Me he cortado las venas, amor
En ese libro, que Antonio (Asunción) me pidió que escribiera cuando se estaba muriendo he puesto solo lo que podía poner, aunque todos aquellos hechos estén más que prescritos.
He estado dudando un rato si no sería mejor dejármelas largas en lugar de proceder a la autolisis tipo Séneca. El amor de mi vida quiere mandarme al psiquiatra- no he ido a una consulta psiquiátrica en mi vida salvo en la ficción para escribir “De prisiones, putas y pistolas” y en mi trabajo cuando dirigí, y tuve que participar en mil reuniones, el psiquiátrico de Fontcalent, lugar siniestro entonces y que habría que haber borrado del mapa-.
Amor - al amor de mi vida le hablo. ¿Se han dado cuenta?- : no estoy deprimido, no tengo que meterme dosis masivas de Anafranil en vena, mi asco no se cura con pastillas ni con bebedizos del tipo “bálsamo de fierabrás”. No es una cuestión de química - aunque somos química- sino de cómo está España, cómo está Europa, cómo está el mundo.
Amor, ha pegado otro petardazo la banca. Con el Silicon Valley y el Credit Suisse – aunque hace unos días bancos españoles hablaban de más de setecientos millones de euros de beneficio en el año pasado- todos somos bastante más pobres, como en el 2008 cuando lo de Leman Brothers. La Justicia es evidente. Supón que tienes diez mil euros en el banco. No te dan ni un euro por ellos. Si tienes que pedir diez mil euros de préstamo, te los cobran al nueve por ciento de interés. ¡Con dos cojones y viva el trato equitativo!
He tenido esta semana, una conversación de interés con motivo de #deprisionesputasypistolas y de #elgato tuerto. Ciertamente polémica, pero con todo el respeto. Cuando tú escribes un libro y lo sacas al público, lo escrito deja de ser tuyo y pasa a ser propiedad quien lo lee. Tú has intentado plasmar tu pensamiento y tu memoria, el lector, posiblemente, no lea lo mismo que tú creíste escribir. No puedes pretender que todos estén de acuerdo con tu pensamiento y, precisamente ahí, está la riqueza: en la diversidad de pareceres, en la libertad de crítica que siempre aumenta el caudal de lo escrito. Entra dentro de imbecilidad pretender escribir y que le guste a todo el mundo lo escrito.
Contacté con una chica - no la conozco, no sé qué cara tiene ni qué edad, milagros de las redes sociales. Sé que es una mujer culta – escribe muy bien y no le da patadas al diccionario- y que tiene un discurso organizado y contundente. Tiene que quitar de la portada del libro – decía esta señorita o señora- la palabra “putas” y tiene que quitar la palabra “puta” todas las veces que sale en el libro y sustituirla por “mujeres prostituidas”. Le respondo que no le doy tanta importancia a esa palabra, que en las cárceles he conocido a miles de putas, que jamás he ido a un burdel y que me merecen más respeto esas pobres mujeres, casi siempre explotadas y vilipendiadas que muchas señoras enjoyadas, pintadas hasta el techo, con ropa cara y ejercientes del postureo y de la exhibición. Inevitablemente me acuerdo de mi amiga Marta Robles y su libro “A menos de cinco centímetros” que me ocasionó problemas con su crítica y su reseña. Esta chica, o señora que no la conozco, repito, se ve una mujer decidida y defensora racional de su opinión. Me envía un guasap largo que transcribo textualmente. Defiendo la libertad, aunque me ponga verde. Debe de ser valenciana porque me manda una composición que me encanta relativa a las fallas. Tampoco la describo. Va la foto al editor y ustedes juzgan al verla. A mí me encanta. Aquí va la critica de esta chica, que me merece todo el respeto, a “De prisiones, putas y pistolas”:
Dime si lo he entendido porque el libro supongo que lo has escrito para que se lea y se entienda igual que los prospectos de los medicamentos
“He entendido que justo cuando poneis micrófonos para grabar las conversaciones de los presos, - que es lo más sucio y lo más rastrero que alguien se puede imaginar de una institución que ya tenía la Constitución y la ley orgánica general penitenciaria-, justo cuando hacéis eso uy utilizáis las grabaciones para poner en peligro la vida de los presos de ETA que eran un modelo de convivencia. Justo en ese momento llamas hijo de puta – de puta- a un compañero y en lugar de sancionarte, Antonio Asunción te premia con la dirección del nuevo centro penitenciario de Picassent. Y justamente coincide el incidente de las grabaciones y la información que da el compañero al que tu llamas hijo de puta - de puta- delante de todos, con el secuestro de las niñas de Alcasser. Y tú te vienes a la prisión de Picassent. Dime si lo he entendido porque el libro supongo que lo has escrito para que se lea y se entienda igual que los prospectos de los medicamentos”.
