Mutxamel, 30 años del atentado de ETA
Hoy, etarras condenados a siglos y milenios de cárcel van saliendo de las cárceles con la pasividad de un gobierno consentidor, y la inanición de Fiscalía, para ser homenajeados en Euskadi
Decía el tango del desgarrado Gardel que "20 años no es nada. Que febril la mirada, errante en las sombras..." Y 30 aún parecen menos para "volver" del olvido. Ésos son los años, tres décadas, que ya han pasado desde que estallara una bomba destinada al cuartel de la Guardia Civil de un pueblecito, Mutxamel, anexo y hoy ya absorbido por la gran urbe de Alicante. Nadie podía imaginar en este Levante feliz que aquel auto cargado de explosivos iba destinado a un municipio en el que la casa cuartel, el dispensario médico y el Ayuntamiento son servicios cotidianos totalmente integrados con una población que, por aquel entonces, apenas sabía de la ETA lo que venía en los papeles y salía en los telediarios, pero como algo tan lejano y al norte cual el terrorismo del IRA o la masacre de Vich donde murieron 10 personas, la mitad de ellas menores de edad.
La diferencia estribó en que los asesinos no pudieron introducir el coche en la casa cuartel, para conseguir una masacre como la de la ciudad catalana, (por suerte menor de la prevista por los genocidas) y en Mutxamel lo dejaron mal aparcado, por lo que la grúa procedió a recogerlo para llevarlo al depósito municipal. En el trayecto se produjo la explosión que mató a dos policías y al conductor del vehículo transportador. El pueblo, atónito y desgarrado, supo entonces que ETA también existía contra ellos. Y además tuvo que soportar como en el juicio posterior cuando apresaron a los autores del atentado de Vich, el mismo regimiento "gudari" que los de Mutxamel, uno de ellos, Zubieta declarara que: "ése es un hecho que no valoramos porque no es nuestro problema que los guardias civiles utilicen a los niños como escudos humanos".
Todavía se preguntan los muchameleros en el funeral conmemorativo de aquella brutalidad, ¿qué les habían hecho a los vascos para merecer aquello?
Hoy, etarras condenados a siglos y milenios de cárcel van saliendo de las cárceles con la pasividad de un gobierno consentidor, y la inanición de la Fiscalía, para ser homenajeados en Euskadi como héroes de guerra que se jugaron la vida contra un país enemigo. Todavía se preguntan los muchameleros en el funeral conmemorativo de aquella brutalidad, ¿qué les habían hecho a los vascos para merecer aquello?
Al presente han callado las armas, pero no los recuerdos. Los asesinados tienen su calle conmemorativa en la localidad alicantina, faltaría más, pero sus deudos siguen sin entender por qué un homicida común permanece entre rejas hasta cumplir sentencia (revisable) o poco menos, y semejantes inhumanos matadores de niños, mujeres y viejos son vitoreados como césares invictos a la vuelta de las Galias, aquí el cortejo triunfante en Mondragón, donde mandan sus cachorros aberzales, profanando las tumbas de las cínicamente llamadas por los "patriotas euskaldunes": "víctimas colaterales".
Fuera engaños, la guerra contra ETA se ha resuelto con la derrota absoluta y total (no sé si definitiva) de la banda terrorista, aunque ahora quieran envolverla en el celofán de la Constitución (que por cierto rechazan). Sin embargo, cabe preguntarse delante de nuestra Carta Magna: ¿no son hoy y punto por punto las mismas proposiciones aberzales idénticas a las que ostentaron los neófitos etarras en 1958 contra Franco (independencia de Euskadi y régimen socialista-marxista)? Pues sí, talmente exactas a las que los independentistas de izquierdas proponen ahora mismo en sus programas de mano. Pasen y lean a Bildu.
Este jueves Mutxamel lloró a sus héroes por el absurdo de la ruleta rusa manejada por unos petardistas indeseables que creyeron posible doblegar el espinazo español, y aún cerca estuvieron de suspender la democracia temporalmente (Armada y Tejero), pero que todavía se consumen en las prisiones, aunque con tuteladas ventajas de vidorra dentro y salidas fuera por supuesto buen comportamiento, que no arrepentimiento.
Parafraseando al poeta sevillano: "¡qué solos se quedan los muertos!" 30 años y un día.