Indignidad…salvo la novela histórica en Cartagena
Que Putin le dé al botón del Apocalipsis o no, en absoluto depende de nosotros. Hay mil intereses en juego, incluidos los de las fábricas de armamento que no controlamos
¿Ha dimitido ya Isaías Táboas, el presidente de Renfe? Este señor es el colmo de la inoperancia y de la incompetencia. Me dicen mis fuentes que se sentó en ese sillón colocado por el desaparecido Ábalos, otro que se creía que la influencia, el poder y los coches oficiales son eternos y se le ha contagiado el ansia de eternidad pese a su ineficacia. Este presidente de los trenes, te manda un niño desde León hasta Alicante sin ningún tipo de custodia o supervisión; cambia los aves de Alicante de Atocha a Chamartín parece que solo para fastidiar; no se entera de que hay un incendio en la sierra de Castellón y manda para Zaragoza un tren desde Valencia o te saca un tren desde Santander hasta Alicante - ahora mismo voy a la estación a que me devuelvan el dinero- y lo tiene una hora y cuarto parado en Palencia, sin dar ni una explicación, con el cabreo consiguiente del rebaño que allí viajaba.
De dimisiones hablo, que la de Táboas aún no se ha producido y es urgente. He escrito más de una vez en este mismo foro del cachondeo que supone la Justicia – la frase no es mía, es del antiguo alcalde de Jerez, un tal Pacheco-. “Perdida toda esperanza de rectificación, y ante el patente deterioro del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, que no puedo evitar…”, dice el señor Lesmes antes de irse dando un portazo. He escuchado varias veces su declaración dimitiendo y se le notaba al hombre el cabreo y el hartazgo. ¿Por qué dimite? Entiendo, ciudadano de a pie, inútil salvo para emitir un voto cada cuatro años, que el hombre está harto de andar de interino a su edad. Cuatro años con el Supremo, el Consejo y el ¿Constitucional? Caducados porque los políticos no se ponen de acuerdo para renovar esos órganos esenciales. ¿Por qué son esenciales? Porque proveen los puestos de jueces – los que parten la pana en ese terreno-, porque sancionan y ejercen el poder disciplinario, porque resuelven los recursos contra decisiones de otros tribunales, porque dicen si en las sentencias se ha vulnerado algún precepto de la Constitución… o sea los que mandan y los que tienen la última palabra, dicho sin consultar artículos ni dar el coñazo con normativas enrevesadas.
Pregunta clave ¿por qué los políticos no se ponen de acuerdo? Esto lo tengo más claro. Porque, en el fondo, el Supremo, el Consejo y el Constitucional, les importan un rábano. Lo que les importa es el control sobre esas instituciones esenciales en las que, en última instancia, todos los ciudadanos nos jugamos el patrimonio, la fama, la vivienda, el porvenir, el trabajo y…lo más gordo: la libertad. Ellos andan peleando por poner a sus colegas, a los de su cuerda y los de su cuerda -perdón por la cacofonía- empujan, intrigan y manipulan para ser colocados. ¿Ustedes se creen que los nombramientos en esos sitios tan altos llegan por arte de Birlibirloque? Nooooo ahí hay una ardua tarea de pasillo. Horas y horas de valoración, de análisis, de méritos y de problemas que hay que resolver, de expectativas ante determinados tribunales. Acuérdense de la frase de un señor de derechas cuando dijo más o menos: “Ahí tenemos nosotros a uno que…”. No diré nombres que tengo suficientes enemigos.
Una indignidad, un asco, cuando tendría que ser determinante el equilibrio, la sabiduría, la imparcialidad, el bagaje jurídico y no la cercanía, el peloteo y el “compinchamiento” con unos u otros. Por eso los jerifaltes políticos no se ponen de acuerdo, porque cada uno busca a los de su cuerda para ponerlos con la servidumbre que conlleva. Y no digo más porque ya con #elgatotuerto, creo que tengo alguna papeleta para acabar pidiendo vis a vis en el garito del funcionario de turno en Albocasser, en Villena o en Estremera. Advierto: me da exactamente igual. El amor de mi vida me ha dejado, el asilo es muy caro para mi pensión y las posibilidades de vis a vis se me multiplican en la cárcel porque fuera de ella son inexistentes. En la cárcel, a poco que te apuntes al sociocultural y pagues tres cafés con tu peculio medianamente respetable, florecen las peticiones de vis a vis como amapolas en trigal en verano - figura poética dedicada al amor de mi vida que me ha dejado para que vea lo que se pierde-.