Querida señora I.V.O – es así como usted firma su escrito-: No podemos emprender una polémica aquí porque muchos lectores de este artículo, a lo peor, no han leído “De prisiones, putas y pistolas. El desmantelamiento de ETA en la cárcel” y no sabrían de qué discutimos. Me pone usted verde, pero me encanta cómo escribe. Tiene garra y eso siempre se agradece. Le voy a contestar solamente por aclarar alguna cosa y sin ánimo de minusvalorar nada su escrito.
1.- Me arrepentí desde el primer momento de llamar hijo de puta a aquella persona. Pido perdón por eso como ya he hecho más veces. Ese funcionario no era mi compañero, como mucho mi coincidente. Compañero nunca, aunque no puedo explicarle por qué. En ese libro, que Antonio me pidió que escribiera cuando se estaba muriendo he puesto solo lo que podía poner. No más, porque implicaría a más gente a la que no hay que meter en berenjenales, aunque todos aquellos hechos estén más que prescritos y aunque sean mucho menos graves que las muertes que perpetraban los etarras.
2.- Jamás habría escrito De prisiones, putas y pistolas si Antonio Asunción no me hubiese hecho ese encargo, media hora antes de morirse. Nunca lo habría hecho porque, a mi edad, ya en las últimas, es mejor tener paz que tener razón. Cometí dos delitos y los he reconocido: pelé al cero a ese macarra afanoso de notoriedad que nos tenía hasta los cojones de subirse al tejado a exhibir su macarronería. Esa noche me dije: este no se vuelve a subir y cometí un abuso de autoridad del que todavía me avergüenzo. Es más, cuando esté para palmarla, si el Alzheimer no se merendado mis neuronas, me acordaré del Gende y me llamaré hijo de puta a mi mismo por haberlo rapado. Grabé cintas ilegales, cierto. Creí que debía hacerlo y me jugué la vida y la carrera por ello. Todo el mundo decía que algunos abogados de ETA eran también etarras – la prensa de la época lo repetía y los políticos también : son abogados de ETA. Yo lo demostré porque las cintas de Alcalá Meco, en donde planificaban mi muerte son posteriores y el que da primero da dos veces. Hablar de ETA ahora parece una batalla de abuelo cebolleta pero los que la hemos sufrido sabemos de qué hablamos.
¿Sabe qué siente uno cuando oye a tres etarras y dos abogados planear tu muerte? Le aseguro que no es un plato de gusto.
3.- ¿Cometí un delito? Es cierto. Hoy ha prescrito y lo pagué con creces durante mi vida activa. Señora I.V.O : me cae usted bien aunque me ponga verde, fundamentalmente por la garra de sus escritos. Pida disculpas y quite la palabra puta de su libro. Es libre de expresar su pensamiento y yo soy libre de expresar el mío. Por eso no la voy a quitar.
¿Sabe cuál es la mejor manera de hacerse eterno en un puesto? No hacer nada. Quedarse como un pasmarote y “laissez faire, laissez passer”. Entonces cada uno hace lo que le da la gana y nadie se mete contigo. Si revuelves el gallinero, no te preocupes, tienen que trabajar y ya vendrán treinta liberados a decir que eres un negrero y que la causa pública no es tan importante y que la razón de ser del centro no son los presos sino los funcionarios. No se crea usted que me recompensó nadie por andar bregando a diario con quienes querían darme matarile, por perderme la adolescencia de mis hijos y porque me dejara una novia con la que me iba a casar y a la que creía el amor de mi vida - el amor de mi vida lo he conocido ahora, aleluya-. Nadie me ha recompensado porque las medallas se dan más a los paseantes de pasillo, a pelotas y asimilados.
Iba a contarle, señora I.V.O, que por culpa de esas cintas tuve que ir a los juzgados, tuve que andar con una pistola prestada y sin licencia de armas, tuve que dar hasta una conferencia en la Universidad del País Vasco con el revólver en la mano – creo que no ha habido antes ni después nadie que lo hiciera, pero eso es objeto de las memorias aunque creo que me voy a retirar del mundanal ruido y voy a dejar las novelas y las memorias para otros. ¿Sabe qué siente uno cuando oye a tres etarras y dos abogados planear tu muerte? Le aseguro que no es un plato de gusto.
No se imagina usted cuánto le agradezco su crítica. Hasta la invitaría a un café o a un arroz o a una cerveza si la conociera y estuviera usted cerca.