El verdadero feminismo
Clouzot llegó a comentar: “Era la primera vez que una mujer me abofeteaba en público. Y… ¡me encantó!”
Corría el año 1960 cuando, durante un ensayo de La Verité, Brigitte Bardot propinó al director del filme, Henri-Georges Clouzot dos sonoras bofetadas en pleno plató de rodaje. Clouzot tenía fama de ser un verdadero tirano con las actrices que dirigía, hasta que dio con una que le paró los pies.
Roger Vadim, entonces marido de Brigitte Bardot, comentaría años más tarde el hecho en un libro biográfico sobre sus tres esposas: Bardot, Deneuve, Fonda, añadiendo que, preguntado por el suceso en una entrevista, Clouzot llegó a comentar: “Era la primera vez que una mujer me abofeteaba en público. Y… ¡me encantó!”
La anécdota da una idea de cómo reacciona una mujer con verdadera estima por sí misma y verdadero conocimiento de su valía ante un intento de abuso de cualquier tipo, precisamente porque las mujeres “no debemos convertirnos en víctimas perpetuas”. Al hilo del caso Weinstein, cien mujeres francesas plantaron cara a la persecución del género masculino y al retorno del puritanismo, que supone un retroceso a la burguesa cerrazón que les tocó vivir.
Entre ellas figuraba Catherine Deneuve, que compartió con Brigitte Bardot, además de marido, el honor de representar con su imagen a Marianne, símbolo de los tres principios de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad. Los mismos que constituyen la base del verdadero feminismo.
El feminismo era para ellas, las divas del cine y la intelectualidad franceses “una manera de vivir individualmente y una manera de luchar colectivamente”
Bardot, Deneuve, Marguerite Duras… fueron activistas de la igualdad desde la naturalidad o la sofisticación, e incluso desde el absoluto desprecio a la opinión de la gente. Mujeres inalcanzables, con pleno dominio de sí mismas y de la seducción que ejercían sobre los hombres; mujeres que jamás renunciaron a la feminidad, el charme y la elegancia; pioneras en establecer las verdaderas prioridades de la fémina moderna: la independencia, la sexualidad vivida libremente, y sobre todo el situarse en una posición de respeto.
Por estos principios arriesgaron nombre, prestigio y reputación, con el necesario talento para salir
airosas. El feminismo era para ellas, las divas del cine y la intelectualidad franceses “una manera de vivir individualmente y una manera de luchar colectivamente”. Aquellas cien mujeres francesas plantaron cara a la feroz desvirtuación de los principios por los que lucharon por medio de un manifiesto que - ¡cómo no!- fue duramente criticado por las feministas extremas: las que repiten como un mantra que el hombre es culpable de todas las desgracias y de todas las injusticias del mundo, las que se cierran en esa creencia con un fanatismo sectario y no admiten ningún tipo de razonamiento en contra. Para ellas la mujer es un ser débil y necesitado de protección, incapaz de defenderse como hiciera Brigitte Bardot con aquellas sonoras bofetadas.
Deneuve derribó antiguos tabúes burgueses como el que coartaba la libertad de una mujer madura de enamorarse y entregar su cuerpo a un hombre más joven
Catherine Deneuve se pronunció contra el puritanismo, y a favor del verdadero ideario feminista: aquel que contempla a ambos sexos desde la igualdad, y denunció que “cada vez que se avanza hacia la igualdad, aunque sea medio milímetro, hay almas buenas que nos advierten inmediatamente de que podríamos caer en el exceso”. Las mismas almas buenas que están al acecho de cualquier opinión que contradiga el mantra. La realidad es que existe un oscuro interés en entorpecer la igualdad e imponer la tendencia extremista en este nuevo -y mal llamado- feminismo.
Cuando leí en su día las críticas a Catherine Deneuve evoqué su elegante silueta en el cartel de Indochina, no solo por lo imposible de establecer comparaciones, sino porque fue Deneuve quien derribó antiguos tabúes burgueses como el que coartaba la libertad de una mujer madura de enamorarse y entregar su cuerpo a un hombre más joven. La arriesgada interpretación en Belle de jour contra los estrictos cánones morales mostraron que una mujer puede vivir su sexualidad, aun cuando sea extraña y patológica, e incluso ser una puta por gusto y por vocación.
Las cien mujeres firmantes del manifiesto no hacen más que reflejar lo que muchas de nosotras pensamos y sentimos: “No nos reconocemos en este feminismo que, más allá de los abusos de poder, toma el rostro del odio contra el hombre y la sexualidad”… Contra todo aquello por lo que tanto se había avanzado.