Feminismo versus Historia del Arte
Convertir a Picasso, a James Joyce o a Canova en “Los hombres que no amaban a las mujeres” (Stieg Larsson) es un disparate.
Hoy hace ya medio siglo que murió Pablo (y otra ristra de sustantivos hagiográficos) Ruíz Picasso. Con toda seguridad el pintor español más universal del siglo XX. Siempre se dijo que él no pasó por las vanguardias, sino que fueron aquellas movidas artísticas de los Ismos las que pasaron por él.
Algunas vesánicas feministas quieren descolgar sus obras de los museos o, cuando menos, poner junto a estas un cartelón denunciando su violencia machista, despectiva misoginia y subrepticio maltrato psicológico contra las mujeres.
Volvemos a tiempos bárbaros de hordas arrasando templos y sus esculturas; sacos y saqueos de Egipto, Roma, Constantinopla, Partenón de Atenas, incluso más recientemente los nazis y estalinistas expoliando lo que ellos llamaban: “Arte degenerado”, a la cabeza de cuyas firmas, y desde el Impresionismo a los abstractos, iba Picasso. Ahora, y como no se atreven a decir que son las vanguardias manifestarias, cargan contra el “degenerado” artista.
Recordarles a estas locas ignorantes que mucho/a modelo de la cultura helénica eran tersos adolescentes o muchachas en flor que ni siquiera habían llegado a la edad núbil
Idiotez y brutalidad supina eso de confundir la obra con su autor. Museos y colecciones públicas o privadas quedarían tan vacías como miles de kilómetros en los anaqueles en las bibliotecas; por no hablar de tanto derribo de esculturas e imaginería, tal cual practica hoy el salvajismo yihadista.
Habrá que recordarles a estas locas ignorantes que mucho/a modelo de la cultura helénica eran tersos adolescentes o muchachas en flor que ni siquiera habían llegado a la edad núbil. Por no hablar de vida y milagros de artistas tan golfos y poco considerados con el otro género como Caravaggio, Alonso Cano, Goya, Cézanne, Gauguin, Van Gogh… (¿sigo, o me callo con una lista que sería interminable?)
Y puestos/as a no pasar página literaria y ensayística, habría que tirar a la hoguera libros desde el Arcipreste de Hita, atravesando Cervantes y el triunvirato Góngora, Quevedo y Lope de Vega, hasta llegar a Unamuno o nuestros más contemporáneos Marsé y Umbral. Y eso sin entrar en genios multidisciplinares allende el Mediterráneo o el Atlántico.
Convertir a Picasso, a James Joyce o a Canova en “Los hombres que no amaban a las mujeres” (Stieg Larsson) es un disparate, como lo sería a la inversa de género, acusar a Sonia Delaunay, Virginia Woolf o la mismísima Frida Kahlo cuando intentaba retener a Diego Rivera; cualquiera de ellas hizo sufrir lo indecible a sus parejas. Resulta consustancial al género humano que amor y desamor son conjunto que no debemos disociar y no puede existir lo uno sin lo otro: “el corazón está para romperse” sentenciaba Oscar Wilde. Cuestión distinta a toda pareja (“exposición, nudo y desenlace”) y paralela de líneas que nunca llegarán a juntarse, son las mujeres que parecen obviar, cuando no odiar directamente lo masculino como si fuera estigma de la raza, incluso de la propia naturaleza humana mismamente.
Por supuesto que todos/as repudiamos a cualquier maltratador cuya enésima potencia destructiva es la violación. Pero, salvo excepcionales disfunciones sexuales, conozco pocos hombres capaces de erotizarse bajo presión o violencia de una o varias mujeres, aunque casos ha habido. Repugnante masacre física y psicológica que sí es desgraciadamente frecuente en un sentido inverso, y cuyo único remedio será el didáctico desde la más tierna infancia.
hoy cualquier símbolo y signo semiótico de masculinidad, salvo si es homosexual, resulta de una incorrección política imperdonable
Por lo tanto, y en cuestiones cotangentes como la gestación subrogada, donde distintas asociaciones feministas se han tirado de los pelos ideológicos, e incluso partidos de izquierda que quieren demostrarse como adalides de las mujeres, están a la gresca, unos porque piden un tiempo de reflexión, otras porque quieren imponerlo por sus ovarios, al parecer distintos al resto, y situándose cerca de un hermafroditismo ridículo.
Claro que hoy cualquier símbolo y signo semiótico de masculinidad, salvo si es homosexual, resulta de una incorrección política imperdonable, cayéndote la del pulpo en las redes sociales “tutti quanti”, el despecho social y con un único derecho: silenciado por podemitas y sus ramificaciones “feminorras”, “feminazis” o agresivas “femintolerantes” (sumisión o castración) al anacoretismo del pestilente “machorro”.
Imagino que, de vivir hoy Pablo Picasso, oyendo las salidas de tiesto y de raciocino de semejantes vocingleras paranoicas, recordaría con cariño veinteañero a las verdaderamente sufridoras putas del Carrer Avinyó, y no estas progres universitarias de salón cuché, para después aplastar las diatribas feministas en el cenicero y seguir pintando el siempre inacabado Guernica.
Liar el culo con las témporas, la gimnasia con la magnesia, o churras con merinas es maltratar la inteligencia de sus propios votantes. Al resto ya nos empieza a resbalar tanta boutade inconsistente, nada más patético que un payaso sin público.