huerto místico; el huerto entornado bajo la frescura de las sombras; la calle, dormida; todo como guardado por un fanal de silencio que vibraba de golondrinas, de vencejos, de abejas…Y no se oía el órgano; había que adivinarlo del todo. La monja música dormía la siesta. Lo permite el Señor”.
Dando la típica ‘Vuelta a los Puentes’ de aquella ciudad, verdadera capital del sur de la provincia, el caminante podía encontrarse entonces con establecimientos como El Primitivo Murciano, de Manuel Clemares; la zapatería de Manuel Rogel Chust; los ultramarinos de José Sánchez, El Casto José; El Capricho de Ángel Belda; La Dalia, establecimiento de novedades para señoras y caballeros de Emilio Peralta; la afamada confitería La Modernista de Joaquín Reymundo; la farmacia de Pedro Castaño; el Café España; El Globo de Martínez y Ferrer; la pañería de Eleuterio García López; la sombrerería El Gavilán de Joaquín López Pinzón; Gran Hotel de España; El Águila de Vicente Galiana; el Café España; la guantería, perfumería, mercería y novedades de José Ortiz García; la papelería Estruch, de la maestra llegada de fuera Enriqueta Estruch; o los archiconocidos Penalva Hermanos.
He vuelto del verano y, en un pausado recorrido de primera hora de la tarde por el centro histórico, he tratado de comprobar la vigencia de los textos mironianos. No pude escuchar ya el armónium celestial tocado por religiosas manos, ni siquiera el gran órgano de la sede catedralicia porque hasta el maestro Santiago Casanova se nos ha jubilado; ni tampoco vibran las golondrinas, ni los vencejos ni las abejas...El silencio se hacía espeso, todo parecía detenido en el tiempo a la hora de la siesta, y hasta estaba dormido el humo del incienso del primer templo de la diócesis donde ni siquiera encontré a ningún Don Magín redivivo junto a la puerta de Loreto; ni a doña Corazón ni a Paulina en busca del P. Bellod para que les aligerara su conciencia. Y es que, si mis cuentas no fallan, de toda la antigua guía del próspero comercio oriolano, solamente han conseguido permanecer en el tiempo la sombrerería El Gavilán, fundada en 1880, cuyo actual propietario es Antonio Peralta Rufete; la actual Pañería y Confecciones García-Molina, cuyo origen data de 1885, hoy convertida en sociedad familiar; y la papelería-librería Estruch, que data de 1892 y actualmente regenta Pablo Ferrer. Los tres establecimientos más que centenarios y con productos de calidad mantienen aún el tipo, como pueden, en una calle Mayor por la que ya no transitan tampoco Grifol, la Monera ni Las Catalanas.
En este deprimente itinerario sestero de comienzos de septiembre, me entretuve –bloc y bolígrafo en mano- con un ejercicio estadístico cuya finalidad no era otra que anotar, por si pudiera servir de algo, el número de locales vacíos que me encontrara en el recorrido. Mucho me costó aprobar la asignatura pero, según el manual Técnicas de Investigación Social de Sierra y Bravo, la observación simple –“el tipo de observación más puro de la investigación social”- es la inspección y estudio realizado por el investigador, mediante el empleo de sus propios sentidos, con o sin ayuda de aparatos técnicos, de las cosas y hechos de interés social, tal como son o tienen lugar espontáneamente, en el tiempo en que acaecen y con arreglo a las exigencias de la investigación científica. Pues bien, el resultado de esta técnica académicamente reconocida arroja un balance de 53 bajos comerciales y 21 entresuelos vacíos que pueden apreciarse a simple vista a lo largo de la popular ruta ciudadana que nos ocupa.
Jamás se me ocurriría responsabilizar a la Administración municipal de la situación lamentable que ofrece tal cantidad de locales comerciales cerrados por falta de rentabilidad o porque el espíritu emprendedor oriolano se encuentra en horas bajas. (Nunca estuve de acuerdo con aquello tan italiano de “¡Piove!, porco Governo; ¡no piove!, porco Governo…). Pero sí considero, sin la menor duda, que los ayuntamientos están para dinamizar el comercio existente y promover, estimular, fomentar y promocionar las condiciones óptimas con el fin –ahora más que nunca- de mantener o despertar nuevas iniciativas empresariales.
Quiero terminar estas líneas volviendo al principio, con las palabras de esperanza -“Hasta los males pasan”- que, al fin y al cabo, abren el capítulo IX de El humo dormido. Afrontar la revitalización comercial del denominado Cinturón Urbano del Monte de San Miguel (EDUSI dixit) requiere –en opinión de voces autorizadas- reposicionar este espacio como destino comercial de referencia diferencial y exclusivo, facilitar el acto de la compra con actuaciones funcionales de urbanismo comercial, potenciar la conversión digital de los establecimientos, consolidar e incrementar la actividad empresarial en la zona, impulsar la cooperación público-privada y apostar por las Industrias Culturales y Creativas como elemento transversal en la revitalización de este sector tradicional. En definitiva, poner en marcha un ecosistema creativo en el casco histórico de Orihuela mediante la transformación innovadora del mismo.
Me consta que el concejal responsable del Área, Víctor Bernabeu, empresario de éxito con larga experiencia, es consciente de lo que Orihuela se juega en este momento. Yo le animo a que, sin pérdida de tiempo porque estamos ya en el ecuador de la legislatura, remueva todos los obstáculos burocráticos para conseguir que este curso sea el comienzo del impulso económico que la ciudad necesita.
comunidad-valenciana/alicante
Los fondos Next Generation y la rehabilitación del casco histórico oriolano