La moción de San Vicente Ferrer
A las 13:15 horas de este día de San Vicente Ferrer, Carolina Gracia Gómez se convertía en la segunda mujer alcaldesa de Orihuela
En la historia democrática de Orihuela han sido varias las mociones (o intentos) de censura, concluidas con dispar resultado. O con, si me permiten, con resultados y daños posteriores de mayor o menor intensidad, como ocurre con las riadas de la Cuenca del Segura a través de los siglos, bautizadas –citaremos sólo las más importantes- con el nombre del santo del día: Santa Rita (1143), San Lucas (1545), San Calixto (1654), San Miguel Arcángel (1656), San Patricio (1664), Santo Tomás (1683), Santa Catalina (1694), San Simón y San Judas (1769), San Pedro Regalado (1775), San Francisco de Borja (1783) y Santa Teresa (1879). Estas inundaciones produjeron, como las mociones de censura, daños de mayor o menor consideración, con resultados catastróficos casi siempre para la ciudad y la huerta de Orihuela.
Por seguir la tradición, esta moción de censura del 25 de abril de 2022 que ahora nos ocupa, contra Emilio Bascuñana y su equipo del PP, pasará ya a los anales del municipio como la del Día de san Vicente Ferrer, esta tradicional festividad que se celebra el segundo Lunes de Pascua en muchas ciudades de la Comunidad y que en la capital del Turia se solemniza instalando en calles y plazas altares en honor del patrón de la Comunidad Valenciana.
Cuentan las crónicas que el Síndico de Orihuela, mossén Jayme Terrés, escribió a san Vicente Ferrer el 26 de agosto de 1410 para que visitara la ciudad y su partido, porque era una zona “muy viciosa y llena de culpas”. El predicador dominico se puso en marcha, pasó por la Ribera y la Vall de Albaida, y permaneció varios días en Orihuela. El 4 de marzo de 1411, los Jurados y Consell de la Ciutat dirigieron una carta al Obispo de Cartagena, de cuya jurisdicción eclesiástica dependían entonces, dando cuenta de los beneficios de aquella presencia del santo, del “mucho bien que había hecho a toda esta tierra y a todos los fieles cristianos” y relataban que “nunca en esta tierra se habían confesado las gentes como ahora” y que se habían “hecho ciento y veinte y tres Pazes de las sesenta y seis muertes”.
Pero volvamos a las mociones de censura. La primera legislatura democrática llega, en medio de momentos convulsos, presentada por el grupo socialista contra la gestión del alcalde Francisco García Ortuño. El 7 de septiembre de 1980, cuatro días antes de que se celebrara el pleno, publicaba La Verdad que el alcalde esperaba que “el pleno del día 11 termine en concordia”. Hacía García Ortuño un llamamiento “a la cordura de todos los grupos, incluido el mío e incluso me lo hago en primer lugar a mí. Un llamamiento total y absoluto a la cordura”. Porque –recordaba el alcalde- el programa de trabajo, al margen de siglas partidistas, era “prácticamente común”.
En aquella sesión, el concejal oriolano Luis Almarcha Mestre, una de las cabezas mejor amuebladas del PSOE provincial, rechazó la “política de hechos consumados”, pidió “transparencia” en la gestión y que el Ayuntamiento “sea democrático”. Y afirmó finalmente: “No hemos pedido la dimisión del alcalde porque está sustentado por un grupo mayoritario, pero sí censuramos su forma de gestionar. Nosotros no cambiamos alcaldes; para nosotros se trata de que aquí, en este Ayuntamiento, en esta Corporación, haya transparencia. Lo que queremos, en definitiva, es que este Ayuntamiento empiece a funcionar como un Ayuntamiento democrático”. La moción de censura no prosperó.
También Emilio Bascuñana afirmaba la semana pasada in extremis: “el interés de mi pueblo pasa porque el Partido Socialista, Cambiemos y el Partido Popular hagamos un pacto de Gobierno para que este último año se haga lo que Orihuela necesita”. Pero llegaba tarde. La partida se estaba jugando ya en otro escenario.
