Otra vez los abuelos... y más literatura
La gente cuando está joven y sana tiene tendencia a pensar que esa realidad siempre es así
¿Han enterrado ya a la reina inglesa? ¡La leche! Ha estado no sé cuantos días dando bandazos. Más que el baúl de la Piquer y la maleta de El Fugitivo juntos. ¡Ya está bien! Hay gente que pregunta como si fuera ya una serie pelmazo de televisión. ¿Ese entierro cuántas temporadas son? Y las televisiones dando el coñazo un telediario tras otro por aquello del “Pan y Circo” para despistarnos de lo esencial y que vivamos alienados con una cesta de la compra imposible, con los precios de las hipotecas prohibitivos y con el invierno que se echa encima – aun hace un calor de tres pares pero ya empiezan las tormentas a refrescar algo el ambiente- y con el porvenir de la economía que se ensombrece por momentos. Ya han dicho los alemanes que la recesión va a ser más dura de lo que se preveía.
En medio de los fastos ingleses, que ya lo dicen los chistes circulantes: “no digáis de las bodas de los gitanos, fijaos en los entierros ingleses”. En medio de los fastos ingleses con reyes, reinas, presidentes, dictadores, huidos, escondidos y jefazos de todos los pelajes, una voz suena cascada, perroflauta, aunque potente.
Mariano Turégano es un abuelo de 82 años que se ha plantado en el pleno del Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes a denunciar una situación vergonzosa. Se refería a la residencia y centro de día de Moscatelares - repugnante nombre orientativo-. El abuelo se dirige a los concejales y les dice: ustedes afirman que estas no son sus competencias, pero ustedes gobiernan también para nosotros o ¿no es delito la omisión de socorro?
Socorro pedía el abuelo en nombre propio y de sus compañeros. La comida es bazofia pura, tan deleznable que los abuelos estamos sin comer horas y horas. Las habitaciones han llegado a alcanzar este verano cuarenta grados y varios residentes han tenido que ser hospitalizados con deshidratación. Los jardines del centro son un secarral - ahí la exclusiva no es del abuelo, que solo tiene que darse una vuelta por los juzgados de Alicante. Dice el concejal que no es competencia del Ayuntamiento sino de la Generalitat- y en esos juzgados, los jardines, además de secarral son un basurero. Nuestro centro, se queja Mariano Turégano, tiene esa fórmula torticera donde se mezclan lo público y lo privado y la gestión de nuestro dinero se vuelve opaca. No se pueden gestionar privadamente servicios esenciales porque las empresas van a ganar pasta como misión esencial y el que no sepa eso es que no sabe nada. Y suelta el abuelo, además de otras muchas, una potente carga de profundidad: “El tiempo es lo único que tenemos y pasa para todos. Esto es por nosotros y también por ustedes.”
La gente - todos somos la gente- cuando está joven y sana tiene tendencia a pensar que esa realidad siempre es así. Yo mismo, ya ni me acuerdo de cuantos años hace, tomé posesión de mi plaza flamante en Cartagena - esa preciosa ciudad a la que voy a volver para intervenir y disfrutar de su magnífica Semana de Novela Histórica que gestionan a la perfección Obdulio, Marisa y Laura-. Joven, con trabajo fijo, con cierto éxito personal y profesional - tampoco para volverse locos, dejémoslo en cierto éxito nada más-. Hacía deporte corriendo por los pinares de Tentegorra, tomaba copas y hacía música en el Charlot, iba de excursión y de marcha a la Manga del Mar Menor y disfrutaba, inacabables, de mis ochenta y siete mil pesetas mensuales de sueldo - un sueldazo para la época-. Creía que eso era eterno. Un fallo. Los años corren que se las pelan.
Dicen los humanistas que la talla moral de un Estado se mide por la forma como trata a sus presos
Un día te das cuenta de que, en la cama, necesitas una bombilla más potente para poder leer. No hablemos ya de aquello de levantarte con “la tienda de campaña armada” que ha pasado a ser un sueño lejano, un recuerdo difuso, mitad triste y mitad gratificante por lo que un día fue. No hablemos de la tensión, la sordera, los colesteroles y la incapacidad de “hablar de seguido” porque donde había fluidez verbal a tope, se suceden los olvidos y el hablar encasquillado porque “no me acuerdo de la palabra”. Antes, si te gustaba una chica, le proponías cenar o tomar una copa, ahora te gusta igual y hasta te enamoras contra toda evidencia y contra los desplantes de que has podido ser objeto, pero tienes que callarte para no hacer el ridículo y que te acusen de viejo verde porque los abuelos nunca se convencen de que tienen los años que tienen.
