El observador expectante
Mucho mozo y moza de buen ver y conocimiento salpican los asientos dándonos la confianza de que el artístico enfrentamiento de la bestia con el hombre no morirá por varias generaciones
Si de algo no se puede calificar a Nacho Lloret, empresario de la plaza de toros de Alicante (y de Toledo), es de cicatero y poco voluntarioso a la hora de ahormar una feria. De hecho, ha presentado unos carteles que para la clasificación en la que se encuadra el ruedo alicantino resultan sobradamente completos y meritorios en su síntesis, de maestro indiscutibles, y francamente abiertos y dadivosos con quienes pretenden serlo, hoy en escalafón de novilleros y alumnos aventajados de escuelas taurinas.
Por otra parte, en referencia a las ganaderías lidiadas, como dijo "El Guerra": "es lo que hay". Las figuras piden este tipo de toro más o menos previsible en hechuras y cornamenta, o no vienen.
Si la corrida del 22, con toros disímiles en bravura y quietud, de la ganadería Fuente Ymbro para Antonio Ferrera, Miguel Ángel Perera, Ginés Marín, tuvo poco aforo en una tarde apacible y con viento justo para no levantarle el pico a las muletas, la de ayer 23 con El Fandi, José María Manzanares, Roca Rey completó tres cuartos sobrados con alguna calvicie al sol. Estos últimos espadas: tercero y segundo en el escalafón de los maestros, con ganado de Victoriano del Río y de Cortés en sus ADNs, tuvo el soplo justo y más aficionados que las anteriores y menos que hoy, día grande de Las Hogueras, se supone para completar aforo acudirá el personal fogueril en masa, con sus Belleas a la cabeza de los distritos, gusten, ignoren o les sea indiferente la fiesta nacional.
Me llevé los binoculares, al estilo guiri en el circo romano de Nimes, y pude observar algún que otro gesto reprobatorio o complacido de grandes aficionados alicantinos
Y como tal la entendemos con la bandera rojigualda por doquier y nuestra Santa Faz bendita-misericordia, entronizada en la presidencia del festejo, y en la puerta de toriles representando la alta y altiva potestad de Manuel García Castell, o de José A. Fernández de la Dueña, quienes dan trofeos asesorándose a veces demasiado condescendiente como una oreja al Fandi, más teatral que torero; y la incertidumbre de lo que puede salir en animal totémico libre y bien alimentado hasta ayer en feraces campos ganaderos, y enrabietado mal comido desde hace dos días preso entre cajones y chiqueros que mudarán su carácter para enjuiciar por el respetable castas y mansedumbres, hasta ahora y por lo visto, a partes iguales, dada la atenta cara del ganadero Ricardo Gallardo que no mandó al mayoral
El público, más en días de charangas y pasacalles festivos, es dadivoso sacando pañuelos blancos que comporten orejas, como los dos apéndices que se llevó el miércoles 22 Ginés Marín en su sexto, y como ya tenía una oreja anterior acabó saliendo en volandas por la puerta grande cuando ya nos íbamos todos. Portalón que volvió a abrir Roca Rey ayer con dos meritorias faenas, especialmente la primera que brindó a Manzanares comprometiéndolo en un envite sentimental y desafiante, al que el torero alicantino entró a medias.
Me llevé los binoculares, al estilo guiri en el circo romano de Nimes, y pude observar algún que otro gesto reprobatorio o complacido de grandes aficionados alicantinos, desgraciadamente ya no ocupan sus alineamientos en el tendido alto rincón de rellano desaparecidos el Tauro Club y sus insobornables, como Vicente Castelló, probablemente más manzanarista que la propia y sufrida Yeyes, Pepe Domingo, el incontrovertible sabedor de Cossío y Vidal, hablando largo y tendido con El Rondeño (banderillero de Esplá, Ponce y director de la escuela taurina de Alicante); los Brotons de Boni, paseantes de muchos cosos, el abogado Alberto Jiménez, Pepe Perea, vidriero del temple taurino en barrera con Capote de las guapas, o Manolo Asín dermatólogo que cuando la suelta, las clava como un Séneca; sin olvidar a Ramón Escudero padre y abuelo de matadores quien ya apoya a su nieto bendiciendo maneras. Mi compañero de asiento y crítico taurino Blas de Peñas, hijo él de otro grandísimo aficionado, era un libro de tauromaquia abierto a cada pregunta que le hacía, conocía cada toro como si hubiera criado propiamente, y a cada torero como si fuese su mozo de espadas.
Pero yendo a la intrahistoria del callejón para arriba, las corridas del 22 y23, pocos políticos, VIPs (talmente Chus Arias y JJ Gálvez) y escaso famoseo alicantinista buscando su minuto de gloria contemplativa, cuando en otro tiempo alcaldes y presidentes de Diputación no se perdían una, sobre todo si toreaban los lugareños hermanos Esplá o Manzanares padre, amén de toda la marabunta de políticos como innumerables concejales y diputados de amplio espectro buscando la foto y el voto; aquellos felizmente olvidados, cuando hoy en día, y en sensu contrario y añorante todavía se recuerda a aquel Juanito Soler quien se encargaba las chaquetas como de tapicería chillona para que pudiéramos asentar en él la mirada abanicaba. O al "Roña" (Antonio Baños), mozo de plaza e inolvidable tanguista más saludado que el propio paseíllo de diestros y cuadrillas. Ya no quedan singularidades de aquellas icónicas, o al menos no las vi.
De un tiempo, de un país. Hoy la fiesta está perdiendo algo de razas y tronidos, menos mal que todavía mucho mozo y moza de buen ver y conocimiento salpican los asientos dándonos la esperanzada confianza de que el artístico enfrentamiento de la bestia con el hombre, el toreo apologético, no morirá por varias generaciones.