Tiempo después de la fallida moción de censura contra García Ortuño, los militantes del PSPV-PSOE Luis Almarcha y Andrés Cremades, firmaban un artículo (La Verdad, martes 28 de julio de 2009) que empezaba así: “El Ayuntamiento de Benidorm se encuentra bailando, una vez más, al son político del tránsfuga de turno. Para bochorno de todos los demócratas, la atención mediática se seguirá centrando en cuál puede ser, la ocurrencia o el capricho que, cuando a él le apetezca, pueda exhibir un ciudadano que, tras haber resultado electo, decide actuar al margen o en contra de la formación política bajo cuyas siglas obtuvo su acta de concejal”. Y, tras hacer un repaso por la actitud incoherente mantenida por el PP en ese Ayuntamiento decía: “Sin embargo, nosotros no somos el PP. Nosotros, los socialistas, no amparamos, ni ampararemos nunca, a tránsfugas, ni siquiera en Benidorm, ni en Denia, ni en la Vila, ni …en todos esos sitios que suponen un baldón para el PP. NO, nosotros no somos iguales. Nosotros, que defendemos valores, no podemos ni queremos seguirle el juego a los tránsfugas”. Tras reproducir algunos artículos del Reglamento Orgánico del Pleno aprobado por el pleno del Ayuntamiento de Alicante el 26 de abril del 2005, “modélico en antitranfuguismo”- añadían los autores del artículo: “En resumen, a los tránsfugas ni agua. Hay que atajar sin concesiones esta lacra del sistema democrático con medidas como las descritas, que después serían recogidas y ampliadas en el Acuerdo, de 2006, sobre un código de conducta política en relación con el transfuguismo en las Corporaciones Locales (II Adenda), firmado por todos los partidos políticos. Y abogaban porque “Estas medidas deberían formar parte de los Reglamentos Orgánicos de todas las Corporaciones Locales y Provinciales.
La desgracia es que, en Benidorm, ya hemos pactado con el tránsfuga. Sueldos, asesores y distintas iniciativas conjuntas. Todavía, sin embargo, se puede rectificar y no dejar que las vísceras (en intereses no muy claros) se impongan a la razón y a la cordura. Porque sólo la firmeza de las convicciones y la coherencia nos darán credibilidad y votos. Y, si de estos no recibimos los suficientes, pues…mala suerte y a seguir trabajando. Pero lo que no podemos hacer es comportarnos como como el PP. Porque es cierto que el pacto antitranfuguismo se ha firmado con el Partido Popular que, a la primera de cambio, lo incumple; pero todavía es más cierto que con quienes ha firmado ese pacto el PSOE ha sido con sus militantes, con sus simpatizantes y con los ciudadanos.
Y Benidorm es muy importante. Como importante son Denia, la Vila, la Vall de Laguar y tantos otros. Pero, para nosotros, para los socialistas, para los demócratas, lo más importante es el respeto a la voluntad popular. Lo importante es la democracia”.
En esta misma línea, Antonia Moreno, actual delegada del presidente del Consell en Alicante, publicaba en el Diario de la Vega el 26 de diciembre de 2013 un artículo (“Ahora me toca a mí”) donde relataba su experiencia con el empresario José Alcántara. Como estos días el artículo ha circulado profusamente, les ahorro su reproducción. En aquel artículo recordó que ella terminó marchándose pero dejó todo escrito para que sus compañeros no volvieran a caer en la trampa: “Ninguna vara merece la pena si el diablo te pide el alma a cambio” fue la contundente frase que lo resumía todo. Años después –dicen que el ser humano es el único capaz de tropezar varias veces en la misma piedra- la historia se repite, con otros protagonistas. Pero no seré yo quien discuta la capacidad de cada cual para hacer de su capa un sayo, siempre que no perjudique los intereses de Orihuela.
Post scriptum.- A las 13:15 horas de este día de San Vicente Ferrer, Carolina Gracia Gómez se convertía en la segunda mujer alcaldesa de Orihuela. De su discurso me quedo con las frases de manual: que gobernará con todos y para todos, que todo proyecto para Orihuela será escuchado, y que no primarán siglas ni colores partidarios. Porque nos va mucho en ello, vale la pena creerlo. Y confiemos también en que Ximo Puig le otorgue suficiente cobertura para impulsar los asuntos pendientes del municipio.