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Políticos, medallas y elecciones

Todos tienen grabada la misma frase, con un punzón en el rabillo del ojo: El poder desgasta, pero lo que realmente desgasta es la oposición – Garrigues Walker-

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene en una sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados / Eduardo Parra / Europa Press

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En este mundo hay una norma de validez universal: todo el mundo va a lo suyo, menos yo, que voy a lo mío. Los políticos van a lo suyo por encima de cualquier otra consideración y ahora que se huelen las elecciones cerca mucho más.

Vi hace unas semanas – solo por encima, que a esta edad no está uno para torturas ni para coñazos intragables- una convención popular en Valencia. Aquello parecía una demostración de adhesión de las que promovía Franco. No sé si hubo bocadillos y autocares gratis, pero allí no faltó ni un presidente autonómico, ni una vieja gloría, ni personajes emergentes, ni el futuro del partido, ni las propuestas arriesgadas, ni los lanzadores de huesos de aceituna. Estuvo hasta Francisco Camps resucitado y buscando cargo, o sea posicionándose de nuevo, y hasta Carmen Lomana, creo que apuntada a las nuevas generaciones. Faltó el hijo de Bárcenas – o yo no lo vi- ese que tiene un grupo musical llamado “Taburete”, para amenizar los intermedios y los tiempos muertos.

Los socialistas hicieron lo propio este fin de semana. Un congreso a la búlgara en el que todo se aprobó por aclamación. Flotaba en el ambiente la frase famosa de Alfonso Guerra: “el que se mueve no sale en la foto” y el espíritu sanchista impregnaba el ambiente sobrecogiendo al personal, como las manifestaciones divinas de que hablaba Mircea Eliade en sus magníficos textos sobre filosofía de las religiones. La figura de Sánchez lo eclipsa todo porque el poder es apabullante. Como en las teofanías del Antiguo Testamento, cuando Moisés llegaba al Sinaí acojonado por la majestad divina, los socialistas en Valencia – cuando Sánchez aparecía y hasta cuando se intuía- babeaban, humillaban la cabeza, había orgasmos generalizados ante el poderío presidencial y todos se sentían arrobados solo con presenciar de cerca el halo que rodea al poder. Carmen Calvo llora, entre agradecida, humillada, esperanzada y levitando con los aplausos cerrados que entierran su carrera, a la espera de un puesto del tipo “jarrón chino”: bonito, espectacular, adornante y en el que no estorbe. El señor Ábalos guarda silencio. Digno, estirado, aparentando la “potestas” que se esfumó cuando menos lo esperaba. Ignorado en su propia tierra donde fue factótum de todo – con perdón de la redundancia-. ¡Qué desagradecida es la política! #conloqueyohesido. Un alma en pena sintiendo en carne propia la defenestración y maquinando a ver cómo se reinventa, que es como se dice ahora.

Sic transit gloria mundi, que decían los escolásticos. Un día eres casi Dios y una carta, un telegrama, el motorista oficial que aparece con un sobre, un mísero guasap, una llamada breve e impersonal… te transforman en un despojo. No suena tu teléfono, no te inundan las felicitaciones por Navidad ni las cajas con “un detalle sin importancia”, que contienen vinos de ultrareserva, envejecidos en roble gabacho y más antiguos que las cortinas de saco.

Populares y socialistas – los demás, podemitas y ultraderechas que los otros ni existen, son comparsas que servirán de bisagra, de colchón hinchable, de percha de los palos o de lo que sea con tal de acaparar unos cuantos cargos que serenen a las bases ansiosas-. Bueno… comparsas salvo los nacionalistas periféricos que concentran sus votos en territorios pequeños y los rentabilizan como deberían aprender a hacerlo los nueve millones de jubilados inútiles que andamos como pollos sin cabeza con las banderitas y los silbatos. Populares y socialistas, repito, junto con los comparsas que van a rueda, se aprestan a la batalla y ya han nombrado a todos los comités, juntas, juntillas, especialistas, arúspices y oráculos electorales para saber qué tienen que hacer en los próximos meses. Hasta deben de haber librado una pasta para pagar las horas extras de Tezanos y de Montesinos en sus proclamas y estudios vencedores. Yo he aprendido una técnica para adivinar el futuro basada en el dibujo que hacen, tras dos meses sin atenderlas, las uñas de los pies cortadas. Si necesitan mis servicios – a buen precio- avisen, que voy acompañado de un mago africano – Mama Yamba Cotunga- que tiene sortilegios eficaces para cualquier fracaso.

