Hace falta gente que dimita
Sánchez va a eliminar el delito de sedición. Los catalanes han conseguido que el golpe del 1-O vaya a ser considerado desórdenes públicos
¿Ha dimitido ya el presidente de Renfe? ¿Sigue el señor Táboas, valenciano, licenciado en Historia, en origen del equipo de Ábalos, instalado en su sillón y cobrando un pastizal? No se trata ya de que dejen a niños con doce años recién cumplidos hacer solos y sin ningún cuidado el viaje desde León hasta Alicante. No se trata de que el Alvia -rápido, en teoría- que hace el trayecto de Santander a Alicante, pare una hora y cuarto en Palencia sin dar una sola explicación a los viajeros. Tampoco se trata de que quienes padecen de la próstata o del suelo pélvico tengan que ir con pañales o mearse encima – sí, sí, mearse, así como suena- si no tienen un euro en moneda, que es el precio que han puesto en todas las estaciones que conozco a los aseos, y sin moneda, o te pones pingando, como el general Muñoz Grandes en un desfile – por eso Franco lo liquidó y quedó defenestrado como sucesor- o te expones a que te cojan los seguratas por escándalo público si decides hacerlo en el primer rincón que pilles. Ahora, Táboas, el de las decisiones insignes, el historiador metido a ferroviario, se ha inventado una nueva forma de tortura.
Aprovechando que el gobierno está empeñado en fastidiar a los alicantinos – la quinta provincia de España- con el menor gasto por persona de toda España en los presupuestos del 2023, agravio que el presidente valenciano quiere enmendar para evitar su debacle personal, ha aprovechado Táboas para añadir una nueva forma de tocarnos los mismísimos.
El Gato tuerto – no necesito hacer publicidad de él porque luego lo compran y la señora Montero se lleva la mayor parte- me está haciendo viajar hasta la medida de mis posibilidades. Cuando se me acaben los mil euros que he dedicado a este menester me quedo en casa calentando el sillón orejero. Pues verán.
Voy con El Gato tuerto a Zaragoza, a la Casa del libro y al volver me lleva el AVE, que venía desde Barcelona, hasta Atocha. Confiado, porque he hecho ese viaje más veces, busco la vía en los paneles luminosos - les juro que sé leer y escribir, que fui a un colegio de pago, aunque me colocaran en el sector pobre, el de las becas de Franco, el de los hijos de los emigrantes en Alemania que no pagaban y se tenían que buscar la vida para no pasar más hambre que un caracol en un espejo. Busco la vía del ave para Alicante tan pronto me bajo del que me ha traído desde Zaragoza y esa vía no existe. La salida de los trenes para Alicante la han cambiado a Chamartín en un alarde de racionalidad y un tren que va al sureste sale de la estación del norte. Serán cosas de los especialistas en Historia.
Esto es tener ganas de hacer que los ancianos viajantes emulemos a Indiana Jones en nuestras excursiones. Creo que quieren cumplir con los deseos de Cristine Lagarde y del ministro japonés que dicen que los ancianos vivimos demasiado –ellos, que están ya en nuestra horquilla y deberían morirse primero para dar ejemplo-. Si hacemos que el abuelo llegue de Zaragoza a Atocha y lo mandamos luego a coger el tren de Alicante desde Chamartín, además de joderlo de primeras, lo mareamos, lo mandamos -porque se confunde y se hace un lío- a Tres Cantos o a San Sebastián de los Reyes, le hacemos soltar al torrente sanguíneo unas dosis de cortisol y de adrenalina que pueden provocarle un infarto, una angina de pecho, un sofocón o un telele, y le damos pasaporte para la vida eterna sin que la autopsia cante ningún delito. #mecagoentoloquesemenea.
Lo que no puede ser es que Yolanda Díaz le dé cera al ministro del Interior como si fuera el coletas en un mitin
Dice el amor de mi vida que no me llame anciano ni hable más del crematorio o me pone a dieta de sexo, de espaguetis y cerveza, que es lo que me gusta. Dice que estoy hecho un tarzán – de quinta mano-, que ya querrían muchos con veinte años menos estar con mi marcha y mi potencia -ojo, que no hablo en términos libidinosos. ¡Joder, que capacidad de vocabulario! El amor de mi vida es escritora y publica unos artículos que son para quitarse el sombrero. Si se entera de que voy en el tren -después de las aventuras de Atocha a Chamartín- leyendo a Juan Cruz y su “Lúcida oscuridad”, un libro de una loca, en lugar de leerla a ella, es capaz de hacerme dormir esta noche en el bidé.
El amor de mi vida, que escribe artículos, dice – con más razón que una santa, y nos hemos peleado por culpa de los de Podemos- que el lío de la política es como para descojonarse. Bueno no lo dice así porque es bien hablada, pero yo sé que lo piensa. Yo creo que ella es un poco de derechas, pero no me importa porque ya decía San Pablo que el amor todo lo soporta. Los podemitas tienen que aclararse, que no pueden estar, a la vez, en el gobierno y en la oposición. ¡Qué lista es el amor de mi vida!
He cogido dos periódicos antes de empezar el viaje por si no tenía bastante con la “Lúcida oscuridad”. Es cojonudo. Se pone uno a leer y acaba cabreado como un mono. Ahora la han tomado con Marlaska. Estupendo. Cuando uno está en el poder tiene que aguantar toda la estopa que quieran darle, pero es que con los podemitas lo peor es el fuego amigo, que estos hacen más oposición que Feijóo y todos los barones peperos juntos. Estos son como aquel sargento casi analfabeto de la mili que en las maniobras decía: ¡cuerpo a tierra que vienen los nuestros!
Lo que no puede ser es que Yolanda Díaz, ministra de trabajo y vicepresidenta del gobierno le dé cera al ministro del interior – que no es que a mí me guste- como si fuera el coletas en un mitin con aquellos del 15-M de los que nadie sabe ya que ha sido del aburguesamiento que han pillado y de su gusto por los casoplones.
Voy en el tren. Tras muchas desorientaciones, trasbordos, blasfemias, imprecaciones varias. Tras rezar todo aquello de lo que me acuerdo… #mecagoentoloquesemenea, he conseguido llegar a Chamartín a coger el AVE de Alicante. Recorremos Madrid por un túnel que lo atraviesa, pero no paramos en Atocha por la innovación de Táboas. Cogemos el camino del Cid o del Quijote en busca del Mediterráneo y me salta una alarma en el móvil. No es el amor de mi vida diciendo que me echa de menos.
La noticia me acojona. Sánchez va a eliminar el delito de sedición. Los catalanes, un porcentaje importante, han conseguido que el golpe del 1-O vaya a ser considerado desórdenes públicos. Como me cabreo pierdo un poco el oremus y en estas me salta otro comentario: no tiene nada que ver con el apoyo de los de Esquerra a los presupuestos. Excusatio non petita…
Yo quiero que los presupuestos se aprueben porque, como medida electoral, hay una subida importante para los pensionistas. Yo soy republicano y de izquierdas, pero me parece mucho más importante para los ciudadanos, antes que bajarse los pantalones ante nacionalistas de distintos colores – todos los nacionalismos son de derechas-, cuidar por ejemplo de que se haga efectivo el principio constitucional de igualdad entre hombres y mujeres, algo que aquí, hoy, no se cumple.