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¿Acaso nos falta un hervor…o dos o tres?

¿Cuántas listas de espera de gente que hace cola para una mamografía, una colonoscopia o una ecografía se podrían pagar con los 20 mil millones de las ‘políticas de igualdad’ de Montero?

Irene MOntero e Ione Belarra a su salida de una sesión plenaria en el Congreso de los Diputados

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Me acusan con frecuencia de ser poco correcto en mis artículos y libros, de decir tacos y de no ser suave y moderado en mis expresiones. No crean que no intento ser modoso y educado. Cada día hago propósito de la enmienda diez o doce veces, pero la realidad se impone y se empeña en cabrearme y hacerme sacar los pies de plato. Ella, la realidad y no yo, educado en un colegio de curas – en el sector pobre, que todo hay que decirlo- tiene la culpa de mi ser políticamente incorrecto.

A ver si no es para encabronarse en el peor de los sentidos. Con la que está cayendo, con los rusos cometiendo crímenes de guerra en Ucrania, con las repercusiones económicas que ha tenido la invasión, con la salida del virus que aún no ha tenido lugar, con la gasolina a dos euros el litro y la luz andando por la estratosfera, con la inflación en el ocho por ciento y las amenazas que se ciernen sobre nuestro entorno, tiene pelotas que la peña intente entontecernos con historias que realmente nos importan una mierda – ¡leches! Otra vez he sacado los pies del tiesto.

Ayer vi en distintos informativos de televisión, cómo sacaban a una mujer medio desnuda y en una camilla cochambrosa, de un hospital maternal. Los rusos, hijos de Putin, atacaron un hospital y se vio en televisión humeando y reducido a escombros. Argumentaron mintiendo que era una base de no sé qué batallón. Ya saben que en las guerras, la verdad es la primera víctima.

La guerra, la invasión sobre Ucrania para negarle la salida al mar y convertirla en un nuevo satélite de Rusia – como fue cuando existía la URSS, que Putin quiere rehacer- es como todas las guerras: un lugar donde jóvenes que no se conocen ni se odian, se matan. Enviados por viejos que se conocen y se odian, pero no se matan. Hasta ahora, los americanos y los rusos se habían pegado en sitios más lejanos, siempre con contendientes y víctimas interpuestas, pero ahora, se acercan peligrosamente y los bombardeos rusos están a noventa kilómetros de Polonia o Rumania. Dice Gagá Biden que no va a confrontar directamente con Rusia porque sería la tercera guerra mundial. Ahí estamos, todos acojonados ante Putin que ya ha dejado claro que sus arsenales, con seis mil bombas nucleares, están preparados y sus generalotes serviles y cobardones, lamiendo el suelo como lebreles, esperando a sus órdenes de criminal de guerra para ser ellos lo mismo.

Rusia, imperialista desde antes de Tolstoi y de Dostoievski – es increíble que un país que da esos hombres de también criminales al estilo de Stalinputin-, es especialista en guerras totales, aunque las pierda. Acuérdense de los bombardeos de Grozni, en Chechenia. Acuérdense de los de Alepo, en Siria. Vean los que están teniendo lugar en Mariúpol, entérense de cómo han dejado sin luz la central nuclear de Chernóbil para impedir la refrigeración de esa máquina que ya nos puso a todos contra la pared cuando su nube radiactiva recorrió los cielos europeos. Ese estilo de guerra criminal -todas los son porque los viejos que se odian son quienes tenían que matarse y no lo hacen, y mandan a jóvenes en su lugar- tiene una táctica demoníaca pero efectiva: atacan a la población civil para aterrorizarla y crear, dentro del estado atacado, una sensación de pánico añadido que incomoda aún más a los mandatarios. Estos ya no solo tienen que ocuparse del enemigo, sino que les meten el enemigo en casa con una población herida, que huye, que pasa hambre y frio y que carece del mínimo lugar seguro donde guarecerse. Algo muy difícil de gestionar. Pura teoría milenaria sobre la guerra desde Sun Tzu y Von Clausewitz.