Todos tienen grabada la misma frase, con un punzón en el rabillo del ojo: El poder desgasta, pero lo que realmente desgasta es la oposición – Garrigues Walker, nada que ver con Johnnie, dixit-. La oposición es una antesala del infierno, si no es el infierno mismo: todos los afiliados preguntando qué hay de lo mío y el líder intentando apaciguar a las masas, inventando argumentos razonables para convencer a los que no pillan que “no hay cama pa tanta gente”.

Ahora se ha desatado en todos los medios una nueva tormenta informativa: Hace diez años que ETA dejó de matar. Maravilloso. Me congratulo como no se imaginan porque, en medio de los apretones terroristas etarras – pensaban que todo gobierno se sienta siempre que se le pegue con suficiente contundencia y en el lugar adecuado- me pasé más de quince años en los que no ganaba para tintorerías y remiendos de tanto como me tiraba al suelo para mirar los bajos del coche a ver dónde estaba colocada la lapa. Mi buen amigo Juan Alberto Belloch – un crack como persona y como biministro- me mandó a Colombia para despistar, Antonio Asunción y Margarita Robles me ponían escoltas, que parecía yo – un pringao- el marqués de pollapelada con tanto aparato de seguridad[1]. Bueno pues a esta gente – a Antonio Asunción, Margarita Robles y Juan Alberto Belloch- no los he oído nombrar en un solo programa, cuando otros que no han dado clavo se apuntan a la liquidación por derribo de los etarras. Acojonante. Un día, en Barranquilla, trabajando en la apertura de una cárcel, sudando como los pollos mientras un grupúsculo ultraderechista me tachaba de escondido, llamé a Belloch y le dije: sácame de aquí, que estoy del Caribe hasta los mismísimos. He salido de Guatemala para entrar en Guatepeor. Y ahí empezó nuestra amistad que dura hasta hoy.

Juan Alberto Belloch me mandó a Colombia para despistar, Antonio Asunción y Margarita Robles me ponían escoltas

Veo a Irene Villa o a Gorka Landáburu y me quito el sombrero ante ambos. Veo a algunos guardias civiles y echo de menos a muchos más que se jugaron el cuello ante la banda. Recuerdo a policías que también se partieron la cara y no salen en los reportajes laudatorios. Veo a políticos que, como mucho, pasearon el folio, aplastaron el culo en el sillón y no hicieron ni el huevo y los ponen hasta en la sopa como prohombres del asunto. En fin… es la vida. Ya sabemos cómo se reparten las medallas.

Un ejemplo sangrante. Otegui. Gran manipulador y gran político, que viene a ser lo mismo. No tengo nada contra este tipo como tampoco lo tengo contra Kubati, contra Txiquierdi, contra Arantza Zulueta o contra Jone Goiricelaia. A todos les deseo una vejez pacífica y disfrutona, aunque guardo algunos recortes del Egin con manifestaciones suyas – conmigo como objetivo- que darían para una nueva novela de prisiones, putas y pistolas.

Arantza, Rufi Etxeberria, Goioaga, Goiricelaia, Elosúa, Gorostiza… somos todos de la misma quinta y anduvimos en las trincheras, aunque en distintos bandos. Ojalá tengáis tiempo de vivir el resto de vuestra vida dedicados a la literatura, a viajar – que el nacionalismo se cura viajando- a hacer uso del matrimonio o incluso sin él, a refocilaros en el resto de eso que los horteras llaman Estado español – expresión franquista, por cierto- sin tener que andar visitando cárceles ni controlando presos. Os felicito por el fin de la banda y me felicito a mí mismo.

Otegui: te has pegado una importante campaña en el mako, aunque mucho más pequeña que la que se han pegado otros. Has rentabilizado tu cárcel y ahora eres un mandamás de la izquierda abertzale. Yo quiero que esa izquierda esté en los parlamentos porque a principios de los noventa, cuando daba ejercicios espirituales a los etarras en las cárceles, el tema de conversación esencial era no poner bombas y defender las ideas en las instituciones. Me la sopla la derecha, que se cabrea porque tengáis asientos de cuero y seáis tratados de señorías. Una pregunta: ¿Si tú eres un hombre de paz por haber contribuido al fin de la violencia terrorista, no es tiempo ya de reconocer que Isidro Etxabe y Jon Urrutia – los primeros etarras que criticaron abiertamente los atentados – también deberían ser reconocidos como tales? Ellos hablaron contra la violencia terrorista cuando ni dios se atrevía a abrir la boca. Ahora todo el mundo sale en las teles pontificando, pero estos se la jugaron siendo los primeros, machacados de manera inmisericorde por la banda y su entorno, y ahora parece que no existieran. Ellos, en el 91, fueron la semilla del fin de la violencia que fructificó años después.

[1] Por fuerza, para que no crean que me lo invento y sin el menor ánimo publicitario, tengo que insistir en #Deprisiones,putasypistolas. Ustedes mismos.

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