Jueces versus políticos
Éstos políticos del parlamento español merecen un encierro cardenalicio con su sello en la puerta lacrada, y no salir hasta la fumata blanca del nuevo Consejo General del Poder Judicial
Un juez, el médico de la Seguridad Social (o de la privada), el psicólogo que atiende a nuestros púberes hijos de Primaria y adolescentes en Secundaria, determinan, pero no son infalibles en sus dictámenes, ni a cualquiera de nosotros se nos ocurriría pedirle filiaciones políticas o intención de voto como apoyo y demostrada fiabilidad en su valía dentro del ejercicio de la profesión de cada cual (ella/ellos).Corre torrentera de artículos sobre quiénes deben controlar al Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Unos piensan, como si comieran todos los días con miembros de la judicatura o compartieran con ellos el tálamo de las confidencias que, si este/a Señoría es más de izquierdas que Monedero en Cuba cantándole al Che, o aquel más de derechas que Santiago Abascal subido a un púlpito para recitarnos los 26 puntos programáticos de José Antonio Primo de Rivera. Conozco, y muy de cerca a algunos jueces y fiscales, pero pocas veces manifiestan su posición ideológica, y menos aún la trascienden en sus sentencias que, obviamente, evolucionan al compás de la sociedad, cuyo representante final, reconocen, es el Parlamento. Ellos ejecutan lo que los diputados y senadores legislan.
Hoy, los/as de las puñetas andan zarandeados, corridos por la letra impresa y el vocerío tertuliano, con esos directores y directoras del teatrillo televisivo o radiofónico que opinan más que preguntan a sus compadres y comadres disonantes, incluso faltones que van al plató a perorar egolatrías apriorísticas, importándoles una pija lo que diga el contiguo. En pocos países se le ha perdido el respeto a la Justicia tanto como en el nuestro, tomando al Tribunal Constitucional por La Cantora de la Pantoja, y a los jueces por atrabiliarios del absurdo.
Es más: la izquierda mediática, desde la Cuarta a la Sexta televisivas, amén de aquellas teles autonómicas donde mandan tripartitos y nacional-independentistas, Cataluña, Comunidad Valenciana, Euskadi, etc., y sus antenas y periódicos afines, han tergiversado las declaraciones a La Razón (dos pájaros de un tiro) del consejero madrileño de Justicia del PP, Enrique López, entrecomillando: "el PP tiene el apoyo de la mayoría de la carrera judicial". Cuando en realidad, y así lo han tenido que volver a explicar, cienes y cienes de veces, los peperos madrileños y demás procedencias geopolíticas por extensión, refiriéndose al asunto en liza parlamentaria, sobre si las vocalías electas del CGPJ, sanedrín que se encarga de velar la independencia de los jueces, deben ser galgos o podencos, en confrontación meramente política con decorado de opereta, ya soporífera y machaconamente irresoluble como el ajedrez de Fluxus donde jugaban blancas contra blancas.
Y en ésas estaban nuestros próceres, padres y madres de la patria mía, cuando no una ni dos, sino las cuatro asociaciones judiciales: La Asociación profesional de la Magistratura, La Francisco de Vitoria, Juezas (antes) y Jueces (ahora) para la Democracia y Foro Judicial Independiente han dado un golpetazo ante la opinión pública con el mazo de la resonancia cabreada. Y aunque reconocen discrepancias, como no podría ser de otra manera o solo existiría una asociación, van y entienden del asunto acusando al PP y al PSOE "de fines exclusivamente partidistas", y sentenciado que a su criterio los vocales del Consejo General del Poder Judicial "sean elegidos por los jueces según un sistema democrático que asegure la representación de todas las categorías y sensibilidades existentes dentro de la carrera judicial".
Mejor que el sistema judicial funcione mal que no funcione
Aquí lo que existe es un desprecio absoluto, y a veces hasta absolutista, por la separación de poderes según Montesquieu. Los políticos empotrados en la confrontación solo tienen posicionamientos cortoplacistas y cerriles. Mientras los jueces ruegan un "hágase, pero hágase ya", Sánchez y Casado ni se menean de sus casillas de salida, aunque el Tribunal Supremo cruja en alguna de sus secciones, urgiendo renovación.
Mejor que el sistema judicial funcione mal que no funcione, porque de lo contrario, permítanme también la broma hiperbólica, cualquier día nos vemos en manos de un tribunal militar o canónico con sus reglas y reglamentos, correajes y viáticos; Dios o el cambiante destino nos pille confesados.
Éstos políticos del parlamento español merecen un encierro cardenalicio con su sello en la puerta lacrada, y no salir hasta la fumata blanca del nuevo Consejo General del Poder Judicial. Quizás pudo llevar razón aquel alcalde de Jerez Pedro Pacheco, que fue condenado a cinco años de cárcel por decir que la Justicia era un cachondeo. No lo es, la hacen los políticos ineptos. Y a esos sí que los elegimos nosotros.