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Sigo hablando de mujeres

Con ellas, con su literatura asombrosa, imaginativa, documentada, puede uno irse a una isla desierta y no echar de menos para nada la civilización porque uno la lleva puesta en sus libros.

Manuel Avilés y Sandra Aza.

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Todos los santos tienen novena, dice un refrán. Ha pasado el día de la mujer - que no me gusta porque todos los días valen para respetarlas, cuidarlas, valorarlas y tratarlas igualitariamente, como a los hombres, y no me meto en géneros nuevos inventados y ficticios- pasado el día de la mujer, sigo teniendo mujeres que escriben como los ángeles – en el caso de que existan y sepan escribir- con derecho propio para estar en esta columna.

Dicen - no puedo prescindir de la crítica política- que el Gobierno está en precario, que no se sostiene ni con escayolas y muletas. Podemos se empeña en romper la coalición a sabiendas de que Sánchez ordenará arrodillarse a sus exigencias espurias hasta que acabe su presidencia europea. Luego…sálvese quien pueda porque las elecciones son imparables y unos meses se aguantan de cualquier manera. Vean la bronca por el sí es sí – Montero sigue en su delirio verborréico llamando al Código Penal de Belloch o de la Democracia, el Código de la Manada. Impresentable- y por las manifestaciones múltiples del 8-M. Sánchez manda callar a los suyos, aguatar carros y carretas para no irse directamente a la mierda.

Las mujeres escriben y leen más y mejor que los hombres

Vamos con las escritoras que me interesan infinitamente más que las políticas. Si no estás con tus libros en las redes, no existes. Me reprochan a veces que en mi actividad literaria estoy rodeado de mujeres y muy poco de hombres. En absoluto soy un play boy, ni un long play, cosas imposibles para una señor viejo, pobre y feo. Las mujeres escriben y leen más y mejor que los hombres. Por eso me rodeo de ellas. La gran Luz Sigüenza, periodista excelsa con la que llevo 28 años haciendo radio y otros tantos enamorado. Carmen Posadas, Marta Robles, Luz Gabás, Ana Lena Rivera, Carme Chaparro, Sonsoles Ónega…todas amigas y escritoras extraordinarias. Con ellas, con su literatura asombrosa, imaginativa, documentada, puede uno irse a una isla desierta y no echar de menos para nada la civilización porque uno la lleva puesta en sus libros.

Hoy no escribo de estas mujeres que tan bien ganada tienen su fama. Escribo – porque quedaron en el tintero hace unos días- de otras igual de magnificas, aunque menos conocidas.

Mónica Moreno Fernández Santacruz. Jurista de mucho postín, letrada del Congreso de los Diputados, simpática y expansiva. Ha escrito “Otoño y nueces” ambientada en la Guerra Civil en Madrid. La guerra vista desde otro punto de vista. Es una historia de amor, que tanto se dan en las guerras, que no te deja indiferente. En ella, las mujeres, demuestran una fuerza que no necesita de las armas de fuego. Descubres con facilidad, con la escritura de Mónica, que hasta en las condiciones más hostiles, hay razones para seguir viviendo. Sé que Mónica anda ahora urdiendo una novela histórica que nos traslada a la época de Alfonso XIII – un jeta, de casta le viene al galgo-. Me consta su enorme trabajo de documentación. Ardo en deseos de echarle el guante.

Sandra Aza. ¡Ojo que soy profeta! Estamos ante una grande de la literatura. Sandra, abogada, madrileña, guapísima, escritora con letras mayúsculas y con una riqueza de vocabulario que ya querrían quienes se llaman académicos y profesores de lengua. En su novelón “Libelo de sangre”, con habilidad inusitada y mucho más que mágica, nos lleva hasta el Madrid del siglo XVII, con sus calles sucias, sus pordioseros, truhanes y ladrones, sus soldados ociosos y borrachos. La temible Inquisición campa a sus anchas y se fija en un escribano y su mujer para arruinar su vida. Los judíos siempre son sospechosos y el último invento macabro es culparlos de sacrificar a niños cristianos para beberse su sangre y usarla en rituales demoníacos. Ese es el Libelo de sangre de Sandra Aza. Obra maestra de lectura imprescindible, como ella en la literatura a partir de esta grandísima obra.

Inmaculada Fuentes, guapísima chiquilla, pequeña -como los frascos en que se guardan los perfumes caros- sonriente, simpática, dulce y vital. Su trabajo literario es impagable porque escribe libros para niños. Si los niños no leen, de adultos andarán haciendo el imbécil matando marcianos y enganchados a las maquinitas. Inmaculada sabe mucho de esto. Gestora cultural y bibliotecaria. No digo que super valorada por el Ministerio de Cultura porque esta mujer sabe más que Iceta incluso durmiendo. Sus dos novelas, ilustradas para niños, “Mi madre” y “Eos”, dos poderosas diosas que deberíamos conocer, están escritas para ser leídas en voz alta mientras los niños abren la boca admirados y permanecen inmóviles, sin pestañear siquiera.

