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Generalitat inútil. Somos una asociación pirata

Hay que crear urgentemente una consellería de lacas, pelucas, peinados e inutilidades para atender a tanto incompetente que no resuelve nada.

Oficina de la Generalitat en Alicante - GVA

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Soy uno de los cientos – tal vez más de mil- gilipollas, a mi entender de ahora mismo, que en el verano del año 1977, gritaba en la Plaza de los Luceros de Alicante: “Libertad. Amnistía y Estatuto de Autonomía”. Recién acabado el franquismo, pensábamos - idealistas e imbéciles de nosotros- que con las autonomías, el poder se iba a acercar a los ciudadanos, que los políticos iban a ser hombres cercanos, conocedores de nuestros problemas y nuestros anhelos, e iban a estar prestos y pendientes de solucionarlos. Por eso pedíamos la autonomía porque pensábamos que Madrid, era un ente lejano y mastodóntico que nos desconocía y al que no interesábamos ni una mierda, o menos que ella pinchada en un palo. La autonomía era la solución de todos nuestros problemas y los gritos “Libertad. Amnistía y Estatuto de autonomía” eran la expresión de una esperanza colectiva que ha sido plena y completamente defraudada.

La autonomía ha servido para multiplicar los cargos sin aportar ni una sola solución a los problemas. Las autonomías se han convertido en un pesebre para políticos que doblan el espinazo a la dirección nacional de sus partidos respectivos – salvo vascos y catalanes que circulan a su aire y tienen llaves maestras para abrir los chorros de dinero-. Hoy en día solo veo que sirven para multiplicar chollos para inútiles – instalados, eso sí- y aumentar el gasto de las administraciones. (¡Alarma! El amor de mi vida dice que la estoy liando y que si continúo en este tono me va a dejar, que vamos a ser solo amigos. Mecagoentoloquesemenea).

Hoy he sabido - me tengo que documentar- que un neurocirujano eminente que operaba en Inglaterra, viene a España y no encuentra trabajo. ¿Tan sobrados estamos de buenos médicos?

Hasta que me documente sobre este les voy a contar un caso real, con testigos. No es el amor de mi vida, que sería partidista, sino un anciano vigilante de obras como yo, y políticamente enemigo, porque vota a Vox el tío y, además es del Madrid y dice que esta liga de cachondeo, con saudíes y petrodólares de por medio, está adulterada.

Se me ocurrió hace unos días crear una asociación de gente con ganas de disfrutar, que es lo único que persigo y me interesa a estas alturas de la película. No está uno para trotes ni para redimir el mundo cuando anda “la Parca” pisándonos los talones y sacando ya las entradas para el crematorio.

Fundé, con un par, la “Asociación Española de Encuentros Literarios”. Los miembros de esta asociación, ciudadanos pacíficos todos, aunque alguno vote a Vox, pretenden reunirse cuando quieran, hablar de literatura y disfrutar, previo pago de su importe, de las delicias gastronómicas del sitio en el que celebren la reunión. Miren que fin tan idílico, tan dulce y tan inofensivo: Quijotes, Gatos tuertos, Putas y pistolas, Años de soledad, arroces, cocidos, marmitakos o lo que se tercie, dándole caña al colesterol, a las neuronas y a los niveles de transaminasas para hacer gasto a la seguridad social a la que tanto hemos contribuido.

Para ser ciudadanos de ley, como el cocido de cada año, el que organiza el Colegio de Abogados de Alicante, se me ocurrió registrar la Asociación para adquirir personalidad jurídica y que se supiera, que no somos ultras, ni violentos, ni Trinitarios, ni Latin Kings, ni Dominican don´t Player. No somos neonazis, ni franquistas - aunque mi colega vote a Vox- ni seguidores del Klu Klux Klan. Para eso era el registro.

Asociación española de encuentros literarios, fundada, con equipo directivo, con socios y con ganas de comer y hablar de literatura… y siendo piratas. Nadie nos registra...

Voy al gobierno civil - noten el nombre antiguo-. La subdelegada es una mujer impecable. ¡Cuánto habrían ganado los socialistas poniéndola de candidata a la alcaldía y dejándola hacer las listas, en lugar de dejar hacer al gran Franco, ganador de asambleas y perdedor de elecciones!

