Amarga Semana Santa
Maldita forma de arruinarnos la semana, el mes, el año y no sé qué más
Cuando uno empieza una guerra, cualquier guerra, aunque sea con un sindicalista golfo, con un vecino trastornado o con una mujer – u hombre- al borde del divorcio, tiene que saber y tener meridianamente claro que la otra parte atacará en la medida en que pueda hacerlo. Una vez más parece que Putin ha estado mal asesorado. En sus cálculos “invasionistas”, pensó en una excursión por Ucrania. Se le atragantó el paseo y ya hablan de más de quince mil soldados rusos muertos. Una lástima. Seguro que han caído miles de chavales que no sabían qué hacían allí ni por qué estaban peleando. Sus familias ni siquiera recibirán los cadáveres para eso que llaman el duelo y el culto a los muertos, porque una de las claves de los totalitarismos es negar lo evidente, aunque lo tengas ante los ojos. Los miles de muertos ucranianos, al menos, sí sabían cuál era el motivo de esa guerra.
Putin y su maquinaria propagandística afirmaron hace unos días que se limitaban al control del este de Ucrania, lo que llaman el Donbás, esa zona que lleva en guerra bastante tiempo, a la que llaman pro rusa y que constituye el pasillo que une Rusia con el Mar Negro. Leo en no sé qué medio, por algo es Semana Santa, que el Papa ha previsto hablar o va a intentarlo con el Patriarca ortodoxo Cirilo como modo de influir en el conflicto provocado por Putin. Si estuviera el horno para bollos me partiría de la risa. ¿Piensa el anciano Papa que Putin puede recibir alguna influencia de Cirilo? Se ha entrevistado y ha hablado decenas de veces con Macron, creo que también con Boris Johnson, ese inglés estrafalario. Ha recibido la presión de los alemanes y los americanos y no se ha movido un ápice de su idea inicial. Como para hacerle caso al Papa y a Cirilo…
Hace tres días los ucranianos– siguen negándolo, empecinados en su política de torcer la realidad más evidente, recuerden que todo el que empieza una guerra se expone a que le respondan si pueden- han hundido un buque ruso de 190 metros de largo. Con sus misiles, sus cañones y todo su arsenal flotante. No se sabe nada de la tripulación –sobre quinientos soldados- y hoy veo en el telediario cómo un jefazo ruso saluda a los que han sobrevivido, un veinte por ciento. Las vidas de unas cincuenta mil personas han sido liquidadas, entre los dos bandos y con muchos civiles ucranianos entre ellos, han sido laminadas, repito, por las ansias expansionistas de un individuo con delirios de grandeza y con afanes de entrar en la historia por su megalómana visión de esa realidad oscura y psicópata que se llama geopolítica.
Maldita forma de arruinarnos la semana, el mes, el año y no sé qué más. Me viene a la memoria, inevitablemente, aquella canción de cuando era joven. Jarcha se llamaba el grupo que cantaba Libertad sin ira: Pero yo solo he visto gente /que sufre y calla, dolor y miedo/ Gente que solo desea/ su pan, su hembra y la fiesta en paz. Ese es el asunto y siempre hay mandamases retorcidos que se empeñan en fastidiarlo con otros objetivos que ni nos van ni nos vienen: dominio del otro, expansionismo, geopolítica imbécil, consolidación de bloques o ideologías tiránicas tan antiguas como la humanidad.
Mientras los rusos bombardean, los nobles y los menos nobles dan pelotazos para forrarse
En ese afán de vivir como Dios, ya saben, la jet… unos tipos cuyo nombre omito, modelos, nobles, famosos, integrantes del colectivo de gente guapa, andan por los juzgados y en las fiscalías acusados de estafa, falsedad en documentos y blanqueo de capitales. Dicen los fiscales –y presentan una querella por eso- que con otro colega menos famoso ha “obtenido un exagerado e injustificado beneficio económico por la compra de material sanitario y su venta al ayuntamiento de Madrid”. Ya lo saben, los famosos intermediarios comisionistas que, sin dar un palo al agua, por sus gestiones, se llevan una pasta gansa sin mancharse las manos ni descargar un solo cajón de la mercancía con la que trafican.
Veo en los medios que uno de ellos se ha comprado no sé cuantos cochazos de lujo del tipo Ferrari, Aston Martin, Lamborghini… ya están viendo, utilitarios para ir a dar el callo al Pla de la Vallonga, algún Rolex para no perderse la hora del golf y del vermut y un apartamento –de lujo también- en esos pueblos de la zona norte de Madrid donde vive la gente bien. El otro, el miembro de la nobleza, aficionado a las cosas del mar -según leo- se ha agenciado un barco de mas de trescientos mil pavos y unos bonos alemanes con rendimiento. Después de un frenético movimiento de cuentas, le han quedado al buen chaval doscientos cuarenta napos. Una miseria. ¡Ay que ver cuánto dan de sí las buenas relaciones y la preocupación por la salud pública! A ver si no la palmo antes de verlos enfilar el camino del trullo, siguiendo el chaval integrante de la nobleza los pasos del padre, aunque este por motivos más rijosos todavía.
Mientras los rusos bombardean, los nobles y los menos nobles dan pelotazos para forrarse, Feijoo anda haciendo equilibrios para no estar en la toma de posesión de Mañueco y su gobierno de ultraderecha -le dicen los asesores que no se debe notar demasiado ese gobierno de coalición-, Tezanos se empeña en hacer ver a Sánchez que todo va bien y que la unión popular con los ultras no va a descabalgar de los sillones al matrimonio casi canónico de socialistas y podemitas e Irene Montero busca acomodo para sus veintitrés mil millones invertidos en igualdad - ¡la madre que me pario!- .
En esas estamos. El cura de mi pueblo, aquel que tenía novia formal, gustaba –analfabeto crónico como era- de los sermones grandilocuentes y efectistas. Una Semana Santa, queriendo deslumbrar al auditorio, empezó con el verso de una monja del siglo de oro: “Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero”. Un paisano que intentaba cumplir el precepto pascual para obtener el certificado de buena conducta, imprescindible para poder tener escopeta y cazar perdices en el soto, dijo a voz en grito: ¡Yo lo sé! ¡La gallina! Creía el hombre que el cura, viniéndose arriba con los místicos, proponía un acertijo.
Eso nos pasa a los que conformamos la plebe. Pensamos que el gobierno nos pone acertijos y cuestiones difíciles –las mismas que no plantea a los bachilleres que obtienen el título aun con suspensos- y los materializa en la declaración de la renta. He vivido en primera persona el timo del tocomocho que constituyen los planes de pensiones, pero de eso hablaremos otro día, que aún estoy con la emoción – agnóstico yo, genético e irrecuperable- de la Procesión de la Redención en León y el espectáculo, de música, color, vestuario e imaginación del Viernes Santo en Lorca. Hay que disfrutar mientras nos dejen, que esto son dos días.