José Tomás revienta la plaza, se juega la vida y sale en hombros
Sus miles de incondicionales abandonaron el coso toreando, pero el resto de aficionados esperaba más
En pocas palabras, el resumen podría ser, más o menos, así: José Tomás reventó la plaza de toros de Alicante, lidió cuatro toros, cortó tres orejas y salió en hombros. Encandiló a sus miles de seguidores que abandonaron el coso toreando, pero el resto de aficionados esperaba más. Sí, así podría ser la crónica del acontecimiento taurino vivido en Alicante un 7 de agosto de 2022, pero ni puede ni debe ser así porque el maestro de Galapagar es otra cosa. A pesar de sus cuarenta y siete años, su toreo está en otra dimensión. Es distinto porque lo hace tan fácil que no se le valora como debería ser. Hacerlo fácil no significa que sea fácil su toreo; al contrario. Es tremendamente difícil, complejo. Porque clavar los pies en el albero y proporcionarle al toro diez naturales sin moverse un milímetro, sin rectificar, sin darle ventaja al toro, sin ceder ni un sólo suspiro ante la acometida salvaje del animal, está sólo al alcance de unos pocos, de los elegidos, de los tocados por la varita mágica. O por los dioses. Todos, ni las figuras que hoy lideran el escalafón, pueden decir lo mismo. Ni soñarlo.
Cuando su primer enemigo, un Juanpedro que había sido sobrero en Jaén, salió al ruedo y José Tomás le hizo un primer quite por chicuelinas, la sangre se heló en las venas de las más de once mil almas que llenaban a reventar el coso de la alicantina Plaza de España. Y desde ese mismo momento, con dos chicuelinas que llevaban escrita la palabra ´cogida´ y revoloteando la muerte, supimos que habría éxito o tragedia. Se rozó la tragedia en el tercer toro, pero sólo se rozó porque el ejemplar que envió Victoriano del Río se desentendió pronto de ese bulto de grana y oro que trataba de taparse la cabeza para evitar la cogida. Y los quites providenciales de su cuadrilla. Y la sangre fría del maestro.
José Tomás no se merece una crónica toro a toro, a las que recurrimos cuando el análisis se queda -no en lo superficial, sino en lo habitual- traducido en contar lo que uno ve. Pero se puede informar y se debe opinar. Y no hay contradicciones en lo anterior porque el aficionado, el lector, se merece un juicio más directo y comprometido. Un juicio que no admite dobles tintas. Y mucho menos con toreros como José Tomás, que ya, desde que su modo de espadas, Andrés Román Martín, le enfunda el vestido grana y oro con el que hizo el paseíllo en Alicante, es consciente que pisa el albero para jugarse la vida. Jugarse la vida o triunfar. No hay medias tintas. No vale aliviarse, aunque a los puristas les parezca que Tomás sujeta el estaquillador demasiado cerca de uno de sus extremos. Hay que fijarse en el terreno que pisa, en el que le deja al toro para que pase, en el que le obliga a repetir una y otra vez.
Sin rodeos, digamos ya que en su primero, de Juan Pedro Domecq, de nombre Violonchelo, un castaño de 480 kilos, José Tomás lo intentó a la verónica, pero fue en un quite por chicuelinas cuando las gargantas enrojecieron y más de once mil aficionados confirmaron que estaban ante un torero diferente a todos los demás. Después de un puyazo trasero y de brindar al público, cuajó una faena de enfermero porque su enemigo tenía las fuerzas justas y la calidad escasa. Mató de estocada tendida. Se pidió la oreja que el presidente no concedió, ganándose una fuerte pitada. La corrida fue presidida por José Antonio Fernández de la Dueña de forma correcta.
En su segundo, un toro de Garcigrande, negro, Azuzado, de casi 500 kilos, no pudo torearlo de capote porque hizo cosas muy extrañas. Parecía reparado de la vista y le flojeaba la mano derecha. Sin embargo, con la muleta, José Tomás cuajó una faena con series interminables que pusieron en pie a los miles de aficionados que llenaban el coso. Hubo dos series con la mano izquierda de las que sólo se ven en poquísimas ocasiones, de las que se quedan en la retina para siempre. Y una estocada, algo trasera y tendida, que fue suficiente. Dos orejas, un poco compensatorias, y vuelta triunfal de un maestro que demostró porque manda y porque decide.
Con el tercero, un Victoriano del Río, de nombre Despreciado, de 528 kilos, que brindó a un amigo a quien se le ha muerto recientemente un familiar, estuvo a punto de llegar la tragedia. En uno de sus apretados derechazos, y ante la poca salida que le dejó al toro, el animal lo prendió por el pecho y lo levantó por los aires. En el suelo, hizo por él, pero el vuelo de varios capotes de los subalternos le hicieron cambiar de idea. El maestro de Galapagar se libró de la cornada y tras reponerse junto a la barrera, completó una faena probablemente corta porque el animal no daba para más y con una estocada contraria y tendida acabó con Despreciado. Se pidió la oreja que el presidente concedió y hubo pitos al toro en el arrastre.
Cerró plaza un toro de Domingo Hernández, un colorao de 500 kilos, de nombre Extremeño, que no estaba para muchas alegrías. Aun así, Tomás ligó tandas de derechazos y dos series con la izquierda de muchísima calidad y riesgo. Mató de estocada que escupe, pinchazo y gran estocada y todo acabó en gran ovación. Y de ahí, en volandas por la puerta grande, al grito de ´´torero, torero´ y con algún gesto dolorido, producto del revolcón sufrido en el tercero de la tarde.
Punto y final, pues, al paso de José Tomás por la plaza de toros de Alicante, en un acontecimiento único y, posiblemente, irrepetible, que durante dos días convirtió el coso de la Plaza de España en el centro mundial de la tauromaquia.
Y como apuntaba en una de mis crónicas anteriores, con José Tomás se acaba Alicante, pero siempre nos quedará Murcia. Allí, en sus fiestas septembrinas, tendremos a José Mari Manzanares, Morante, Talavante, Roca Rey y el resto de figuras del escalafón. Allí estaremos y allí les esperamos.
Ficha del Festejo
Plaza de Toros de Alicante. Domingo 7 de agosto de 2022
Lleno de no hay entradas.
Cuatro toros de Juan Pedro Domecq, Garcigrande, Victoriano del Río y Domingo Hernández. De juego desigual. Flojo el primero y el cuarto, bueno el segundo y manejable el tercero.
José Tomás, como único espada. De grana y oro. Fuerte petición, dos orejas, orejas y gran ovación. Salió en hombros por la puerta grande.
Actuó de sobresaliente Álvaro de la Calle.
Saludaron montera en mano Salvador Viotti y Miguel Martín.