Hoy estoy feliz por el evento que he vivido en los últimos días. Un lujo. La XXIII Semana de Novela Histórica de Cartagena
Hoy no hablaré de Putin – el hijo de-. Está empeñado, junto con la OTAN al completo en arrasarnos. Margarita Robles – ministra competentísima, seria, preparada, inteligente…un mirlo blanco- ha advertido sobre el riesgo nuclear, amenaza que, según ella está sobre la mesa. Me pongo en modo epicúreo: con los problemas puede haber dos posibilidades, o tienen solución o no la tienen. Si la tienen, se arreglan y ya no están. Si no la tienen, es tontería preocuparse. Que Putin le dé al botón del Apocalipsis o no, en absoluto depende de nosotros. Hay mil intereses en juego, incluidos los de las fábricas de armamento que no controlamos, con lo cual dedíquense al vis a vis quienes puedan y déjense de andar con trastornos obsesivo compulsivos que solo conducen a taquicardias y güisquis de garrafón.
Hoy estoy feliz por el evento que he vivido en los últimos días. Un lujo. La XXIII Semana de Novela Histórica de Cartagena. A pesar de los trenes del señor Isaías, no el profeta, el de Ábalos, conseguí llegar a esa ciudad bimilenaria, monumental, romana, de la Cartago antigua, clásica y guerrera. No han necesitado ninguna empresa externa, la comisión cartagenera se ha encargado de todo y menuda Semana literaria han montado. Mejor: dos semanas. Obdulio López, la “auctoritas”, la experiencia, la templanza y el mando. Marisa Gálvez, el silencio, la eficacia, el trabajo entre bambalinas y sin descanso. Laura Conesa, la clase, la fluidez verbal, la espectacularidad y el ser imprescindible porque hacer un acto, en la semana de novela histórica sin ella, es como hacerlo sin luz, sin micrófono, sin sonido y sin autores. ¡Vaya pedazo de presentadora total!
Estos tres fenómenos tienen que poner una academia para que muchos aprendan cómo se hacen las cosas: la atención impecable, la acogida cálida, la estancia un lujo y sin el menor problema. Los autores y los conferenciantes inigualables. Hemos oído hablar de Blas de Lezo, del Taller de la Universidad de Alicante de Novela Histórica o de los entresijos de todos los presidentes del gobierno de la democracia. Una fuente de sabiduría cartagenera.
Cabreado como iba, por la avería del tren, que se puede equiparar a los ferrocarriles ruandeses o de Burkina Fasso, llego y me encuentro con José Zoilo, primer premio de esa semana novelesca. El autor de Lordemano, un novelón sobre vikingos que compré, enciclopédico y documentado. Saludé a Pérez Henares, Chani, autor de Tierra vieja, una novela medieval de moros y cristianos, que también compré. Luego a mi amiga del alma, Vic Echegoyen, traductora genial y que me da una envidia malsana y negra como el lomo de Satanás. ¿Cómo puede esta mujer hablar y traducir tantos idiomas si yo, que voy de ilustrado, me confundo solo con el español y digo a veces “almóndigas, almorroides o cocretas”? Le han dado el premio Odilo por el novelón Resurrecta, que narra el terremoto de Lisboa como si ella hubiera estado allí soportando las pedradas y los derrumbamientos. También compré la novela y no compré más porque agoté la pensión de la Montero y tengo que acabar el mes a base de hervido y bocadillos de chóped. Vi también, silencioso y prudente, a Javier Velasco, director de la revista “Todoliteratura”, de lo mejorcito que hay en castellano y desde luego lo que más proyección y difusión tiene en esa materia. ¡Qué manera de sentir! Diría Sabina. Obdulio, Marisa, Laura, María Romero, Elvira López, Mónica Nombela, Macarena, Olga Luján……….. y un largo etcétera de disfrutones de los libros. Estas cosas nos hacen sentirnos vivos y estar eternamente agradecidos a quienes las hacen posibles. Una vacuna eficaz contra las indignidades que pululan por doquier.
- Manuel Avilés
- Escritor