Por cierto, cuando yo me dedicaba a ser espía etarrólogo, fui un día a Alcalá Meco a ver a un tipo que se llamaba Joseba Mirena – omitamos el apellido que él ya sabrá de quien hablo-. Me pegó el menda una charla de un par de horas sobre Clausewitz – los etarras de entonces eran bastante más ilustrados que los analfabetos últimos- y yo todo el rato preguntándome ¿quién cojones será ese Von Clausewitz del que este tío habla como si fuera su cuñado? Me tuve que poner al día y ver las teorías sobre la guerra y el sometimiento de los pueblos que este general prusiano proponía y que también los etarras intentaban llevar a cabo pues su teoría fanática de la socialización del sufrimiento era calcada de las tesis de este tipo. Pero dejemos a los etarras que parezco Gil Lázaro o el panfleto derechista hablando de ellos cuando están más acabados que las coplas de la Niña de los Peines.

Las guerras son un lugar donde jóvenes que no se conocen ni se odian se matan, enviados por viejos que se conocen y se odian, pero no se matan

Y aquí estamos nosotros, sufriendo una situación -nada que ver con el sufrimiento de los refugiados ucranianos, víctimas directísimas de esta acción criminal- con la que nunca pensamos encontrarnos porque las guerras siempre tenían lugar muy lejos, en Irak, en Yemen, en Afganistán o en Sudan, donde Cristo perdió el gorro, pero no a las puertas de casa. Sufrimos porque la luz está a quinientos cincuenta pavos el megavatio, veinte veces más cara que hace un año, la gasolina a dos euros el litro y subiendo y ya andan los churreros acumulando aceite de girasol porque, si no, van a tener que hacer los churros con mantequilla.

En medio de este caos algunos medios se centran en dos noticias que te cagas: el emérito ha mandado una carta a su hijo diciendo: “conocidos los decretos de la Fiscalía General del Estado por los que se archivan las investigaciones de que he sido objeto, me parece oportuno considerar mi regreso a España”. Este hombre tiene una jeta de tres pares de huevos, por no decir algo peor, borbónico como Fernando VII o Alfonso XIII, sus abuelos. Ese archivo de causas -desde mi ignorancia- consagra una verdad inamovible por ahora: la igualdad ante la ley, en España, es una absoluta mentira.

Por otro lado, y partiendo de que a mí me importa un rábano dónde viva el emérito, el Gobierno está que lo tira y, mientras los jubilados tenemos que pagar el jarabe para la tos – toser no es una patología, y tosiendo se puede vivir perfectamente, solo es un ejemplo- se va a gastar más de veinte mil millones de euros –no sé ni siquiera traducirlo a pesetas – en “políticas de igualdad”. ¿Vamos a pintar faldas a los semáforos, los pasos de cebra con los colores del arco iris, a quién se piensa contratar con ese pastizal, qué es eso del impulso transversal? Lo siento, debe de ser el Alzheimer pero yo me pierdo. Si aún dedicaran alguna partida de ese pastón a pagar las multas que les pongan a los mendigos por pedir limosna... Mecagoentoloquesemenea.

¿Cuántas listas de espera de gente que hace cola para una mamografía, una colonoscopia, una ecografía de próstata o alguna mierda de esas se podrían pagar con esa mariconada del Ministerio de Montero? No me llaméis facha que he votado mil veces al PSOE y tres o cuatro a Podemos. A partir de ya y hasta que hay un Partido de Pensionistas no votaré porque soy intrínsecamente negado a votar a la derecha, pero esto tiene muchos cojones. Yo defiendo a la mujer, solo faltaba, tengo madre, hermanas, hija, nietas e incontables sobrinas. Cómo no voy a querer, aunque sea por interés propio, que las mujeres estén protegidas en todos los terrenos y también que lo estemos los hombres que algo hemos hecho aquí desde que el mundo es mundo para tener la condición de sospechosos solo por el género. Dicho lo anterior sin hablar de los sindicatos: “Yolanda Díaz, duplica las subvenciones a los sindicatos y les dará 17 millones de euros “. Mi argumento es breve: en cuarenta años conviviendo y lidiando con ellos, jamás he visto a uno solo - excluyo a Máximo Casado, de CCOO, asesinado por ETA en Vitoria- que haga nada beneficioso para ningún trabajador como no fuera para él mismo.

Creo que se nos ha ido un poco la olla y nos falta un pequeño o gran hervor. Nos despistamos de lo fundamental para detenernos en lo accesorio, lo que nos mantiene el sillón, el postureo, el ruido, la manifestación con batucada y los huertos en los que pastan miles y miles de paniaguados que parece que hacen algo. Conste que me sitúo ya entre los parásitos que viven de gorra después de partirme el pecho durante cuarenta años cotizando como un campeón. Soy susceptible de ser eliminable sin que el mundo cambie ni un milímetro.