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Los viejos y los políticos

Los políticos en general buscan su propio beneficio primeramente. Muchos buscan un chollo para toda la vida y se intentan eternizar en un puesto o en otro

Los viejos y los políticos

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Miren despacito la prensa, radio y televisión de la última semana. Los ministros, los presidentes autonómicos, los barones, los líderes o “liderillos” de todo tipo se han echado al ruedo. Se han colocado los afeites oportunos, los peluquines, los maquillajes, la sombra de ojos, los trajes de los domingos o la ropa casual – dependiendo del evento- y han salido a la calle a defender a batirse el cobre por el sillón. Las elecciones municipales – y tal vez unas cuantas autonómicas- están ahí mismo y valen como primarias para las generales de fin del año próximo. A los medios les ha faltado una aclaración: debieron haber puesto el letrero 'Publicidad' antes de las entrevistas.

Todo son estudios y prospecciones y todos se la cogen con papel de fumar, viven en un ¡ayyy! y hacen novenas, rogativas y ensalmos a santos, santeros cubanos, videntes africanos, brujas lolas y lo que les eches – incluido el perejil a San Pancracio- porque un silloncito oficial, como decía el añorado Forges, dos secretarias, un coche con chófer, la moqueta y el aire acondicionado gratis… y tres bedeles, valen mucho. Es un seguro de vida, y más que eso, para los próximos cinco años y muchos más si uno se sabe mover con aquello del tráfico de influencias soterrado, los contactos y las puertas giratorias.

Sigo sin saber si el señor Puig ha decidido ya quién es esa estrella que va a brillar en el cielo alicantino para sacarnos de las tinieblas, con un candidato esplendoroso que le dé un revolcón a Barcala y al concejal de los motivos de seguridad para blindar las mascletás de ciudadanos de a pie y reservarlas a enchufados y personajes vips.

La señora Barceló – vamos con los candidatos- tiene una magnifica cara para dar un pésame y si le unimos al secretario general local – franquista, que no sé cómo se llama-, vienen los dos el día de la derrota y nos creemos a pie juntillas la frase a dúo: lo siento. Esos sienten de verdad el descalabro y, si no, que les pongan a Sanguino de comparsa en calidad de plañidero por la pérdida del sillón. De los otros ni hablo porque van a engrosar las filas del inserso y pienso verlos en los viajes del idem.

Me he ido a la avenida de la estación a ver la vuelta. Mi cerveza Alhambra, que hay que hacer patria aunque sea desde lejos, y vuelta para casa porque donde mejor se ve la vuelta es en la televisión. Doy la enhorabuena a los policías porque han dejado todas las calles aledañas a la meta como un solar: coches de la vuelta, de los equipos, las motos de la guardia civil, sitio para los corredores y… para los políticos que irán con el cochazo con el aire acondicionado y el chófer dentro – al estilo Zaplana y Alperi- para mantener el coche fresquito mientras el líder ungido por la mano del partido chupa cámara y se publicita de cara a las próximas elecciones que la visibilidad es esencial.

¡Abuelos! He escrito de esto varias decenas de veces en estas mismas páginas. Los políticos en general buscan su propio beneficio primeramente. Muchos, los que se lanzan a juventudes, nuevas generaciones, etc… buscan un chollo para toda la vida y se intentan eternizar en un puesto o en otro viviendo siempre del rollo. Les voy a poner dos ejemplos breves. Simancas, un tipo inútil, que iba a ser presidente de Madrid y se la metieron doblada con lo que se llamó el Tamayazo. En la votación faltaban dos diputados. Sale un explicador al estrado: “hay un pequeño problema que se solucionará en diez minutos”. El problema se arregló, el Tamayazo era una venta clarísima, hubo que repetir las elecciones y salió elegida Esperanza Aguirre. Este hombre, Simancas, que no sabía nada, que no controlaba nada, que no tenía ni puta idea de nada, ahí sigue. Lo veo en los pasillos del Congreso acompañando cual lebrel a Margarita Robles, en la comisión de no sé qué y cobrando. Tengo más nombres ilustrativos pero callaré por ahora, no hablaré de secretarios autonómicos que dicen que los toros matan – gran descubrimiento- porque no me quiero dispersar ni ser paliza.

Si diez millones de jubilados no somos capaces de conseguir veinte diputados para defender nuestros intereses es que somos imbéciles y tenemos lo que nos merecemos

Primera verdad en la que estoy dispuesto a dar marcha atrás si se me demuestra: el político busca, primeramente, su propio beneficio y su supervivencia.

