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Delitos y delincuentes. Cómo son

Hay que tipificar el delito de incompetencia como imprudencia temeraria del que pone en el cargo y del que lo acepta.

Manuel Avilés

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El sábado vamos a la “Biblioteca de los libros felices”, ese proyecto, esa realidad inconmensurable, nacida de la mano del catedrático Manuel Desantes, convertido a los sesenta en ordenanza de Don Biblio. Como yo y como unos cuantos más amantes de los libros y de la literatura inmortal. Lo sabe todo el mundo porque la Biblioteca de los Libros Felices ha trascendido las fronteras de Alicante y de España. Hasta el amor de mi vida exclamó ayer, al saberlo: ¡Qué maravilla, quiero ir! ¡Y vendrá, ya lo creo que vendrá!

Esa biblioteca, plagada de libros disfrutones, vigilada, querida y supervisada por el gran jefe Don Biblio. Ese lugar de cultura y placer en el que los libros pueden ser acariciados, es único en el mundo. No hay ningún sitio privado - Desantes es el gran coleccionador de libros y en el Colegio Notarial ha encontrado refugio para que ellos puedan ser venerados y mimados- ningún sitio privado en el mundo tiene dieciséis incunables, tantos facsímiles únicos y la obra de Cicerón, por ejemplo, al completo. La Divina Comedia, las Actas de la Inquisición, la obra de Quintiliano o los primeros libros de viajes que existen, por citar solo unos pocos.

Cuando tienes poder  - como a los que buscan el reino de Dios en el evangelio- todo lo demás se te da por añadidura: pelotas, tiralevitas, lewinskis, maleteros, ordenanzas y gente dispuesta a cualquier cosa, a arrastrase hasta dejarse la pechuga y la barriga en carne viva

Este sábado, tendré el honor de depositar entre tantos libros felices unos cuantos que escribí y he conseguido recolectar al modo de Desantes, porque cuando escribo un libro y lo acabo le pierdo la pista y no quiero saber más de él para no repetirme, que es un defecto común en los ancianos: “Criminalidad organizada. Los movimientos terroristas”, en este libro, en el año 2003, afirmé que ETA estaba acabada y que en esa legislatura o en la siguiente – recogió esa afirmación un periódico en su primera página y con letras grandes- esa organización terrorista acabaría. Más de un listillo dijo: “ese tipo está loco”. Y mis previsiones se cumplieron. “Terrorismo integrista ¿Guerras de religión?” Ahí está el germen – ese capítulo lo publicó en separata el Ministerio del Interior- de los protocolos para detectar la radicalización de los yihadistas en las cárceles. ¿Se creen que por esto me han dado alguna medalla? Noooo, esas se reservan para las políticas de pasillo y los intrigantes de gabinete, de teléfono arrastrado y de mamoneo supino. “El Metralla”, una novela histórica “alicantgranadina”, sobre la postguerra y sus miserias. Hay alguna más, como una que escribí en Mallorca “Ya hemos estado en el infierno” y que me trajo auténticos quebraderos de cabeza porque escribir, muchas veces, es una actividad nociva, insalubre y peligrosa. Entregaré a Don Biblio, por último, como ya hice con “De prisiones, putas y pistolas”, la última novela que he escrito “El gato tuerto. Un caso judicial”. Donde queda claro que la Justicia puede a veces…, venga lo dejo ahí que no me puedo meter en más charcos el mismo día.

Había pensado escribir hoy sobre delitos y delincuentes - libro que también entrego a Don Biblio para que lo custodie y lo acaricien “in aeternum”-, pero he pensado en seguir diciendo algo de la política que, para el caso y muchas veces, es lo mismo.

Decía Sigmund Freud - les juro que conozco a estudiantes de filosofía, de pedagogía, de psicología y de más gías, que con los planes de estudio actuales, están en tercero y no han oído hablar de él- pues decía Freud que la pulsión principal del hombre es el sexo. Creo que el creador del psicoanálisis nos conocía a Santiago y a mí, que además de vigilar obras e infraestructuras, contamos señoras con tacones por MaisonaveSantiago es de Vox y está exento de responsabilidad. Dos ancianos en las últimas – yo no soy de Vox pero tampoco soy responsable- inimputables y a los que hay que dejar por imposibles. Freud no tenía razón, tenía más razón Friedrich Nietzsche que hablaba de la ambición y la voluntad de poder como principal motor del hombre.

Los podemitas no saben qué gilipollez inventarse – léase ley trans- para aparecer como los grandes renovadores del derecho y los grandes creadores de avances importantes en la sociedad

Cuando tienes poder - como a los que buscan el reino de Dios en el evangelio- todo lo demás se te da por añadidura: pelotas, tiralevitas, lewinskis, maleteros, ordenanzas y gente dispuesta a cualquier cosa, a arrastrase hasta dejarse la pechuga y la barriga en carne viva. ¿Quieren mil o dos mil ejemplos?

