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Un arquitecto paseante por la soledad de la pandemia

El libro, primorosamente editado con formato de agenda Moleskine, responde a ese tipo de obras ilustradas que intercalan los dibujos realizados con minas de lápiz de colores

Un arquitecto paseante por la soledad de la pandemia

Publicado por
P. L. N.

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Los arquitectos, por lo general, suelen ser más cartesianos que poéticos, aunque a veces, las menos por pura practicidad, les brota la vena artística del creador plástico que siempre quisieron ser como humanistas libres de atavismos profesionales. Tal es el caso de Alfonso Navarro Guzmán, insigne arquitecto eldense de nacencia, quien ha presentado en Colegio Territorial de Arquitectos de Alicante el libro "Una aventura estética o el coleccionista de silencios", arropado, en su primera muestra al público como escritor-ilustrador, por un colega en construcciones de materiales y literaturas, José María Lozano, y por un abogado, buen conocedor de temas urbanísticos y de las andanzas del autor, Antonio Moreno Cánoves.

En el acto pronunció unas palabras introductorias Emilio Vicedo, presidente de la Institución colegial, dando paso al arquitecto y articulista de ESDiario, José María Lozano, quien con un estilo inteligente y desenfadado introdujo al público en la personalidad, siempre compleja, del multidisciplinar Alfonso Navarro, y en la línea argumental de esta obra "que no distingue los sueños de las fantasías, pero que no se puede vivir sin ninguna de las dos". Mientras Moreno Cánoves expuso tanto su labor como corrector ("corregidor" dijo) de textos mientras iba surgiendo el manuscrito, revelando además el entendimiento y sapiencia en temas tan diversos como la gastronomía o la meteorología.

El libro, primorosamente editado con formato de agenda Moleskine, y sus hojas en papel "Guarro" (idóneo para Bellas Artes) responde a ese tipo de obras ilustradas que intercalan los dibujos realizados con minas de lápiz de colores, primando motivos vegetales, y algún recuerdo de la arquitectura helénica, y de espacios en soledad. Contorneando los textos redactados (manuscritos) con la propia letra del autor, a la manera de los decimonónicos cuadernos de viaje, en este caso viaje al interior de un Alfonso Navarro "caminante machadiano", quien reflexiona sobre "lo divino" (haciéndose preguntas teológicas/existenciales), y "lo humano" (desde las asumidas influencias de la filosofía arquitectónica de Wittgenstein, pasando por los sentimientos más íntimos o intentando recuperar los pasos perdidos en pasillos inanimados por esta nueva peste negra del siglo XXI.

En cierto sentido semejantes reflexiones ilustradas nos recuerdan al Leonardo renacentista y multidisciplinar o a William Blake más dibujante poético, incluso a los antiguos poemarios de cantos chinos, cual un von Humboldt contemporáneo recorriendo en la soledad del universo cercano a su casa por senderos tantas veces transitados, pero que con la pandemia y el enclaustramiento social fuerzan la nueva perspectiva, o prospectiva, espacio y tiempo desde lo más íntimamente personal y estoico cuando la edad te permite cierto distanciamiento intelectual, ajeno a los convencionalismos y encorsetamientos de lo correcto.

Proyectista de tan singulares obras como El Cartabón (conocida por los alicantinos como "la Pirámide", o las casas metal y rosa que circundan la plaza San Cristóbal, por no hablar de restauraciones, el Teatro Principal o el Mercado Central, solo citando las archiconocidas, se dejó 28 días la mesa de arquitecto ("a jornada por relato ilustrado" según nos cuenta) dedicándose a conceptualizar para los demás lo sentido propiamente como paseante que al volver al campamento bosqueja con autónoma "mano independiente del cerebro y del corazón", las cavilaciones de un pensador occidental en pura simbiosis, aquí inseparable, del alter ego como botánico zen.

Un hombre inusual no podía hacer un libro al uso.