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Después del 40 Congreso del PSOE

El PSOE está aparentemente cohesionado entorno a su líder espiritual, Sánchez. Solo queda saber hacia dónde piensa el presidente en realidad dirigir los destinos de su partido y los de todos

Pedro Sánchez se dio un baño de masas en el 40º Congreso del PSOE celebrado en Valencia

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El 40 Congreso Federal del PSOE nos ha traído imágenes insólitas y otras que no lo son tanto. Es indudable que Sánchez ha impuesto su poder omnímodo y que en el partido todos tienen claro en estos momentos quién manda en esa casa. Si no, de otra manera sería inexplicable la aparición en el púlpito de un vetusto Felipe González, mostrándose vasallo del actual líder, cuando declaró su “lealtad con un proyecto político que encabecé durante 23 años y que ahora encabezas tú”. Lo único que chirría de esto es que hay división de opiniones y muchos creen que entre aquel proyecto político, el de González, y el de Sánchez media un abismo imposible de salvar. González tenía una visión de Estado y de la unidad del territorio español que no se acerca ni de lejos a los devaneos de Sánchez con los independentistas y los pactos con los herederos políticos de ETA, en su afán por amarrarse férreamente al sillón presidencial.

La aparición de González en el Congreso era clave para tratar de escenificar públicamente una reconciliación que hace poco tiempo parecía imposible. Y es que, aunque nos lo jurara en arameo el propio expresidente, las diferencias ideológicas entre ambos son más que evidentes. Si algo tenía claro González eran los sutiles equilibrios de poder con la Corona, que el actual presidente quiere cuestionar mediante una reforma constitucional para suprimir la inviolabilidad del monarca, pese a saber que no es viable, puesto que no va a poder contar con el imprescindible apoyo del PP para lograrlo. Sánchez quiso desenterrar el viejo término de socialdemocracia, amparándose no solo en González sino en Zapatero, ZP para los amigos, el otro expresidente que apadrinó al líder en su baño de masas del Congreso y que encarna a la perfección el viejo lema de “otro vendrá, que bueno te hará”. Vivir para ver.

Es evidente que en el partido no se respetan lealtades pasadas, por mucho que se haya demostrado a base de limpiar las letrinas del partido, al estilo Sr. Lobo. Para ejemplo, la defenestración de Ábalos, tan duramente tratado tras su escandalosa entrevista con Delcy Rodríguez, vicepresidenta de Venezuela, a deshoras en Barajas. Entrevista que quedó archivada por el Tribunal Supremo, al considerar que no había delito. Bromas aparte que me vienen a la cabeza con el papel de fumar que utilizan a veces ciertos juzgadores, lo cierto es que Ábalos se la jugó en aquella ocasión y, pese a ello, fue despedido del cargo de ministro sin contemplaciones. Nadie es imprescindible, que lo sepa el mismo Bolaños, hoy entronizado a súper ministro. Que no se venga arriba y piense en el viejo lema latino memento mori: vea dónde ha quedado su antecesor Iván Redondo. Después hay otros casos sorprendentes, como el de Adriana Lastra, sin pasado académico conocido, que continúa de número dos del partido.

Díaz recuerda a aquellas ministras de Zapatero de la gauche divine, que salieron en portada de Vogue, con Fernández de la Vega a la cabeza

Siguiendo con el apartado de las defenestraciones, otro tanto ocurrió con la exvicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, que con sus lágrimas en el homenaje que le rindieron en el Congreso escenificó un dolor, el que seguro sentía ante la ingratitud, que es hasta sano que se muestre ante los ciudadanos. Los políticos en el fondo son también personas, aunque a veces parezcan seres de otro planeta. Lo saben que me sentí y me siento ofendida por la insinuación de su edad como motivo para ser sustituida, pero en este país suceden este tipo de cosas, impensables en otros lugares, como el penalizar la veteranía, en lugar de reconocer el valor de la experiencia y sacarle partido. Calvo pidió a Sánchez que no cediera ante la falsa modernidad del feminismo de Podemos, encabezado por Yolanda Díaz que, para sorpresa de propios y extraños, es el político mejor valorado de España. Digo sorpresa porque esta mujer ofreció uno de los episodios más hilarantes que recuerdo en una rueda de prensa, demostrando lo mal que se explicaba o la poca idea que tenía, aunque hay que reconocerle que graciosa es, de eso no hay duda. Siempre impecable en su estilismo, nada rancio ni izquierdoso como, según los clichés, podríamos pensar que sería más propio de un político comunista. Díaz recuerda a aquellas ministras de Zapatero de la gauche divine, que salieron en portada de Vogue, con Fernández de la Vega a la cabeza. Ya saben que las tentaciones de poder llevan a veces por la vía rápida de Vallecas al mismo Galapagar.

A todo esto, Guerra también ha vuelto a la palestra, con uno de sus deslenguados comentarios guerrilleros de estos días, en respuesta a los pitidos a Sánchez en el desfile de las Fuerzas Armadas, al decir “hay quien abuchea a un presidente y aplaude a una cabra. Cada cual elige quién le representa mejor”. Genio y figura, pero en su gracia ofende sensibilidades ajenas, ¿era necesario?

El PSOE está aparentemente cohesionado entorno a su líder espiritual, Sánchez. Ahora que cuenta con ese abrumador respaldo público, solo queda saber hacia dónde piensa el presidente en realidad dirigir los destinos no solo de su partido, sino los de todos los españoles, preocupados por el paro, las escandalosas subidas de la luz y la crisis económica en la que a muchos los ha sumido la pandemia, temas que en el 40º Congreso, por cierto, han brillado por su ausencia.

Mónica Nombela Olmo

Abogada y escritora