Eso lo vemos ahora que está hirviendo el caldo electoral. Los populares quieren fagocitar a los ciudadanos que – lo saben- son un cadáver al que solo hay que enterrar más o menos dignamente. Los socialistas andan a la greña con los podemitas que no saben qué gilipollez inventarse – léase ley trans- para aparecer como los grandes renovadores del derecho y los grandes creadores de avances importantes en la sociedad. Yo me lo creí cuando comenzó el movimiento 15-M, pero han devenido en la Rebelión en la Granja de Orwell. Una gran decepción. Los socialistas nadan guardando la ropa, porque saben que gobernar otra vez va a depender de esta tribu.

Matan a Casado - hace un año- mientras los próceres lo alababan por criticar a Ayuso y ponerle la proa por los enjuagues de su hermano y sus comisiones con las mascarillas. Los mismos que decían, cuando Sánchez defenestrado, peregrinaba en su Peugeot por España, aquellos que decían: “está muerto porque los socialistas sabemos matar como nadie”, ahora lamen el suelo por donde pisa y hacen un ruido “ostentoreo” – Jesús Gil, dixit-, enseñoreándose de su sanchismo eterno e inquebrantable. Puro afán de poder. No hay más que eso. De ahí que me ande planteando no ir a votar, quedarme en la cama en huelga de brazos caídos, algo fácil para un anciano inútil, al que incluso Lagarde - una vieja de mi quinta- le dice que hay que morirse pronto por la carga que suponemos para las arcas estatales.

Ya verán. Voy ya por la calle con la navaja de Albacete preparada. Las municipales y las autonómicas están ahí mismo. Los nervios a flor de piel tienen a la gente con la adrenalina disparada. En cualquier momento, por una lista, por un puesto arriba o abajo, por una concejalía, una jefatura de algo, aunque el aspirante sea un iletrado, un ignorante absoluto, pueden salir las navajas a deslumbrar el ambiente.

Ya saben uno puede no tener ni puta idea, pero si eres un hombre de partido, te nombran incluso presidente de Renfe aunque luego dejes a los niños ir solos desde León a Alicante o compres trenes que no caben en los túneles. Hay que tipificar el delito de incompetencia como imprudencia temeraria del que pone en el cargo y del que lo acepta.

Vamos a los delincuentes que hay que justificar el título del artículo porque luego dicen que me disperso y me ando – con perdón – por las ramas. Llevo desde mucho antes de conocer al amor de mi vida, dedicado al delito. Cuarenta años en la cárcel dan fe de ello. Me revientan los criminólogos de salón lo mismo que los vagos y los inútiles, esos que se colocan y no dan golpe en su vida y hasta se liberan sindicalmente hablando.

Muchos delitos que se creen machistas o de género, son de odio, aunque eso hay que estudiarlo y explicarlo más despacio

En todo delito hay dinero, sexo, odio… y poco más. Algún trastorno de personalidad, pero esos son los menos. La Gürtel, los Eres, la Púnica, la Brugal… todo por la pasta. Miren el amiguito del alma como se ha choteado y se ha ido de la lengua. Le ha dado, una vez más la razón a Churchill: ¿Por qué me odia ese si jamás le he hecho un favor?

Todas las manadas, pederastas, violadores, asesinos…pulsiones sexuales desviadas - he predicado mil veces que hay que recuperar el concepto anormalidad- desembocan en conductas que chocan con los códigos penales, incluso antes de que Irene Montero pensara que era la descubridora del consentimiento. Por sexo, por dinero, por poder se odia y por odio también se cometen delitos. Muchos delitos que se creen machistas o de género, son de odio, aunque eso hay que estudiarlo y explicarlo más despacio.

Mi amigo, el anciano mohíno que anda tomando tranquimazines, creo que está siendo víctima de un delito económico. Se creyó que una chica de treinta y dos años – el tiene setenta y uno- estaba realmente enamorada porque le escribía guasaps que siempre empezaban con mi amor y acababan con morros color de rosa, besos desbaratados.

No será que no se lo dije: Genaro, que un pibón de treinta y dos, de esas que se suelta el sujetador y te provoca un infarto, no se enamora de un yayo como tú. Pero él no me creía. Mírate los periódicos, colega. ¿Has oído hablar del estafador del amor? Todas te mandan fotos maravillosas, empalmantes, cachas de gimnasio. Todas son médicos en Irak, soldados americanos en Siria, o madres desorientadas en París. Las fotos en bragas – o incluso sin ellas- pueden ser de las cien mil páginas de internet, pero los euros salen de tu cuenta. ¡Cojones! Que no te enteras de que siguen existiendo los delitos de pillar pasta sin dar golpe.

La misma actividad que practican muchos políticos: viven sin dar palo al agua, reunidos, de comida y paseando el folio.

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