En la Subdelegación nos registran, pero a los tres días me llaman – una administración que funciona-: ¡Oiga! Ese registro no vale porque lo que usted pide es competencia autonómica. Tiene que ir a la sede del Teatro Arniches que allí hay una oficina de la Generalitat. Raudos, los jubilados – el de Vox y yo, que voté a Podemos, cosa que no repetiré- acudimos a esta sede. Se equivocan ustedes, dice el funcionario sonriente. Aquí solo registramos cosas de Cultura. Me pasmo. Nosotros no queremos registrar ninguna agencia nuclear, ni una mafia calabresa. Queremos registrar una asociación para comer arroz alicantino a la vez que comentamos “El gato tuerto” y eso – creemos el jubilado de Vox y el ex votante de Podemos- es Cultura por partida doble: literaria y gastronómica.

Nada, no es aquí. Tienen que ir ustedes a la sede que está en la Rambla. Ahí está Justicia y Administraciones públicas y es donde deben registrarlo.

¡Venga! Le digo a mi colega facha. Hagamos deporte para alargar nuestra supervivencia. Y nos vamos a la Rambla con nuestro portafolios ajado y documentado: la carta suplicando que nos inscriban y los estatutos – que incluyen al amor de mi vida como integrante-.

Entramos en la Rambla y un cartel nos advierte: Biblioteca de la Dona. Creo que no pueden entrar hombres ¿O sí? ¿Somos binarios, somos fluidos, practicamos las relaciones abiertas, somos modernos, hemos hecho la mili y la primera comunión?

¿Este edificio de trece pisos con plantas para todo, consellerías para todo, direcciones para todo y recursos y pasta por un tubo para mantenerlo, esta vedado al público? ¿Entonces para qué está?

La funcionaria - amable a tope- acaba de almorzar y aun andan por ahí el papel de aluminio que envolvía el bocadillo y las limas para poner las uñas en su sitio. No es aquí, esto es solo de políticas de igualdad e inclusivas. Ustedes tienen que ir a Justicia y administraciones públicas.

Perdón - exclamo confundido- ¿Las políticas de igualdad e inclusivas no nos afectan a los ancianos, vigilantes de obras que quieren hablar de literatura y comer arroces? Si quiere usted le decimos que somos pareja, a ver si cuela. No, no, den la vuelta al edificio - el ascensor no funciona- y suban a la primera planta de Justicia.

¡Alto! – exclama un señor vestido de hombre de Harrelson con porra que cuelga, con perdón-. ¿Dónde va usted? Voy, digo arrugado y acojonado, porque no estoy acostumbrado a porras de ese tamaño colgando. Voy a leer aquella pantalla de televisión para saber dónde está mi ventanilla.

No pase, eso se lo digo yo -afirma contundente y autoritario, con su porra, su escudo y sus letreros en la espalda-.

Nos sentamos - el votante de Vox y el ex votante de Podemos, o sea, yo- y nos llama una señorita muy amable también. Cuento punto por punto que hemos hecho una asociación para comer cocidos, arroces, marmitakos y otras exquisiteces y para hablar de literatura, y que queremos registrarla oficialmente.

La señorita afirma pausada: eso es en la primera planta, en Justicia y administraciones públicas. Perfecto – respondo yo alborozado, al comprobar que, por fin, hemos dado con el sitio-. Pues ahora mismo subimos a esa primera planta justiciera y administrativa a registrarnos.

No – dice la funcionaria cortante-. Ahí no puede subir nadie.

Perdón ¿este edificio de trece pisos con plantas para todo, consellerias para todo, direcciones para todo y recursos y pasta por un tubo para mantenerlo, esta vedado al público? ¿Entonces para qué está?

La señorita no lo sabe y, si lo sabe, no contesta. Solo les digo que no pueden subir porque no se recibe a nadie. Si quieren algo tiene que ser todo vía telemática. Ya saben…por el covid.

Mecagoentoloquesemenea.

Hay que crear urgentemente una conselleria de lacas, pelucas, peinados e inutilidades para atender a tanto incompetente que no resuelve nada.

Aquí nos tenéis: Asociación española de encuentros literarios, fundada, con equipo directivo, con socios y con ganas de comer y hablar de literatura… y siendo piratas. Nadie nos registra, nadie nos deja subir a la planta donde está Justicia y Administraciones públicas. ¿Sirve todo esto para algo?