Cris Echegoyen. ¿En qué idioma piensa o sueña esta mujer fascinante? Trabaja como traductora e intérprete en la Unión Europea y en la OSCE – Organización para la seguridad y la cooperación en Europa-. Vive en un pueblo entre Viena y Budapest – yo voy a ir allí este verano con mi moto, como un abuelo rockero- y habla inglés, alemán, francés, italiano, ruso, español y húngaro. Esta mujer ha ganado el premio Odilo de la Semana de Novela Histórica de Cartagena con “Resurrecta”, pedazo de novelón que cuenta, como si fuese un notario levantando acta, el terremoto que destruyó Lisboa a principios del Siglo XVIII. Sientes la tierra temblar bajo tus pies, sientes el pánico y ves cómo te caen encima los edificios derrumbados. No para Cris, entre una y otra traducción parlamentaria, es inminente la salida a las librerías de “Sacamantecas”, ese tipo que se comía a los niños y con el que nos asustaban de pequeños. No se lo pierdan. “Sacamantecas” está en la rampa de salida.

Miriam Rivero. ¿Quieren sentir un incendio interior? ¿Quieren verse inundados por las más altas temperaturas? ¿Quieren que se les dispare la adrenalina? Miriam, una extremeña contundente, expansiva y preciosa. Administrativa, madre de familia y escritora volcánica - ¿De dónde saca el tiempo esta mujer impactante?- publicó hace un año “El enviado”, magnifica e inquietante novela en la que el protagonista – creo - padece una esquizofrenia de libro y un delirio mesiánico que le empuja a los desastres que ocasiona. Miriam me ha hecho una confidencia al oído: Anda con una novela erótica – saldrá pronto, estén atentos- explosiva. Me ha leído, desgraciadamente por teléfono, unas páginas del crucero tórrido en el que disfruta la protagonista. Anciano inútil, como soy, he interrumpido la audición y he recordado los tiempos del colegio de curas, cuando las duchas frías eran un remedio para la concupiscencia y un seguro cierto para aguantar en castidad.

Susana Fernández Gabaldón. Historiadora, arqueóloga, mujer enciclopédica y encantadora. Susana se empeña en “La memoria del alma”, una novela histórica imbricada en una historia actual. Dos parejas casi paralelas, pero con dos siglos de diferencia. A mí me ha encantado – reconozco ser un tarugo para el romanticismo- la capacidad de documentación de esta autora y cómo nos transporta a la época napoleónica, cuando el general francés, con su ser mesiánico y expansionista, decidió invadir Egipto – péguense una vuelta por los museos franceses y observen la rentabilidad de tal invasión-. La piedra Rosetta, la que sirvió para descifrar los jeroglíficos de la mano de Champolion, es para mí una de las estrellas de tan magnífica novela.

Marta Perea. Una mujer discreta, profesora de instituto, dulce y silenciosa, que ejerce el feminismo de manera efectiva, sin ser cargante ni vocinglera, sabia. Ha escrito “Silencios de mujer”, una novela deliciosa de absoluta actualidad que pone voz a los hartazgos y los silencios de las mujeres. Las protagonistas afrontan la maternidad, la sexualidad, las relaciones de pareja y la amistad de formas muy diferentes. El lector se conmueve y se identifica con ellas. Además, en un alarde de realismo -apartado de cualquier ficción novelística- reflexiona sobre asuntos espinosos como el aborto, la gestación subrogada o los niños en acogida. Engancha Marta reivindicando sin alharacas el valor innegable de la mujer.

Begoña González. Asturiana – lo cual para mí ya es un punto importante- economista y escritora, ha escrito una grandísima novela histórica: “El siglo”. En ella nos transporta con una magia invisible hasta el siglo XV, desde Toledo hasta Asturias, pasando por Valladolid, Salamanca y Santiago. La Inquisición campa a sus anchas y se ceba con una guapísima judía que tiene unas manos maravillosas y envidiadas para hacer bordados y preciosas tareas textiles. En nombre de Dios - la Inquisición actuaba así, convencida- le es arrebatado un hijo que sufre en el convento donde lo internan lo que no puedo describir porque “El siglo” – editado por Velasco Ediciones- tienen que leerlo y yo no lo voy a reventar. Desfilan por él mil personajes dibujados con la precisión de un pintor del realismo, en ese paraíso que es el Principado. Y lo digo teniendo de monárquico muy poco.

¿Tengo o no razón? Me gusta más la literatura que asistir a esta diarrea legislativa y preelectoral del Gobierno impulsado por ese socio ruinoso. Por cierto, permítanme la digresión. Hoy he estado en un conciliábulo de mucha autoridad, gente que sabe de qué habla y lo que dice, indignados también con esa expresión desafortunada “el código de la manada”: se oye que en las últimas propuestas legislativas han estado a punto, juristas sesudos al servicio y en lucha por el poder, de introducir el alioli como circunstancia agravante en los acercamientos libidinosos.