Laicidad, soledad y montaña...solo a medias
Hoy he alucinado paseando esta mañana por el pueblo de Gredos en que me encuentro. La mando al editor la foto del nombre de una calle que he leído paseando con Casilda
Esta Semana Santa he vivido alguna procesión solo gracias a las tecnologías. El Facebock, el Instagram, el Guasap…esos inventos diabólicos, que hacen que la gente pase las veinticuatro horas enganchada al móvil, me han trasladado a León, a Alicante, a Cartagena y a Sevilla. Sensibilidad, folklore y arte en estado puro. También religiosidad para muchos que a mi no se me ocurre como a esos gilipollas de TV3 - me permito decirles gilipollas con todo el cariño porque ellos se ríen de la forma de hablar andaluza-murciana y de las vírgenes que pueblan la geografía. De los musulmanes, Mahomas, Jomeinis etc… ni se les ocurre, les entra el canguelo irremediablemente.
Yo no creo en la virginidad, ni de María ni de nadie, salvo en la de mi tía monja que entró en las clarisas con dieciséis años y no salió nunca del convento, la pobre. ¡Qué desperdicio! Mi profesor de historia, cuando yo era un chaval, Manuel de Sotomayor, un jesuita sabio, con tesis doctoral sobre “Los sarcófagos paleocristianos en la España prerrománica, hacía bromas respetuosas sobre la leyenda alemana medieval de Santa Úrsula y las Once mil vírgenes.
La leyenda se contaba por los caminos de la Edad Media, como la leyenda de Santiago, como la del Santo Grial, la Santa Espina o el Paño de la Verónica. Todas – decía mi profesor sabio, Sotomayor -búsquenlo en el Google, otro invento diabólico, y verán qué envidia de historiador- todas son inventos para excitar – con perdón- la piedad de las gentes sencillas. Lo mismo que es un invento la religión – todas- para paliar la angustia ante la muerte, ante el dolor, ante la enfermedad y ante las tragedias que nos suceden a diario. Con la religión encuentra uno consuelo aunque yo, como Krahe y Sabina, prefiero caminar con una duda que con un mal axioma. Por ejemplo: el amor de mi vida me ha dado boleto. Podría llorar, rezar, pedirle a los mil y un santos milagreros que recapacite y vuelva. Como no creo, me toca joderme y aguatarlo a puro huevo.
A pesar de mi incredulidad, por un atavismo infantil, de cuando mi madre me llevaba a misa de siete de la mañana, que decía un cura con novia formal, nada de barragana escondida: novia formal. Pues por ese atavismo infantil, es posible, jamás he faltado al respeto a Jesús de Nazaret, un personaje inmenso, un hombre excepcional con un mensaje que ya se han encargado de prostituir y deformar los miles de mensajeros – los Julios, los Borgias, los Bonifacios…- que se han hecho dueños e intérpretes verdaderos de sus enseñanzas. Nunca una falta de respeto a Jesús ni a su madre, María. Aunque sepa que ambos nacieron, vivieron y murieron lo mismo que vamos a hacer todos. Lo de la concepción virginal y la resurrección… otro deseo inalcanzable.
Ando recluido, en Semana Santa y después, en la Sierra de Gredos. Frío nocturno, pueblos de la España despoblada, paisaje montañoso y paradisíaco… extraño como un pato en el Manzanares. Estoy enfrascado - una forma de alienación marxista- en la lectura de los clásicos y en la escritura porque Gregori Kerrigan, el jefazo de Alrevés, tiene que tener mi última novela antes de que acabe el verano.
En ello estoy para cumplir como un hombre: “357 Magnum. Por ti me juego la salvación” y ando dando vueltas a cómo matar a un tipo que se interpone entre una beldad y un espía. Para examinar las maneras de matar sin que se note demasiado dispongo de dos médicas extraordinarias – Ingrid Seminario y Yolanda Delgado-, asesoras de lujo y, como soy un poco tuercebotas en relato erótico - consustancial a mi ancianidad y a mi físico cochambroso- también dispongo de una maestra ayudante, miembro de la Asociación literaria que presido, Miriam Rivero, a la que exploto cual negrero delincuente, con su aquiescencia generosa y… no diré nada más porque esta mujer, novelista de postín, te lleva a pecar con cada escrito.
¿Dónde andan las Monteros, las Belarras, las Pam y las Verstrynge? ¿Cuál es su motivación, salvo el puro egocentrismo, para machacar la unidad de la izquierda?