Todas esas gillipolleces de que la edad es un número, de que lo que importa es el espíritu, y de que todo se puede maquillar con la voluntad y la disposición, con estiramientos, botox, tintes y peluquines, son eso…gilipolleces, afán de disimular lo inevitable. Los políticos, politiquillos, cargos, carguillos y pelotas varios, piensan que el asunto no va con ellos, pero como dice Mariano Turégano, sí va porque la biología y el tiempo son inexorables.
Dicen los humanistas - o los humanoides, que ya se me ha ido la olla y no sé bien qué palabra usar- que la talla moral de un Estado se mide por la forma como trata a sus presos. Hay que añadir: y por la forma como trata a sus abuelos porque toda sociedad tiene que cargar con aquello que genera y los grupos humanos generan enfermos, generan locos, generan presos y generan abuelos. Y a los abuelos no se les puede urgir a que la palmen pronto porque mañana, político estúpido y trepa, te urgirán a que la palmes tú.
De nuevo hago una llamada – yo no soy militante, pero me inspiran confianza- a todos esos abuelitos que siguen con sus manifestaciones ante ayuntamientos, subdelegaciones del gobierno etc…, agitando banderitas y tocando silbatos. Abuelos: dejad de perder el tiempo. La Unión Europea de Pensionistas anda trabajando para nuestras residencias - inalcanzables para muchos por su precio- y nuestras pensiones estén blindadas y sean dignas. La vejez no es un negocio privado para especuladores y tiene que ser cuidada y atendida por el Estado porque de lo contrario ese Estado no vale una mierda.
Mañana viene conmigo al Real Casino Liceo de Alicante mi amigo antiguo Fernando Schwartz. Ha escrito una obra memorable
Veinte diputados, para empezar, necesita la Unión de Pensionistas. Veinte para forzar al gobierno que sea a aceptar que los diez millones no pueden ser olvidados ni exhortados a morirse pronto conforme a las peticiones del ministro japones y la Lagarde. Con veinte diputados no necesitamos ni abuelos con banderitas ni silbatos. En las salas del Congreso es donde se cuecen estas cosas, con reales decretos y con leyes que siempre se negocian a cambio de algo. “Do ut des”, que decían los romanos.
Una mujer iraní, Mahsa Amini, fue detenida por la policía “por llevar el velo incorrectamente” y ha muerto en la detención. Todo mucho más que sospechoso. Fijaos el motivo de la detención: llevar el velo incorrectamente. Espero las quejas diplomáticas y las manifestaciones feministas de las Montero, Boti García, Belarra, Beatriz Gimeno y otras señoras que viven del rollo. ¿No hay quejas? También esa es una conducta más que sospechosa.
El hijo de Putin amenaza con usar el arsenal nuclear. He ahí el principal motivo de la ruina en que estamos sumidos. A ver las lumbreras de Occidente si saben sacarnos de este lío o solo valen para cobrar, recibir aplausos y parabienes al bajarse de los coches oficiales.
No me da tiempo pero sigo – viendo lo que veo- desencantado de la Justicia hasta lo indecible. Tendré que dedicarle uno o más artículos a esas resoluciones incomprensibles y alejadas de toda lógica. Ganas me dan de quemarme a lo bonzo ante algún edificio señero, como el de las Primaveras árabes.
Y hablando de abuelos sale nuevamente. Mañana viene conmigo al Real Casino Liceo de Alicante mi amigo antiguo Fernando Schwartz. Ha escrito una obra memorable. Memorias. Una voda con suerte. Revisa con su ojo crítico los últimos sesenta años de la Historia de España, esa tan olvidada en los planes de que tantos analfabetos generan. Repasamos a los ministros de Asuntos Exteriores desde que yo guardo memoria, nos enteramos que Fernando es nieto y renieto de un teniente que peleó en Bailén con las tropas de Napoleón y sobrino nieto de León Felipe, poeta integrante de la generación del 27, la de Lorca y Miguel Hernández. Viajamos con él por todo el mundo en su condición de miembro del Cuerpo Diplomático. Disfrutamos con su sabiduría, con su pedigrí bien entendido y con su prodigiosa memoria que pone las cosas en su sitio que, todavía algún imbécil, se resiste a llamar España. Lean esas memorias. No las dejen escapar.