Segunda verdad de la que también abjuraré previa demostración: los partidos son puro marketing. Buscan imagen, caras guapas, famosillos por cualquier cosa – vean Garzón, el juez, vean artistas y asimilados metidos en política, Cantó, el de la oficina del español-. ¿Tenía esta gente mucha preocupación por el bienestar de los ciudadanos?

¡Abuelos del mundo, uníos! Habría que gritar emulando a Marx. Lean la prensa, por favor. Los adivinos, los arúspices e incluso los políticos que se muestran más sensatos – Ursula Von der Leyen o Margarita Robles, una mujer a la que conozco y admiro- avisan y no paran: se nos echa encima un invierno duro.

La inflación va por el once por ciento, la economía está en situación técnica de recesión, los rusos tienen la llave con el corte del gas que puede estrangular la industria y parece que occidente – en su afán de seguir siendo el árbitro y el policía mundial- se ha estrellado en el asunto de Ucrania que se enquista y del que no se ve solución a corto o medio plazo.

Y aquí estamos los jubilados. De nosotros lo único que se espera es que vayamos palmando lo antes posible. No solo Cristine Lagarde, que es una vieja de mi calaña, dice que los ancianos no son sostenibles, ella que vive del momio bancario. También el ministro japonés de finanzas, Taro Aso, ha pedido a los ancianos “que se den prisa en morir”. Entendamos que viviendo dificultamos el crecimiento de la economía, contribuimos a la recesión y, en definitiva, somos un estorbo de cojones.

¿Ante esto, cuál debe ser nuestra reacción? ¿Vamos los abuelitos banderitas y silbatos a las puertas de los ayuntamientos a reclamar pensiones? Eso no sirve para nada. Lo he dicho mil veces y lo repetiré una más: un partido político - somos casi diez millones- que consiga veinte diputados. No es ninguna ensoñación delirante, si diez millones de jubilados no somos capaces de conseguir veinte diputados para defender nuestros intereses es que somos imbéciles y tenemos lo que nos merecemos.

Las normas de este partido deben ser muy claras: nadie está más de una legislatura en ningún puesto. Esto ese esencial porque evita la búsqueda de eternizarse, algo que en el caso de los abuelos, por pura biología ya es una realidad aunque no se prescriba como norma. La activida esencial del partido es la defensa del interés general del Estado y fundamentalmente de lo que repercuta en la situación de los jubilados: la progresión de la economía porque sin ella no hay pensiones ni nada. Fuera los chollos, el choricerío, los apesebrados y las gambas y cigalas sindicales. Fuera las subvenciones a los espabilados que viven del cuento y no aportan nada, fuera los puestos que multiplican el gasto y no sirven ni para tacos de escopeta. Con veinte diputados se pone de rodillas a cualquier gobierno. Miren Esquerra, Junts per Cat, Bildu, PNV, etc…

Los jubilados apoyaremos todo lo que sea bueno para el país - no somos egoístas del todo, tenemos hijos y nietos y queremos un país próspero para ellos- siempre que, a la vez, sea bueno para nosotros: pensiones blindadas, residencias garantizadas y asequibles, tratamientos asequibles también porque es mucho más importante y más justo pagarle a un abuelo el jarabe para la tos – hoy no se paga ninguno, al menos a mí no me lo han pagado cuando he estado jodido de la pechuga- que pagar el cambio de sexo a un señor que quiere ser señora.

Hay un problema. ¿Quién le pone el cascabel al gato? – Aprovecho para meter la cuña como privilegio de escritor: “El gato tuerto” está en el horno y verá la luz en breve. Atentos-.

Montar un partido creíble y operativo no es echar un huevo a freir. ¿Quién pone la imagen? Hoy se vota por publicidad y marketing, todos jóvenes y guapos, todos maquillados y con trajes de diseño y supervisados por una coach personal y experta. Si sale un abuelo, grabando un video en su sillón orejero, estamos arruinados de entrada. Por ahí hay que empezar con esa pregunta tonta ¿Cómo empezamos?

Primera idea: Hay que buscar presencias agradables – yo me quito de en medio porque soy feo- gente con una larga vida profesional que sepa de qué va la cosa pública y abuelos no paranoides – he conocido unos cuantos- que se creen que no envejecen y, ante esa negativa interna, quieren ser la novia en la boda, el niño en el bautizo y el muerto en el entierro. Hacedme caso, las pensiones os lo van a agradecer. La Unión Europea de Pensionistas debería de tomar nota. Estos consejos son gratis.

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