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Niños, niñas, niñes

Inmediatamente salieron los medios afines al tripartito gobernante diciendo que el resto tergiversábamos a la ministra freudiana, y por supuesto calificandonos de "ultraderechistas"

Niños, niñas, niñes

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– A esta boca de hacha se le ha ido la pinza, esta vez tres pueblos y dos pedanías –, pensé sin poder creer lo que estaba viendo y oyendo por el mismísimo morro (apertura buco-nasal de las bestias) en irracionales palabras de Irene Montero: 'los niños tienen derecho a tener relaciones sexuales con quienes les dé la gana'. 'Niños, niñas, niñes...' apostilló la ministra en la Comisión de Igualdad del Congreso, con esa idiotizada manía que padece para enmendarle la plana lexicográfica al Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, inventándose un tercer género que ningún académico admite, ni escritor se atrevió a plasmar, al menos hasta que esta Fénix de los ingenios y sus corrupias ultraístas han decidido triplicarnos el vocabulario con un neo-género que báscula entre el neutro y el absurdo. Se acabó la economía lingüística.

Ya había soltado la Montero esa 'boutade' sistemática y gritona que le proporciona sus analgésicos 5 minutos de fama semanales, pero esta vez, más que incendiar, chamuscó las redes sociales, alborotó tertulias y puso las redacciones a diseccionar semejante disparate vomitado por una psicóloga y madre de tres hijos. Había metido el remo en aguas turbias con luz, cámaras, micrófonos y taquígrafos hasta los corvejones de la innombrable pederastia. Inmediatamente salieron los medios afines al tripartito gobernante diciendo que el resto tergiversábamos a la ministra freudiana, y por supuesto calificando de "ultraderechistas" a quienes osaban escandalizarse por semejante nimiedad que, en realidad, y dándole la vuelta al calcetín del donde dije digo, digo Diego, la buena parienta de Pablo Iglesias se refería al derecho a abortar de una joven de 17 años, que a nuestro leal saber y entender ya ha superado de largo la niñez e incluso la adolescencia, y si apuramos (por la boca muere el pez) el propio Gobierno donde vagabundea doña Irene, no ha mucho hizo declaraciones para permitir el voto a los 16 o 17, lo cual conllevaría, sin duda sociológica alguna, la mayoría de edad tanto política como legal. Nada de criaturicas ni nenitas: personas responsables.

Pero lo más fatalista de toda esta: "Intervención pretendidamente ingeniosa, destinada por lo común a impresionar" (RAE), fue que al requerimiento personal de sus socios de Gobierno, pidiéndole siquiera nimia excusa e inteligente medida rectificación, por aquello de que a la mejor pluma le sale un tachón, o cualquier eminente académico puede tener un desliz lingüístico, la chulapa de Galapagar se abrió en jarras desafiantes sin enmendar el irracional "merdé" en que se había metido por voceras de un inadmisible libertinaje que no se le ocurriría ni al propio Marqués de Sade. Naturalmente Vox, y Ciudadanos (al que también acusa Podemos de ultraderecha pertinaz), pidieron su dimisión, como se suele hacer en cualquier país que es y se precia de democrático, mientras que el PP amagaba sin dar nocaut, por aquello de que ya se ve en Moncloa. Y el resto de los grupos parlamentarios hacían rechifla privada sobre la propia familia y amistades de Irene Montero, advirtiendo ante los periodistas aquel aristotélico "El hombre (mujer) es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras", en referencia a que de aquí en adelante cada vez que doña Irene Montero abra las fauces progres, y mira que es terca y persistente en hacerse notar, van a preguntarle por los niños, niñas, niñes.