Es imposible. No entiendo que haya gente que se aburre, que se dedica a la caja tonta o que pasa el día con las maquinitas y los juegos estúpidos. La literatura nos salva incluso de los políticos y yo estoy encantado de no ver ni siquiera telediarios. De ignorar las componendas para salvar sillones y puestos con escoltas, coches oficiales, moquetas y secretarias con faldas intramusculares. ¿Dónde andan las Monteros, las Belarras, las Pam y las Verstrynge? ¿Cuál es su motivación, salvo el puro egocentrismo, para machacar la unidad de la izquierda? ¿Creen que van a sacar más votos yendo lejos de Yolanda? Me hago cruces y me reitero en no votar a ninguna sino a la Unión Europea de Pensionistas si se presenta en mi circunscripción y, si no, votar en blanco y que salga el sol por Antequera.
Hoy he alucinado paseando esta mañana por el pueblo de Gredos en que me encuentro. La mando al editor la foto del nombre de una calle que he leído paseando con Casilda. ¿Qué pasa con las leyes de memoria histórica, se saltan o hay lugares en los que no rigen? ¿Lo sacan del Valle de los Caídos y le mantienen las calles? Un estado de Pancho Villa, así funcionan la administración que aún exige las citas previas para atender a los ciudadanos que la pagan, la Justicia cargadas de dudas sobre la aplicación del principio de Igualdad, la carga de la prueba y alguna cosa más. Atiéndeme, señor, y… llévame pronto.
Bueno, no me lleves, por lo menos, hasta que no termine el libro de Marta Robles que estoy leyendo. ¡Qué disfrute! “Lo que la primavera hace con los cerezos”. Marta, mi amiga del alma – ni bigotes, ni Paco Camps, ni hostias, amiga del alma y punto- además de una periodista excepcional y una escritora de lujo, se manifiesta en “Lo que La primavera hace con los cerezos” como una mujer enciclopédica, documentada y ratón de biblioteca. ¡Menudo pedazo de escritora y qué capacidad creativa! Habla en este libro, y le coge el titulo a Pablo Neruda de una de sus Canciones de amor, de la pasión, del amor, del sexo, de la promiscuidad y la pérdida del oremus cuando se te va la olla por alguien - mi caso con el amor de mi vida-, exactamente.
¿Qué quieren de una mujer que se niega a envejecer y ha perdido a su hijo único hace poco?
Marta repasa de la manera que solo ella sabe hacerlo la vida amorosa y erótica de Mozart, de Moliere, de Byron, de Don Juan evidentemente, de Frida Khalo, de Marylin Monroe, de Raymond Chandler o Dashiell Hammett, los genios de la novela negra que tantos seguimos ahora. La vida amorosa y de cama de cien más: Virginia Wolf o Lorca y Dali. La de Lope de Vega y Ernest Hemingway o Passolini y no digo más para que se vayan al libro y disfruten con él aunque se hayan terminado las vacaciones. Marta, escribe como todos los dioses del Olimpo juntos, comete pecados graves con su literatura y te lleva de la mano a cometerlos sin cortarse un pelo. ¡Pedazo de mujer! Aún recuerdo cuando me echaron de un periódico por glosar “A menos de cinco centímetros” con aquellas señoronas que se preguntaban, en el Nebraska de Gran Vía, si unas chicas alegres que entraban a merendar eran putas como ellas. Siempre, como dice mi gran amiga y suya Carmen Posadas, me he preguntado si soy yo el protagonista de sus novelas Roures, un detective anarcoide y cabreado, pero eficaz y que no se casa ni con su padre. Aun me solazo – aunque la edad y el estado calamitoso están en mi contra- cuando me imagino al tal Roures siendo objeto de un trabajo finísimo por parte de una jueza en una piscina mallorquina. Por favor, Marta, júrame que si haces una película con “La mala suerte” me vas a reservar el papel de Roures, por lo menos para esa escena.
Halando de “La mala suerte” y los vientres de alquiler. Me toca los cojones la que están montando con la pobre Ana Obregón. ¿Qué quieren de una mujer que se niega a envejecer y ha perdido a su hijo único hace poco? Conozco a esta chica desde pequeñita. Es un año mayor que yo. Mi tía abuela, una granadina pobre que se fue a Madrid a servir, Amalia - si Ana lee esto se acordará de ella-, fue su criada durante mil años. La crío, le dio biberones, la mimo como si en lugar de su marmota fuese su madre. ¡Dejadla en paz con su niña, su nieta o lo que ella quiera que sea! La peña no para de ser amante de la basura.